Dom 27.05.2007

EL MUNDO

Zapatero ante su primer examen con los electores

› Por Oscar Guisoni

Desde Madrid

Cuando falta menos de un año para que culmine su mandato, José Luis Rodríguez Zapatero enfrenta hoy en España su primer test electoral de envergadura. 35 millones de electores están llamados a elegir los presidentes de 13 de las 17 comunidades autónomas en las que se divide el reino y las autoridades de 8111 municipios, luego de una intensa campaña electoral en la que el enfrentamiento ríspido entre los dos principales partidos políticos –el PSOE en el gobierno y el PP en la oposición– ha primado por encima de las problemáticas locales que preocupan al electorado.

A pesar de estar en juego la mayor parte de las administraciones locales y regionales, la campaña ha estado dominada por el tema excluyente de la política nacional durante los últimos tiempos: la lucha contra el terrorismo etarra y el fallido proceso de paz con el grupo separatista vasco, gracias a la insistencia de la derecha opositora en plantear el proceso electoral como un plebiscito contra la supuesta claudicación de Zapatero a las exigencias independentistas de ETA. El máximo líder del PP, Mariano Rajoy, ha llegado incluso a considerar estas elecciones como una especie de “primarias” que, de saldarse con una victoria de su formación, anticiparían su asalto al palacio de La Moncloa el próximo año. Los intentos del PSOE por centrar el eje del debate en su exitosa gestión de gobierno durante los últimos tres años, caracterizados por un sostenido crecimiento económico y una meritoria ampliación del estado de bienestar a contracorriente de la mayoría de los países europeos, parecen haber resultado vanos a juzgar por lo que anuncian los sondeos previos.

El primer ministro español se ha mostrado profundamente preocupado durante los últimos días por el previsible abstencionismo de los votantes de izquierda que auguran las encuestas, y cuya masiva movilización en marzo de 2004 le dio la victoria al PSOE, ante la escandalosa conducta del gobierno del “popular” José María Aznar que intentó encubrir la autoría islámica de los atentados del 11-M que sacudieron al país tres días antes de las elecciones, vinculados a su participación junto a George Bush y Tony Blair en la guerra de Irak, y que el PP intento adosárselos sin base alguna a ETA.

El conflicto vasco se ha transformado en el centro de la campaña desde el momento mismo en que el entorno político etarra intentó colarse en las elecciones a pesar de la prohibición que pesa sobre Herri Batasuna, la histórica agrupación que representa a la izquierda independentista. De acuerdo con la ley de partidos políticos española, ninguna formación que justifique el uso de la violencia política tiene derecho a competir en las elecciones. Batasuna intentó eludir esta proscripción colando sus principales referentes en la recientemente creada Acción Nacionalista Vasca (ANV). La Justicia impugnó la mayoría de las listas presentadas por ANV aunque 136 de ellas lograron eludir la impugnación. En base a este dato el PP acusó a los socialistas de “abrir las instituciones a ETA”. El ex primer ministro José María Aznar llegó incluso a afirmar días antes del cierre de la campaña que “todo voto que no vaya al PP será un voto para que ETA esté en las instituciones”. El exabrupto del ex mandatario preocupó a la plana mayor del Partido Popular que teme a la hasta ahora inexistente movilización del electorado de izquierda, crítico con la tibieza y el excesivo centrismo de la mayoría de los candidatos regionales socialistas.

De las 13 comunidades que hoy se ponen en juego (todas menos Cataluña, Galicia, País Vasco y Andalucía), el Partido Socialista controla actualmente cinco, el PP siete y una (Islas Canarias) está en manos de un partido regionalista. La gran mayoría de las encuestas realizadas durante la campaña arrojan un resultado ambiguo y de difícil lectura política: por un lado, auguran un virtual empate técnico entre socialistas y populares, con una ligera preponderancia del PP en cantidad de votos. Sin embargo, a pesar de su victoria los populares podrían llegar a perder dos de las siete comunidades en las que son oficialismo, mientras que los socialistas estarían en condiciones de retener las cinco que ponen en juego, al tiempo que dependerá de su política de alianzas alzarse con el control de las otras tres. Si el PP pierde en el crucial territorio de Navarra su previsible ajustada victoria a nivel nacional se volverá intrascendente. Y Zapatero tendrá otras armas con las que afrontar las elecciones generales del próximo año.

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