Mié 25.04.2007

EL MUNDO  › EL EX PRESIDENTE SERA ENTERRADO HOY CON FUNERALES DE ESTADO

El legado de Boris Yeltsin divide a Rusia

› Por Andrew Osborn *
Desde Moscú

Desfilaron en silencio frente al féretro abierto, salvo algún sollozo ocasional, esforzándose para ver al hombre que les dio su primer gusto a libertad a comienzos de la década del ’90. Pero esto no era un masivo desahogo de dolor; vinieron de a miles y no de a decenas de miles, una señal, si se necesitaba alguna, de que en la muerte como en la vida, la contradictoria personalidad de Boris Yeltsin tiene el poder de dividir. Su cuerpo yacía debajo del gigante domo dorado de la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, cerca de las tranquilas aguas del río Moskva.

El chato y ancho exterior de la catedral era evocativo del aspecto de oso del político mismo y de verdad, si no fuera por Yeltsin, quizá la catedral no estaría en pie. Dinamitada por orden de José Stalin en 1931, fue reconstruida mientras Yeltsin estuvo en funciones y se convirtió en un llamativo símbolo de la Rusia de los ’90, la Rusia de Yeltsin. Ayer, él fue la atracción principal de la catedral.

Bajo la mirada de inmensos iconos colgados de las paredes, un sacerdote llenaba el aire con incienso y se escuchaba música de órgano suave en el fono. El cuerpo de Yeltsin estaba custodiado por una guardia de honor y la parte de abajo de su cuerpo estaba envuelto en la bandera rusa blanca, azul y roja. El féretro estaba colocado de tal manera que era posible discernir sólo parte de su perfil. Cerca de él, vestida de negro, estaba sentada su viuda, Naina, junto con sus dos hijas y otros miembros de la familia Yeltsin.

Afuera, el público hacía cola solemnemente, llevando flores y fotografías del hombre a quien habían venido a presentar sus últimos respetos. “Era mi presidente. Lo voté dos veces”, dijo Nikolai, un guardia de seguridad de 55 años. “Levantó la Cortina de Hierro para nosotros y nos dio nuestra libertad, una libertad que ahora parece que estamos perdiendo.” Con nueve claveles rojos, Natalia Rogojan, una ex obrera de fábrica, era igualmente efusiva, llamando al difunto político su “ídolo”. Reconoció que no había vivido a la altura de las expectativas de todos, llevando al país a la primera guerra chechena, maladministrando la economía, creando a los barones oligarcas ladrones y ordenando a los tanques que abrieran fuego contra la Casa Blanca Rusa.

“El problema era –dijo– que los rusos estaban tan cansados del comunismo que querían todo rápido. Todas nuestras esperanzas estaban atadas a él, pero por motivos objetivos no podían lograrse.” Lejos de la catedral, zigzagueando entre el tráfico, Viktor Bromov, un taxista, era menos caritativo. “Lo que me mata realmente –dijo– es que Yeltsin entregó nuestro patrimonio nacional a un puñado de personas a puertas cerradas y ahora son ellos los que gobiernan el país, no los políticos. Eso es imperdonable.” Imperdonable o no, Yeltsin será enterrado hoy con funerales de Estado.

Después de un oficio religioso al que asistirán el presidente Vladimir Putin y muchos grandes de Rusia, su cuerpo será enterrado en el famoso cementerio Novodevichy, de Moscú, lugar tradicional de descanso de escritores y compositores. El apuro con el que se lo está enterrando y su controversial legado parecen dispuestos para atraer a un diverso grupo de ex y actuales líderes mundiales. Se espera la asistencia del ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton y George Bush padre, al igual que el ex primer ministro John Major.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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