EL MUNDO › LOS DOS CANDIDATOS PRESIDENCIALES SE TRENZAN EN LAS LEGISLATIVAS FRANCESAS
El presidente y la ex candidata socialista son los grandes protagonistas del inicio de la campaña por las cruciales elecciones legislativas del 10 de junio. Sarkozy olvidó su investidura para apuntalar a su partido en una reunión partidaria y Royal hizo lo mismo, dejando de lado su pelea con los popes del partido.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal vuelven a cruzar sus destinos. Ni el presidente francés ni la derrotada candidata socialista a la elección presidencial están formalmente implicados en elecciones legislativas del próximo 10 de junio, pero ambos animaron ayer el primer gran meeting de una consulta que puede convertirse en el cadalso del socialismo francés. La amenaza concreta que se esboza en el horizonte es ver una Asamblea llena del azul conservador y apenas un puñado de rosas esparcidas entre las filas parlamentarias. Hecho poco común para un presidente en ejercicio, Nicolas Sarkozy participó ayer en una gran “reunión republicana” –así bautizada por sus organizadores– con el propósito de alentar el voto y obtener el 10 de junio la mayoría legislativa que le hace falta a fin de llevar a cabo las reformas prometidas. Ségolène Royal, que no se presenta a ningún cargo electivo para respetar la ley sobre la acumulación de mandatos, estuvo en un gran meeting organizado en París al que asistieron los elefantes del partido –así se llama a los líderes del PS–. Entre ellos estaban los críticos más acérrimos de Royal y su compañero y primer secretario del PS, François Hollande: Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn.
Unidos por obligación para no desaparecer en las legislativas, los socialistas dejaron de lado por un momento sus incurables oposiciones. Ségolène Royal llamó a una movilización general de los electores. La candidata presidencial socialista afirmó que los electores habían sido engañados por Nicolas Sarkozy con una serie de promesas que juzgó “irrealizables” y presentó la consulta legislativa como un “desafío mayor para reinventar la izquierda de mañana”. Más que la izquierda, lo que hay que inventar ahora es una oposición política con capacidad de oponerse. Si la dinámica que llevó a Nicolas Sarkozy se prolonga en las urnas los próximos 10 y 17 de junio (primera y segunda vuelta), la izquierda socialista será un pálido astro sin gravitación alguna y el presidente y su partido, la UMP, tendrán las manos libres para gobernar a su antojo. Sarkozy abrió el duelo con acentos de una tercera vuelta presidencial e invitó a los electores a confirmar su apuesta de hace casi un mes: “Pido la mayoría que necesito para gobernar y para cumplir las promesas que hice al pueblo francés (...). “No podemos esperar cinco años más en el inmovilismo. Quedan dos semanas para avanzar”, dijo Sarkozy. En el mismo todo pero con otro objetivo, Ségolène Royal interpeló a los electores: “Francia los necesita para construir una nueva oposición fuerte, vibrante, comprometida, vigilante y consciente de sus responsabilidades ante la derecha”.
Lo que está en juego el 10 de junio es toda la arquitectura de la Francia política de los próximos cinco años. Los sondeos de opinión adelantan que esa arquitectura tendrá sus pilares a la derecha. Una encuesta del viernes pasado vaticina que la conservadora UMP podría obtener hasta 43,5% de los votos en las legislativas, lo que equivale a la pesadilla –para la izquierda– de 442 escaños posibles de un total de 577. Hoy, la Asamblea Nacional francesa o Cámara de Diputados consta de 359 bancas ocupadas por el partido UMP, 149 por los socialistas, 29 por los centristas y 35 por miembros de otros partidos minoritarios o independientes. Si las proyecciones se realizan, dentro de menos de dos semanas el PS se quedaría apenas con 142 escaños mientras que los centristas de François Bayrou no irían más allá de los seis diputados a raíz del sistema electoral de mayorías.
Ante un Nicolas Sarkozy eufórico y seguro que promete aplicar aquello para lo cual fue electo, es decir, reformas profundas, los socialistas agitan la amenaza de la hegemonía conservadora. Resulta arriesgado calcular que Francia traslade su confianza de la derecha a una izquierda azotada por la conquista del liderazgo del Partido Socialista y por su inaplazable modernización. El PS vive el fin de su propio ciclo. François Hollande –primer secretario– ya anunció que no será candidato a su sucesión el año que viene, cargo que ocupa desde 1997. Ayer, los socialistas aparecieron juntos en una de esas misas electorales que brillaron por su ausencia durante la campana presidencial. Al cabo de tres semanas de cuchilladas y ataques desde todos los ángulos en el seno del PS, los llamados elefantes rosas mostraron una imagen compacta... algo tardía frente a las citas que se avecinan. Las aclamaciones de los militantes reunidos en París ya muestran el camino futuro: ovacionaron a Ségolène Royal, aclamaron a François Hollande –los más criticados en el seno del PS–, silbaron al ex ministro de Economía Dominique Strauss-Kahn y escucharon en silencio al ex jefe de gobierno Laurent Fabius. El discurso fue el mismo: “Poder insaciable” –de la derecha–, “máquina infernal”, “derecha voraz”. Izquierda y derecha volvieron ayer a la escena con metas distintas: un voto de confirmación para la segunda, un voto de sobrevivencia para la primera. Sea como fuere, reactivado por las urnas o sepultado por ellas, el PS francés empieza a cerrar un libro de historia de 25 años con dos presidencias ganadas y tres perdidas sucesivamente.
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