Para frenar el crecimiento de las sectas evangelistas, el Papa santificó a un beato que repartía “pastillas milagrosas” de papel de arroz a sus fieles. El ministro de Salud, retado por su madre.
Una emocionada multitud de más de un millón y medio de fieles acompañó ayer la misa de dos horas en la que el papa Benedicto XVI canonizó al primer santo nacido en Brasil, Frei Galvao, en Campo de Marte, en San Pablo. El Papa llegó a bordo de su “papamóvil” y, antes de dirigirse al altar, dio una vuelta en su vehículo blindado en torno del Campo de Marte, donde los fieles lo saludaron entusiasmados.
El momento que más entusiasmó a los feligreses fue cuando Benedicto XVI oficializó la canonización del primer santo nacido en el país con el mayor número de católicos del mundo: “Declaramos y definimos como santo al beato Antonio de Sant’Anna Galvao, lo inscribimos en la lista de los santos y establecemos que en toda la iglesia sea devotamente honrado entre los santos”.
Para participar de la primera misa campal, de las dos que celebrará el pontífice durante sus cinco días de visita a Brasil, millares de personas hicieron vigilia desde la noche del jueves, con sacos de dormir y abrigos para soportar el frío inclemente que azota a la ciudad desde hace varios días. En su homilía, el Papa destacó el ejemplo de vida del monje brasileño que vivió en el siglo XVIII, ahora llamado San Antonio de Sant’Anna Galvao, y sostuvo que el nuevo santo dejó “un bello ejemplo” para los que viven “en una época tan llena de hedonismo”.
La canonización de Frei Galvao en tierras brasileñas es considerada por especialistas como una estrategia utilizada por la Iglesia para contener el éxodo de fieles hacia otras religiones que se registra en las últimas décadas. Los poderes curativos que se le atribuyen a Frei Galvao son propagados hasta hoy a través de sus “pastillas milagrosas”, pequeños pedacitos de papel de arroz envueltos en forma de píldora, donde está escrita una novena a la Virgen María, que el devoto debe consumir mientras reza.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, rechazó la petición que le hizo el papa Benedicto XVI para que Brasil y el Vaticano firmen un acuerdo que establece condiciones favorables para la Iglesia en el país. La decisión de Lula de manifestar su opción por un Estado laico durante la reunión privada que tuvo el jueves con el Papa fue el asunto más destacado ayer en las informaciones de prensa sobre la visita que Benedicto XVI inició el miércoles a Brasil. En un encuentro que tuvo con los 40.000 jóvenes en el estadio Pacaembó de San Pablo, el Papa defendió asuntos morales, con énfasis en la familia, en el casamiento y en la castidad. “El Papa defendió la castidad antes del matrimonio, condenó la infidelidad y pidió empeño en la tarea de evangelización”, según publicó O Estado de Sao Paulo.
Por su parte, el ministro de Salud, José Gomes Temporao, reveló ayer que decidió hablar menos de su defensa de la legalización del aborto, porque recibió un tirón de orejas de su madre, que tiene 89 años, y es católica. Gomes dijo que va a hablar cuando se retire el Papa. La cuestión del aborto dividió las aguas en Brasil. El Papa había defendido la excomunión de los abortistas, mientras Lula le contestó que se trataba de un tema de salud y no de religión.
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