Le dieron un siglo de prisión por la violación de una menor en Irak y el asesinato de su familia, pero así evitó la pena de muerte y puede pedir la condicional en diez años.
Un soldado norteamericano fue condenado ayer a cien años de cárcel por los cargos de violación y homicidio de una niña iraquí de 14 años, así como por asesinar a la familia de la menor. El sargento Paul E. Cortez, de 24 años, quien también fue dado de baja con deshonor, logró así un éxito: según el trato que hizo con los fiscales, podrá solicitar la libertad condicional en diez años. El soldado evitó la condena a muerte al declararse culpable.
Cortez, originario de Barstow, California, fue declarado culpable de cuatro cargos de asesinato y violación, en uno de los casos más atroces contra el personal militar estadounidense en Irak. En su alegato de súplica, el soldado admitió haber conspirado con otros compañeros de la División Aerotransportada 101 de la base Campbell para violar a Abeer Qassim al Janabi, de 14 años. Además, tanto la niña como su hermana menor y sus padres fueron asesinados en el mismo suceso.
Los crímenes fueron cometidos en marzo del año pasado en un sector de la localidad de Mahmudiya, al sur de Bagdad. En total, han sido acusados cuatro militares y un ex soldado. El soldado James Barker se declaró culpable en noviembre del año pasado y fue sentenciado a 90 años de confinamiento en un recinto militar. En una declaración jurada, Barker aseguró que los soldados tomaron whisky y jugaron a las cartas mientras planeaban el ataque. En tanto, el ex soldado Steven Green, acusado de ser el cabecilla del grupo, será sometido a un juicio civil y otros dos militares serán juzgados por una corte marcial por el mismo incidente. Green es procesado como civil porque fue dado de baja antes de que las autoridades militares fueran informadas de su participación en los asesinatos.
En su confesión de culpabilidad, Cortez afirmó que sostuvo las manos de la niña mientras era violada por Barker y que Green mató al padre de la joven, a su madre y a una hermana de seis años, además de disparar en la cabeza a la menor violada. También testificó que los soldados quisieron quemar el cuerpo de la muchacha, pero que sólo lograron quemar su ropa y deshacerse del arma homicida, un AK-47. “Yo acepté ir a la casa para violar a la niña. Nos cambiamos de ropa para que no nos reconocieran como soldados”, admitió Cortez, que pidió perdón entre lágrimas tras asegurar que no podía explicar por qué formó parte del ataque. “Aún no tengo una respuesta. No sé por qué lo hice, desearía no haberlo hecho. Las vidas de cuatro personas inocentes fueron arrebatadas. Quiero pedir disculpas por todo el dolor y sufrimiento que les he causado a la familia”, aseguró ante el juez Stephen Henley.
El psicólogo Charles Figley testificó que Cortez y los otros soldados probablemente sufrieron estrés como consecuencia del cansancio y el trauma. “Te consume. Es algo horrible. Esto no es un hecho único. Lo hemos visto en otras guerras”, indicó el especialista. Cinco soldados que combatieron con Cortez en Irak testificaron que sus acciones no se correspondían con la personalidad del soldado y describieron las penurias de la guerra, incluyendo la privación del sueño y la falta de agua potable. “Simplemente nunca lo hubiera visto venir”, dijo el sargento Tim Briggs, que conoce al acusado desde hace cinco años. Sin embargo, los fiscales dijeron que el estrés no era excusa para las acciones de los soldados.
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