Bolivia y Brasil negocian la venta de las dos principales refinerías. La Paz pagaría 60 millones y Brasilia pide 250 millones de dólares.
› Por Por Pablo Ortiz
La negociación de dos refinerías ha hecho que la relación de hermanos que mantenían Evo Morales y Lula da Silva pase por momentos críticos. Ayer, el portal Terra Magazine publicó una entrevista con el presidente brasileño en la que por primera vez Da Silva se queja de los discursos de Morales y donde le pide que el negocio del gas y el petróleo no le haga olvidar las buenas relaciones entre ambos Estados. La última escalada de la relación energética entre Bolivia y Brasil comenzó el domingo pasado, cuando Morales firmó el decreto que daba el monopolio a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) para la exportación de petróleo reconstituido y gasolina blanca. Pero, más allá del control estatal sobre todas las exportaciones de hidrocarburos, con esta norma Bolivia le quitó a Petrobras un lucro anual de 70 millones de dólares y todo el atractivo a mantener la propiedad sobre las dos principales refinerías de Bolivia, que había adquirido en 1999 por 105 millones de dólares.
Si bien ambas refinerías no son más que dos gotas en la mar de facturación de Petrobras, fueron justamente las gotas que rebalsaron el vaso de Lula, quien durante su campaña de reelección presidencial había preferido no hablar sobre la nacionalización boliviana, respaldarla y aguantar los embates de sus opositores que a la postre le restó votos. Ayer fue el día de cobrar. El presidente brasileño asegura que entiende que Morales necesita realizar ese tipo de discursos para el pueblo boliviano, pero no debe olvidarse de lo que han conversado ambos. Lula se refiere a frases que Evo ha venido repitiendo en los últimos dieciocho meses. Cuando aún era candidato a la presidencia de Bolivia, Morales dijo que necesitaba socios y no patrones al referirse a todas las transnacionales que trabajan en Bolivia. Meses después, antes de viajar a Brasilia para negociar el precio del gas que se exporta a Brasil, el líder cocalero dijo que no era posible que un país pobre le subvencione la energía al vecino más rico. No recibió réplicas de Lula hasta ayer, cuando le recordó que “no se puede olvidar que hay socios y que el discurso no puede truncar la relación histórica entre ambos países”. También le recriminó que mientras él hace esfuerzos para legalizar la situación de cien mil bolivianos que viven en San Pablo, Bolivia trata de expulsar a brasileños asentados en la frontera entre ambos países.
Lo que no dijo Lula era el tamaño de socio que era Brasil para Bolivia. Hasta 2005, Petrobras controlaba casi un 40 por ciento del flujo económico del país gracias a sus inversiones de más de 2000 millones de dólares y del control de los principales campos de gas del país. Tampoco dijo que la Constitución boliviana prohíbe que extranjeros se asienten en una franja de 50 kilómetros dentro de sus fronteras, porque la pérdida de más de la mitad de su territorio le ha enseñado que no es la mejor geopolítica.
Luego de asegurar que la “radicalidad oral (de Evo Morales) es incompatible con el sentido común de quien gobierna”, Da Silva bajó un poco el tono y elogió la preferencia de ayudar a la mayoría indígena de Bolivia con que Morales administra el Estado. Esa línea de tratar de aplacar el temporal fue seguida por el ministro de Minas y Energía de Brasil, Silas Rondeau, que pidió que el sentido común reine en las negociaciones.
Y parece que le han hecho caso. Ayer, el presidente de Petrobras-Bolivia, Fernando de Freitas, se reunió con el ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Carlos Villegas, para fijar el precio de las refinerías en 112 millones de dólares. Aunque la cifra aún está lejos de los 60 millones ofrecidos por Bolivia (ése es el precio de libro de las refinerías), también es mucho menor a los 250 millones de dólares pretendidos la semana pasada por Petrobras y a los 125 millones invertidos entre compras y mejoras por la gigante brasileña entre 1999 y 2007 en ambos complejos. Además, como reconoce Villegas, la recuperación de la propiedad de ambas plantas permitirá a Bolivia recuperar lo pagado en año y medio. Con ello, hoy podría haber una solución a este conflicto que ha vuelto poco finas las relaciones entre Lula y Evo. Tal vez así, el presidente boliviano podrá volver a considerar a Lula un hermano mayor y el brasileño podrá seguir aconsejándole paciencia y apoyándolo en foros internacionales.
Desde Sucre
@La negociación de dos refinerías ha hecho que la relación de hermanos que mantenían Evo Morales y Lula da Silva pase por momentos críticos. Ayer, el portal Terra Magazine publicó una entrevista con el presidente brasileño en la que por primera vez Da Silva se queja de los discursos de Morales y donde le pide que el negocio del gas y el petróleo no le haga olvidar las buenas relaciones entre ambos Estados. La última escalada de la relación energética entre Bolivia y Brasil comenzó el domingo pasado, cuando Morales firmó el decreto que daba el monopolio a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) para la exportación de petróleo reconstituido y gasolina blanca. Pero, más allá del control estatal sobre todas las exportaciones de hidrocarburos, con esta norma Bolivia le quitó a Petrobras un lucro anual de 70 millones de dólares y todo el atractivo a mantener la propiedad sobre las dos principales refinerías de Bolivia, que había adquirido en 1999 por 105 millones de dólares.
Si bien ambas refinerías no son más que dos gotas en la mar de facturación de Petrobras, fueron justamente las gotas que rebalsaron el vaso de Lula, quien durante su campaña de reelección presidencial había preferido no hablar sobre la nacionalización boliviana, respaldarla y aguantar los embates de sus opositores que a la postre le restó votos. Ayer fue el día de cobrar. El presidente brasileño asegura que entiende que Morales necesita realizar ese tipo de discursos para el pueblo boliviano, pero no debe olvidarse de lo que han conversado ambos. Lula se refiere a frases que Evo ha venido repitiendo en los últimos dieciocho meses. Cuando aún era candidato a la presidencia de Bolivia, Morales dijo que necesitaba socios y no patrones al referirse a todas las transnacionales que trabajan en Bolivia. Meses después, antes de viajar a Brasilia para negociar el precio del gas que se exporta a Brasil, el líder cocalero dijo que no era posible que un país pobre le subvencione la energía al vecino más rico. No recibió réplicas de Lula hasta ayer, cuando le recordó que “no se puede olvidar que hay socios y que el discurso no puede truncar la relación histórica entre ambos países”. También le recriminó que mientras él hace esfuerzos para legalizar la situación de cien mil bolivianos que viven en San Pablo, Bolivia trata de expulsar a brasileños asentados en la frontera entre ambos países.
Lo que no dijo Lula era el tamaño de socio que era Brasil para Bolivia. Hasta 2005, Petrobras controlaba casi un 40 por ciento del flujo económico del país gracias a sus inversiones de más de 2000 millones de dólares y del control de los principales campos de gas del país. Tampoco dijo que la Constitución boliviana prohíbe que extranjeros se asienten en una franja de 50 kilómetros dentro de sus fronteras, porque la pérdida de más de la mitad de su territorio le ha enseñado que no es la mejor geopolítica.
Luego de asegurar que la “radicalidad oral (de Evo Morales) es incompatible con el sentido común de quien gobierna”, Da Silva bajó un poco el tono y elogió la preferencia de ayudar a la mayoría indígena de Bolivia con que Morales administra el Estado. Esa línea de tratar de aplacar el temporal fue seguida por el ministro de Minas y Energía de Brasil, Silas Rondeau, que pidió que el sentido común reine en las negociaciones.
Y parece que le han hecho caso. Ayer, el presidente de Petrobras-Bolivia, Fernando de Freitas, se reunió con el ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Carlos Villegas, para fijar el precio de las refinerías en 112 millones de dólares. Aunque la cifra aún está lejos de los 60 millones ofrecidos por Bolivia (ése es el precio de libro de las refinerías), también es mucho menor a los 250 millones de dólares pretendidos la semana pasada por Petrobras y a los 125 millones invertidos entre compras y mejoras por la gigante brasileña entre 1999 y 2007 en ambos complejos. Además, como reconoce Villegas, la recuperación de la propiedad de ambas plantas permitirá a Bolivia recuperar lo pagado en año y medio. Con ello, hoy podría haber una solución a este conflicto que ha vuelto poco finas las relaciones entre Lula y Evo. Tal vez así, el presidente boliviano podrá volver a considerar a Lula un hermano mayor y el brasileño podrá seguir aconsejándole paciencia y apoyándolo en foros internacionales.
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