EL MUNDO › NICOLAS SARKOZY Y SEGOLENE ROYAL BUSCAN CAPTAR EL ELECTORADO DE BAYROU
En Francia la segunda campaña ya comenzó. Mientras la izquierda en su conjunto apoyó a la socialista Royal y los sondeos favorecían al conservador Sarkozy, el candidato centrista mantenía el silencio sobre su postura. Su electorado es clave para inclinar la balanza a favor de uno u otro candidato el 6 de mayo.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta de la elección presidencial emprendieron ayer un viaje al centro de la Tierra: la conquista de ese 18,5 por ciento de electores que votó por el candidato centrista François Bayrou. Ese amplio espectro de un electorado volátil y oriundo de ambas corrientes, izquierda y derecha, detenta hoy la clave de quién será el próximo presidente de Francia. Tanto Nicolas Sarkozy, candidato de la derecha liberal, UMP, como la socialista Ségolène Royal necesitan de esos votos para conseguir la presidencia. Si bien todos los sondeos realizados después de la segunda vuelta indican que Sarkozy derrotaría a Royal el próximo 6 de mayo, las fluctuaciones del electorado, en especial el de extrema derecha, tornan necesario el aporte de esos votos. En el caso de Royal, la necesidad es más imperiosa: con una izquierda que, unida, totaliza cerca de 36 por ciento de los votos emitidos, la candidata socialista no puede ganar sin un considerable apoyo del electorado centrista. Además, esos votantes eran, en una importante cantidad, simpatizantes socialistas, pero optaron por Bayrou en la primera vuelta.
Si la primera vuelta resolvió el enigma de los nombres que estarían en la cita siguiente y propulsó a una candidata socialista cuya victoria parecía incierta, también abrió otro: el enigma del centro. ¿Qué harán esos siete millones de electores seducidos por el canto centrista? La problemática alcanza tanto a Royal como a Sarkozy. Si bien el candidato conservador extrajo de las urnas de la extrema derecha a muchas personas que votaban a Le Pen, existe, en el seno de ese electorado de ultraderecha compuesto esencialmente por las clases populares, una porción reacia a votar por un candidato como Sarkozy, a quien se percibe como el destructor del Estado proveedor, el liquidador de las empresas nacionales y el destructor del sistema social de protección francés. Sarkozy tiene una límpida ventaja, pero la apuesta no está ganada. Numerosos analistas adelantan que la segunda vuelta del próximo 6 de mayo podría convertirse en una suerte de referéndum anti-Sarkozy. El profesor en Ciencias Políticas Dominique Rayné constataba ayer: “No conozco un precedente similar donde un posible futuro presidente de la República provoque tanto odio y rechazo”. Con todo, el analista Dominique Moisi observó que Sarkozy acumula argumentos de favorito: “Si se agrega la extrema derecha, la derecha y la mitad del centro, Sarkozy tiene una posición confortable”.
Los barómetros establecidos hasta hoy señalan que 45 por ciento de los electores de François Bayrou votaría por Royal y entre 3 y 54 por ciento por Sarkozy, quien, además, recuperaría 75 por ciento del electorado de la ultraderecha de Jean Marie Le Pen. La aritmética es compleja. El misterio está entero en torno a Bayrou, quien se presentó como al candidato antisistema y propuso sobrepasar la transición pendular izquierda-derecha. Bayrou, que siempre fue parte del sistema de la derecha, logró federar en su candidatura electores espantados por Sarkozy y desencantados del socialismo. ¡Un milagro! Y no es el único santo de los milagros de esta elección. Sarkozy realizó otro: aparecer como un hombre nuevo, sin ninguna mancha acumulada durante los cinco años en que fue ministro del gobierno conservador de Jacques Chirac, sin la más mínima sombra del estallido que provocó en los suburbios con sus declaraciones poco acertadas.
Bayrou también afrenta su propia disyuntiva: si llama a votar por Ségolène Royal, los diputados de su partido, UDF, que tradicionalmente pacta con la derecha, pagarían el tributo de esa ruptura en las elecciones legislativas del mes de junio. Y si llama a votar por Sarkozy, todo su discurso de centrista, de socialcristiano, abierto se vendría abajo. Sarkozy vs. Royal: para el primero se trata de atraer a sus urnas el mayor número posible de votos del centro, sin perder por ello los electores de la extrema derecha; para la segunda, la apuesta está en recuperar los votos socialistas que votaron a Bayrou, conquistar electores centristas y evitar que otros tantos se inclinen por Sarkozy y tampoco espantar a la izquierda de la izquierda con un posicionamiento demasiado centro-consensuado. Bayrou no dio hasta ahora consignas de voto. Pero, desde anoche, Royal y Sarkozy salieron al encuentro de esa pluralidad de votantes. “Quiero una república fraterna y unida (...). No necesitamos estar de acuerdo en todo si estamos de acuerdo en lo esencial”, dijo Sarkozy en un mítin realizado en Dijon (centro-este). El candidato conservador reiteró su himno: “Quiero ser el candidato de la apertura de espíritu, que será capaz de tener en cuenta las motivaciones del otro, que admite que el otro puede tener razón”. Sarkozy no nombró a Bayrou, pero sus palabras estaban dirigidas a él. Royal fue más explícita. “Estoy disponible para hablar del futuro de Francia con aquellos que durante la campaña desearon un cambio y renovación política”, dijo, y luego precisó que estaba dispuesta “a un debate abierto y útil” con Bayrou. Según puntualizó Royal, Francia “sólo ganará con esta apertura de ideas” presidida por una “voluntad de renovación” que en ningún caso sería una “alianza”. El águila centrista de dos cabezas es objeto de todas las seducciones.
El partido de Sarkozy, UMP, ya anunció que constituirá un polo “centrista” con diputados del partido de Bayrou, UDF, y –gran sorpresa de esta historia– un polo de izquierda con Eric Besson, el hombre que, hasta hace unas semanas atrás, era un eminente cuadro del Partido socialista. El ex líder de las revueltas de mayo de 1968, Daniel Cohn-Bendit, hizo un análisis realista: “Si Royal se deja encerrar en el esquema izquierda- derecha, entonces perderá”. La segunda vuelta muestra un camino distinto que el que se siguió hasta el domingo. La campaña de la primera giró en torno de temas de la cultura conservadora: la identidad nacional, el orden, la seguridad, la inmigración. La que se está iniciando marca los temas hacia el centro, hacia las amplias sonrisas y las cuestiones sociales.
El director del semanario conservador L’Express proyecta que quienes votaron por Bayrou votarán en adelante con otro esquema: “En la segunda vuelta, los electores de Bayrou no votarán por los candidatos que quedaron, sino contra aquel al que detestan más. Puede ser un todo menos Royal” o un “todo menos Sarkozy”. Los responsables de la campaña de Bayrou aseguraban ayer: “No estamos en venta”. Pero esos votos valen caro. Tal vez, el próximo debate entre Royal y Sarkozy, previsto para el próximo 2 de mayo, defina algunas indecisiones.
Ayer, los candidatos más desamparados eran aquellos que representaron a los extremos. Jean Marie Le Pen perdió un millón de votos con relación a 2002. Sus consignas de voto serán no obstante decisivas. Por su parte, la extrema izquierda, reserva tradicional de votos y de ideas para el PS, salió empalidecida de las urnas. Los tres candidatos trotskistas, el antiglobalización José Bové y la candidata comunista totalizan 9% de los votos, contra 13,81% en 2002. El resultado más humillante recayó en la comunista Marie-George Buffet, 1,93%, lo que equivale al porcentaje más bajo obtenido por el PC en 87 años de historia –21% en 1969, 15% en 1981–. Los cielos están lejos. “Por culpa de esta elección pusimos en peligro el porvenir del partido”, dijo a Página/12 Xavier Levi, un obrero comunista del distrito 19 de París. Las fuerzas de la extrema izquierda decidieron llamar a votar a Ségolène Royal, pero el PS no tiene ahora los ojos y la estrategia puestos en ellas, sino en el centro. El mítico viaje al centro de la Tierra imaginado por Julio Verne es un territorio políticamente real en cuya conquista está la cifra de la victoria.
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