EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Primero, la cancha. El electorado francés se divide en cinco segmentos bastante definidos. De derecha a izquierda se sitúan el filonazi Jean-Marie Le Pen, que se llevó el 10% de los votos en la primera vuelta; el derechista Nicolas Sarkozy, que ganó la primera vuelta con el 31% de los votos; el centrista François Bayrou, que terminó tercero con el 18%; la socialista Ségolène Royal, que entró al ballottage con el 25%, y cinco partidos de izquierda, que sumados alcanzaron cerca del 12%. Para la segunda vuelta los partidos de izquierda volcaron su apoyo a la candidata socialista, mientras Le Pen llamó a los suyos a abstenerse, aunque se calcula que tres de cada cuatro de sus votantes lo haga por Sarkozy en el ballottage. A esos votos hay que sumar otro 3% de un candidato derechista cercano a Sarkozy. Toda esta complicada matemática hace que Royal necesite al menos dos de cada tres votantes de Bayrou para alcanzar el piso del candidato derechista. Bayrou no ha apoyado a ninguno de los candidatos en el ballottage, pero se ha mostrado más cerca de Royal y más crítico de Sarkozy. No obstante, Sarkozy mantiene una ventaja clara, de unos siete a diez puntos, en las encuestas.
Después, los jugadores. Royal es la hija de un militar y pareja del secretario general del Partido Socialista. Sarkozy, el hijo de inmigrantes húngaros con pasado de aristocracia menor. Royal es esencialmente una candidata mediática que se hizo conocer a través de su página de Internet y que fue impuesta al liderazgo de su partido, dentro del cual representa posiciones moderadas. Como funcionaria de gobiernos socialistas impuso políticas educativas compatibles con la agenda conservadora, pero defendió y expandió los programas sociales de los socialistas. Sarkozy es el ministro del Interior de Chirac y un clásico exponente de la nueva derecha. Maneja un discurso duro para los inmigrantes y dejó una imagen de autoritario durante los levantamientos de los suburbios parisienses en el 2005. Con su polémica propuesta de crear un Ministerio de Identidad Nacional buscó instalar el tema del patriotismo y la nacionalidad en el centro de la campaña. Royal empezó como favorita en las encuestas pero la ventaja se diluyó a partir de enero por una serie de errores, incluyendo desacuerdos públicos con su pareja, rencillas intrapartidarias y una demora inexplicable para presentar sus propuestas mientras esperaba el resultado de los “consejos ciudadanos” que cambiarían la forma de hacer política en Francia. Sarkozy también tuvo tropiezos, sobre todo por haber usado el aparato estatal para investigar a sus rivales políticos, pero su campaña fue de menor a mayor, gracias a un trabajado marketing político que le permitió presentar su ideas en la forma de eslóganes sencillos y pegadizos.
Después, el debate. Esta semana los candidatos se enfrentaron durante más de dos horas. Sarkozy, el autoritario, se mostró calmo y tranquilo a pesar de las continuas provocaciones de su rival. Royal, la de la sonrisa eterna, demostró que tiene corazón y agallas y fue por la yugular de su contrincante cada vez que pudo. Hablaron de muchos programas y por momentos la discusión se hizo muy técnica y tediosa. Royal usó un lenguaje elíptico y barroco y por momentos se mostró imprecisa con las cifras de la economía. Sarkozy fue más claro, pero no pudo evitar cierto machismo y el trato condescendiente que tanto se le critica, sobre todo cuando le dijo a Royal que le baje el dedito porque los presidentes no pueden ponerse nerviosos. La encuestas muestran que ganó Sarkozy y que ganó porque fue más claro.
Después, un escenario posible. Si Royal no consigue dar la sorpresa el domingo su futuro político no parece muy promisorio. Sería la segunda derrota de su marido al frente del partido y la dejaría sin apoyos y con una larga cola de dirigentes esperando para pasarle facturas. Bayrou lanzará un nuevo partido para las elecciones legislativas dentro de un mes, pero sin una base territorial para alimentar su red clientelar, corre el serio riesgo de que sus legisladores arreglen con alguno de los partidos mayoritarios y lo dejen solo. De hecho, 22 de los 29 legisladores de su actual partido ya se pasaron a las filas de Sarkozy. Por eso difícilmente logre sumar a dirigentes socialistas de peso, aunque seguramente volverá a robarle muchos votos, fortaleciendo a la derecha. A los socialistas les espera un gran debate: ¿competirán por el centro con Bayrou o se correrán más a la izquierda? A pesar de que el lugar que Francia ocupa en el mundo estuvo ausente en el debate y que casi no se habló, por ejemplo, de la guerra de Irak, una presidencia de Sarkozy seguramente traerá cambios profundos a la política exterior de ese país. Sarkozy es un admirador confeso de los Estados Unidos que no dudó en mostrarse con Bush en su peor momento. De ganar, Sarkozy se convertiría en el principal candidato a reemplazar al saliente premier británico Tony Blair como el aliado más confiable de los Estados Unidos en sus incursiones bélicas presentes y futuras. En el terreno doméstico empujaría las clásicas recetas liberales de flexibilidad laboral y apertura económica. Y Francia se convertiría en territorio hostil para los millones de inmigrantes e hijos de inmigrantes pobres diseminados en los suburbios de las grandes ciudades.
Después, la esperanza. Marisol Touraine es miembro del comité central del Partido Socialista y una de las figuras de su partido. En diálogo con Página/12 a horas del voto, la socióloga e hija del reconocido politólogo Alain Touraine pintó un panorama sombrío para su partido, pero se esperanzó: “Royal todavía está a tiempo de convencer a los franceses”.
Pero no le será fácil, aclaró la dirigente. “Hay una situación bastante difícil para el Partido Socialista. Parece que la derecha dura de Sarkozy se va imponiendo, si no por sus ideas, por una suerte de voluntarismo político. Si gana habrá mucha decepción, se vienen tiempos difíciles. Pero la campaña no terminó y siempre es posible que haya un cambio.”
Para la dirigente, hay derrotas y derrotas. Perder por menos de cinco puntos sería un resultado honroso, dadas las circunstancias, pero una derrota mayor podría causar un terremoto dentro del partido. En cualquier lectura habrá que medir en qué medida influyeron los errores de campaña de Royal y en qué medida se derechizó el electorado francés. “Vamos a tener que analizar los resultados. Bayrou ha tenido un resultado importante representando el voto de la derecha católica tradicional. Pero es muy difícil saber si la sociedad francesa ha cambiado. Yo tengo dudas. Es cierto que hay una demanda de orden, de seguridad y de autoridad. Los valores de la derecha estuvieron muy presentes en la campaña, pero son también valores de la candidata socialista, que no es de la línea tradicional de los socialistas. Si pierde no va a ser tanto por una campaña que fue más o menos buena. Eso es secundario. Si pierde es porque el Partido Socialista no ha estado a la altura del cambio que la evolución del mundo y la sociedad francesa reclaman. Un cambio para nuestra ideología, no sólo nuestro programa.” ¿Pero Royal no representaba ese cambio? “Sí, pero lo hizo como algo de ella. Apareció como una persona de ideas diferentes, pero sin que la gente sepa si esas ideas eran de la izquierda, del Partido Socialista o no. La fuerza de Royal es que la gente la considera una mujer libre, pero la gente pensó que esa libertad no tenía fundaciones muy claras. Sarkozy dio la imagen de un político tradicional. Royal era menos típica: una mujer moderna, que sin estar casada vive en pareja y tiene cuatro niños y al mismo tiempo es bastante tradicional en términos de familia, y tiene una educación católica que no es tan común acá como en la Argentina. Todo esto hizo pensar que representaba un cambio. Después del fracaso del 2002 (los socialistas ni entraron en el ballottage) se aspiraba a un cambio democrático y ella dio la impresión de que lo representaba porque era una mujer que les prestaba atención a temas que los políticos tradicionales ignoraban, como la familia, la escuela, las guarderías, la autoridad, la vida en los barrios populares, los problemas de cada día. Pero hubo cierta decepción en el partido por la forma en que fue elegida. Habrá que esperar los resultados del domingo.”
Después, el miedo. “Si gana Sarkozy habrá una tensión muy fuerte en algunos barrios. El es mucho más liberal que Chirac o De Gaulle en términos económicos”, advierte la dirigente socialista. “Representa una derecha dura que hasta ahora Francia no conoció.”
Para darse una idea de lo que se viene si se confirman los pronósticos, basta decir que después de la primera vuelta el filonazi Le Pen terminó muy enojado con Sarkozy. Lo acusó de haberle robado todas sus banderas.
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