Dom 01.04.2007

EL MUNDO

La Cumbre indígena discute etnocentrismo o inclusión

Más de 1800 representantes de pueblos indígenas se reunieron en Guatemala para hablar de los cambios en la región. Repudiaron el libre comercio y el neoliberalismo.

› Por Diego González y
Lucía Alvarez

Desde Iximche

Polleras amplias, zapatos con moños y los característicos sombreros, eternos equilibristas, diferenciaban a las cholas bolivianas de las descendientes mayas, distinguibles por su tokoyal (tela con la que envuelven sus cabellos y rodean sus cabezas) y el colorido de sus blusas. Entre ellas se paseaban los negros garífunas de la costa atlántica centroamericana, y los representantes de México, Argentina, Uruguay y Brasil, entre otros, más modestos en su vestir. Este era el clima que se respiraba en la III cumbre continental de los pueblos y nacionalidades indígenas de Abya Yala (América, según la lengua de los kunas de Panamá) realizada en Iximche, Guatemala, entre los días 26 y 30 del pasado mes y bajo el lema “De la resistencia al poder”.

Desarrollada en paralelo a la presencia de los reyes de España en Guatemala, esta cumbre ya había sufrido otra sospechosa coincidencia dos semanas atrás, la visita del presidente norteamericano George Bush al templo maya elegido para el encuentro y que ameritó, en consecuencia, una ceremonia de purificación del lugar.

Durante los cinco días la agenda de los representantes de las 25 nacionalidades presentes, entre las cuales se destacaba la delegación boliviana y la presencia de su canciller, comenzaba con ceremonias espirituales a cargo de cada una de las regiones y continuaba con el trabajo en mesas de discusión, donde se priorizaban el debate y la democratización de las conclusiones, sobre temáticas como tierra y territorio, autonomía, nación, democracia, globalización, diversidad, plurinacionalidad, niñez y juventud indígena, organización y participación política de las mujeres, y estrategias y alianzas para la toma del poder. La consigna de la cumbre, “De la resistencia al poder”, abría una pregunta ineludible: ¿qué tipo de poder se está buscando? En la mesa de Globalización y oportunidades económicas, una muchacha ecuatoriana, al ver que los panelistas basaban sus ponencias en la creación de mercados populares, la vuelta a la economía ancestral que no usa dinero y la organización de talleres sobre las implicancias del maíz criollo transgénico, dijo indignada: “¿Es que de verdad piensa frenar a ese monstruo con esas salidas? Dejémonos de bobadas, queremos la administración de nuestro recursos naturales como en Bolivia. Nosotros debemos pensar en grande, ese también es nuestro derecho”.

Las tensiones entre quienes creen que la salida es la participación política en el juego democrático y quienes apuestan a una estrategia de mayor reclusión, más etnocentrista, se notaba a cada paso. En la mesa “democracia, gobierno indígena y Estado Nación” dos hombres discutían: “el sistema que vivimos no es nuestro, otros son nuestro códigos y mecanismos, ése es nuestro primer problema. Esta democracia es excluyente, en Bolivia se ha conseguido el poder atentando contra los mecanismos de la democracia, no respetándolos”, decía uno; “el concepto de democracia está más allá de esta formalidad que vivimos, es también social, educativa. Tenemos que pensar que vivimos en países donde también hay ladinos, no hay que ser esencialistas. Evo Morales llegó definitivamente por mecanismo democráticos”, respondía otro.

Estas discusiones se entienden dentro del marco de oportunidades que implicó para el movimiento indígena latinoamericano el ejemplo boliviano y que sin duda, marcó todo el desarrollo de la cumbre y de las conclusiones. “La toma de las decisiones no está en las movilizaciones, está en los Estados. Se avizora que hay que construir un poder diferente, alternativo frente a la crisis de nuestros países. La articulación con sindicatos, movimientos sociales, maestros, estudiantes, la Iglesia, va a permitir que construyamos un movimiento político que incluya a todos”, comentaba a Página/12 Miguel Quispe, miembro de la recién creada Coordinadora Continental de las Naciones y Pueblos Indígenas de Abya Yala por el Perú y conductor del evento. “Hay que participar en política, ser autoridades. El pueblo tiene que ser gobierno y actuar bien, no solamente los indígenas sufrimos, también las clases pobres de las ciudades, con ellos debemos unirnos en contra del aparato militar, político y económico de los yanquis, y de las transnacionales”, aclaraba Juana Quispe, diputada boliviana por el Movimiento al Socialismo (MAS).

En las conclusiones, sin embargo, este debate prácticamente no quedó plasmado y la postura participativa fue sin duda la ganadora; lo que se expresó en la “Declaración de Iximche”, leída frente al Palacio de Gobierno en la capital del país tras la marcha del cierre de la cumbre a la que asistieron alrededor de tres mil personas y en la que se esperaba la presencia del presidente boliviano Evo Morales, quien no pudo asistir por cuestiones de agenda. Se observa allí que, además de ratificar el derecho ancestral al territorio, la necesidad de avanzar en el derecho a la autonomía, la libre determinación y la soberanía alimentaria, se asegura como imprescindible afianzar las alianzas de los pueblos indígenas con los movimientos sociales para enfrentar a las políticas neoliberales, y consolidar los procesos impulsados para fortalecer la refundación de los Estados-nación a través de asambleas constituyentes, al mismo tiempo que rechazan los tratados de libre comercio, la política del gobierno de Estados Unidos por la construcción del muro en la frontera con México, el neoliberalismo, las transnacionales y las políticas asistencialistas del BID y el Banco Mundial.

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