Mientras miles de manifestantes destruían la Plaza de la Bastilla para protestar por el triunfo del candidato derechista, Sarkozy cenaba en un restaurante de lujo y descansaba en el yate de un millonario.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Los disturbios que se produjeron durante las manifestaciones contra la victoria del conservador Nicolas Sarkozy ya tienen sentencia: tres personas fueron condenadas ayer a penas de cárcel de hasta seis meses por haber participado en esos actos de violencia urbana que estallaron en varias ciudades francesas. Condenas firmes, “ejemplares”, según dijo el fiscal de la República. Unas horas hacia atrás en el tiempo, la noche del domingo al lunes, una Francia blanca y vestida con ropas de grandes marcas y de última moda festejaba el triunfo de Nicolas Sarkozy en la Plaza de la Concordia. Treinta mil personas y ninguna amenaza en los alrededores, celosamente controlados por la policía. Los incidentes estallaron en la Plaza de la Bastilla, donde los partidarios de la socialista Ségolène Royal habían previsto los festejos de una victoria que se quedó en las urnas. Paradoja profusa y confusa de muchachotes determinados a romper el barrio de los festejos históricos de la izquierda sin siquiera acercarse al otro, a la Plaza de la Concordia. Escaramuzas y humo de gases lacrimógenos que se repitieron en la madrugada del martes, en el mismo sector de la Bastilla, hasta la Plaza de la República, dos emblemas de la historia francesa, ruta emblemática, La Bastilla-La República, recorrida por los movimientos sindicales los días de manifestaciones y protestas contra las políticas oficialistas.
“Sarko facho, Sarko facho”, gritaban los jóvenes en su marcha de protesta nocturna contra la victoria de Nicolas Sarkozy, que este jueves vuelve de los dos días de descanso que se tomó en Malta, a bordo de un barco de lujo, La Paloma, propiedad de un industrial francés, “un amigo” del presidente electo, que suele alquilar el yate por 200 mil dólares. Imagen también alucinante en su doble contenido: primero, la noche en que ganó, antes de unirse a la multitud que lo esperaba en la Plaza de la Concordia, Sarkozy fue a cenar con unos amigos al lujoso restaurant Fouquets, en los Campos Elíseos. Después partió a Malta, mientras los jóvenes, en París, en Lyon, en Nantes, rompían vidrieras, motos, incendiaban autos –cerca de mil en 48 horas–. Luna de miel presidencial contra luna de hiel de una generación de jóvenes cuyo modo más comprometido de expresión es el frente a frente con los emblemas del Estado y la propiedad privada. Vincent Peillon, el portavoz de la campaña de la socialista Ségolène Royal, ironizó sobre las cortas vacaciones en yate de magnates. “Hay una forma de arrogancia, incluso de insulto frente a cierta cantidad de gente. Cuando se hace campaña con el tema de la Francia que se levanta temprano, con la sociedad de trabajo, cuando se critica la sociedad asistida... hay en esto una actitud indecente.”
Del Fouquets al yate, del yate a París. Presidente elegido para poner orden, la Justicia no esquivó la consigna mayoritaria que salió de las urnas. Tres manifestantes anti- Sarkozy detenidos el domingo por la noche en la ciudad de Lyon ven pesar sobre ellos una sentencia de seis meses de cárcel. El fiscal de la República reconoció que se trataba de “penas ejemplares”. Cinco de los tres jóvenes pertenecen a sectores acomodados y estudian en la selecta universidad de Ciencias Políticas. La versión de los jóvenes y la de los policías difieren. Los policías los acusan de formar parte de un grupo de quince jóvenes que golpearon a varios policías mientras estaban en el suelo. Versión desmentida por los acusados, y por las heridas ausentes en los cuerpos de quienes acusan. Pero la sentencia cayó, ejemplar, como modelo. Lo mismo ocurrió en Rennes, donde la Justicia condenó a un joven que participó en los disturbios del domingo a seis meses de cárcel. El muchacho –20 años– había cometido el delito de arrojar latas de bebidas y botellas sin causar herida alguna. En varias ciudades del interior de Francia muchos jóvenes arrestados el domingo y el lunes esperan su sentencia este miércoles. La elección de Nicolas Sarkozy ha puesto en pie de resistencia no sólo a los jóvenes de los suburbios sino también a los de París. Una movilización de los estudiantes empieza a despuntar en las universidades parisinas. Ayer, día feriado, los estudiantes de las universidades de La Sorbona y Tolbiac se reunieron en comité. No hay amenaza, pero sí miedo. Las principales organizaciones de estudiantes y bachilleres pusieron en tela de juicio esas reuniones. Bruno Julliard, presidente de la asociación estudiantil UNEF, dijo: “No hay ninguna razón para poner en tela de juicio esta victoria o de convocar a asambleas generales en las universidades, cuyo único propósito consiste en protestar contra la victoria de Sarkozy. Estos movimientos son contraproducentes”.
Del conjunto de incidentes que estallaron en el país desde el domingo aún quedan poco más de cien personas detenidas. Ayer, el primer secretario del Partido Socialista, François Hollande, hizo una suerte de llamado irónico a la calma cuando dijo: “Todos aquellos que protagonizan estos actos de violencia sólo les hacen un favor a aquellos que quieren más orden, más dureza”. Hollande invitó a los jóvenes a usar los formularios de voto en vez de la violencia, porque éste es aún útil dado que la próxima cita electoral es tan cercana como importante: 10 de junio, elecciones legislativas.
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