El primer ministro danés, Anders Rasmussen, visitó Argentina para reinaugurar la embajada, que había cerrado en el 2002, visitó la colonia de Tres Arroyos, criticó al mandatario venezolano y se reunió con Kirchner para hablar de energía.
› Por María Laura Carpineta
Las personas que pasaban por la Plaza San Martín cerca del mediodía ayer se sorprendieron al ver decenas de granaderos formados prolijamente, tocando la marcha de San Lorenzo. “¿Y ése quién es?,” preguntaba una señora extrañada por el despliegue de honores frente al monumento de San Martín, mientras señalaba a un hombre de unos cuarenta y tantos, con un bronceado caribeño y un impecable traje, que depositaba una ofrenda floral sobre el monumento del prócer. Como la señora, la mayoría de las personas que se habían tomado un minuto para mirar el supuesto espectáculo no sabían que se trataba del primer ministro de Dinamarca, Anders Fogh Rasmussen. Y menos aún que era la primera vez que un mandatario danés visitaba la Argentina.
Ni el nombre ni la cara de Rasmussen son conocidos en Argentina. Pocos saben que el premier conservador fue el que ordenó el cierre de la embajada danesa en Buenos Aires en mayo de 2002, cuando el país todavía estaba sumido en la crisis económica. Fue el único país que lo hizo, a pesar de que en Buenos Aires vive la segunda comunidad danesa más importante del mundo, después de la de Estados Unidos. Rasmussen explicó ayer que hace cinco años había tenido que reestructurar el Ministerio del Exterior. “No tuvo nada que ver con los problemas económicos de la Argentina”, afirmó en una conferencia de prensa en la Cancillería. Sin embargo, el lunes, durante su visita a la comunidad danesa en Tres Arroyos, el premier había reconocido que tomó una mala decisión. Por eso ayer reinauguró la embajada danesa y, más tarde, se reunió con el presidente, Néstor Kirchner, y se comprometió a reactivar las relaciones comerciales y de cooperación entre los dos países.
Los temas de esa reunión fueron de lo más variados. Discutieron sobre la necesidad de destrabar las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea para crear la mayor área de libre comercio del mundo, sobre la importancia de incluir a Argentina y Brasil en el futuro acuerdo climático europeo y sobre la posibilidad de cooperar en el área de energía. Rasmussen también se tomó su tiempo para expresarle al Presidente argentino su preocupación por la situación política venezolana y la figura de Hugo Chávez.
A primera vista parece extraño que el premier danés haya cruzado el mundo para discutir la influencia del presidente venezolano en la región. Sin embargo, desde que asumió en 2002 y terminó con el largo reinado de la socialdemocracia, Rasmussen ha demostrado ser un fiel aliado de la política exterior de su par estadounidense, George Bush. Se sumó a la ocupación en Afganistán y lo apoyó en Irak, marcando un hito en la historia danesa al apoyar por primera vez una ofensiva militar internacional por fuera del marco de las Naciones Unidas. A principios de año, el gobierno de Rasmussen prometió, junto con Londres, que retirará parte del contingente de 500 soldados que mantiene actualmente en Irak. Sin embargo, Copenhague ya confirmó que reforzará su presencia en Afganistán.
Además, la imagen del país escandinavo quedó fuertemente vinculada a la cruzada militar de la Casa Blanca en Medio Oriente con la crisis que desató la publicación de las caricaturas del profeta Mahoma. En septiembre de 2005, el diario conservador Jyllandsposten encendió una polémica mundial al publicar doce caricaturas que mostraban a Mahoma como un extremista. Al principio, las críticas estaban dirigidas al periódico. Sin embargo, la negativa de Rasmussen a repudiar las caricaturas trasladó los ataques al gobierno danés. “La libertad de expresión ante todo”, repetía una y otra vez el premier. Mientras tanto, en el mundo árabe las embajadas danesas ardían. En cuestión de semanas, Copenhague tuvo que retirar a su personal diplomático de Siria, Indonesia, Líbano e Irán.
Ayer, en el Palacio San Martín, Rasmussen habló de los puntos fuertes del país, la economía y la independencia energética, y recordó, como al pasar, el compromiso histórico del país con los derechos humanos.
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