EL MUNDO › TEHERAN ENTRO EN LA FASE INDUSTRIAL DEL ENRIQUECIMIENTO DE URANIO
El presidente Ahmadinejad anunció que su país ya forma parte del club de naciones que puede producir combustible nuclear a nivel industrial. Y que comenzó la fabricación en masa de centrifugadoras. Así desafía a la comunidad internacional.
› Por Angeles Espinosa *
Desde Natanz
Mahmud Ahmadinejad no hizo referencia a ese dato concreto –y, al decir de algunos expertos, aleatorio– de las tres mil centrifugadoras. Pero a la salida del acto, el máximo negociador nuclear, Ali Lariyani, respondió con un “sí” a los periodistas cuando le preguntamos si Irán ha empezado a inyectar gas de uranio (HF 6) en las 18 cascadas interconectadas de 164 centrifugadoras cada una que venían anunciando desde hace meses. Esas máquinas, con aspecto de cubetas de acero según el documental que se proyectó ayer en Natanz, consiguen que el mineral de uranio se haga más puro, se enriquezca. Al 3,5 por ciento se convierte en combustible nuclear. Por encima del 90 por ciento, en el material fisible que se usa en las armas atómicas.
A mediados del pasado febrero, Irán anunció al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) que había instalado las dos primeras de esas dieciocho cascadas y que estaba a punto de concluir la instalación de otras dos. Sin embargo, hasta ayer el OIEA sólo había confirmado que estuvieran operando los dos ensamblajes de la planta piloto. Ese lugar se halla en una nave cercana adonde el presidente hizo el anuncio. La planta industrial –que es el verdadero objetivo del sitio y el motivo de preocupación de la comunidad internacional– se ha construido al parecer bajo tierra, protegida de eventuales ataques aéreos por una espesa capa de hormigón.
Ni los periodistas ni el resto de los invitados, entre ellos numerosos diplomáticos de países islámicos y no alineados, pudieron ver ninguna de las instalaciones. La pancarta de bienvenida que saludaba a los visitantes en el Día de la Tecnología Nuclear sólo daba acceso a una nave forrada con enormes cortinas de terciopelo azul para la ocasión. Y unos guardias amables pero firmes se encargaban de que ninguno de los asistentes se “despistara” por un recinto de aspecto destartalado, rodeado de torretas de vigilancia y nidos de ametralladoras antiaéreas.
El presidente de la Agencia de la Energía Atómica iraní, Gholamreza Aghazadeh, también anunció que han comenzado “la fabricación en masa de centrifugadoras”. En realidad, fue Aghazadeh quien primero dijo que habían “pasado a la fase industrial” durante su presentación del programa nuclear iraní. Pero no fue hasta que intervino el presidente Ahmadinejad cuando se oficializó la noticia y el auditorio estalló en una ovación. Estaban presentes el jefe de la oficina del líder supremo, varios miembros del gobierno, dignatarios religiosos, diputados y representantes provinciales.
De acuerdo con los expertos, Irán necesitará tener entre 50 mil y 60 mil centrifugadoras funcionando de forma continuada para poder producir suficiente combustible para un reactor, o fabricar una cabeza nuclear. Ahmadinejad volvió a negar que tal cosa fuera el objetivo e insistió en que su país ha cooperado con los inspectores del OIEA y que éstos han podido probar que haya desviado uranio con fines militares. “No hagan nada que pueda llevar a esta gran nación a reconsiderar sus políticas”, advirtió el presidente, en una poco velada referencia a la última resolución de la ONU que amenaza a Irán con nuevas sanciones si no suspende el enriquecimiento de uranio para fines de mayo.
En un tono más conciliador, pero igual de firme, Lariyani aseguró que su país está dispuesto a dar seguridades de las intenciones pacíficas de su programa atómico, siempre que Occidente acepte dicho programa como una realidad. “Estamos dispuestos a alcanzar un entendimiento con los occidentales a través de verdaderas negociaciones y a garantizarles el carácter pacífico de nuestras actividades nucleares, pero no renunciamos a nuestros derechos”, declaró.
La actitud iraní parece anunciar que sus gobernantes van a ignorar por tercera vez al Consejo de Seguridad. La última resolución reforzaba las sanciones económicas acordadas en diciembre e imponía restricciones de viaje a varias personas vinculadas con el programa nuclear. Significativamente, la televisión iraní mostró ayer a uno de ellos, un general de los Guardianes de la Revolución, comentando que acababa de regresar de una estancia de seis días a Moscú y que no había tenido ningún problema, lo que probaba “la falta de efectividad de la resolución”.
El presidente iraní, que en todo momento presentó el avance nuclear como un logro tecnológico de los “jóvenes científicos” nacionales, también reiteró el argumento de que “ciertas potencias no quieren que nuestro país alcance ese desarrollo”. Ese tono nacionalista, que sin duda encuentra audiencia en una población que se siente tratada con desdén por Occidente, se vio reforzado por la puesta en escena que incluyó imágenes en las que el símbolo del átomo, con el que se representa la energía nuclear, se convertía en un corazón sobre la bandera de Irán.
“Me siento orgulloso de anunciar que a partir de hoy nuestro querido país ha entrado en el club de naciones que pueden producir combustible nuclear a escala industrial”, proclamó ayer el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad. La “buena noticia nuclear”, esperada desde hace semanas, constituye un nuevo desafío a los requerimientos de la comunidad internacional para que Irán suspenda su programa de enriquecimiento de uranio. El anuncio se hizo además en la planta de Natanz, 300 kilómetros al sur de Teherán, en cuyas instalaciones subterráneas se habrían instalado y puesto en marcha las tres mil centrifugadoras necesarias para superar el umbral de la producción industrial.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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