Vie 01.06.2007

EL MUNDO  › SARKOZY SUMO EL APOYO DE ZAPATERO PARA EL PLAN B DE MERKEL

Revés para la Carta Magna Europea

El presidente francés convenció a su par español de apoyar el “acuerdo mínimo” que impulsa la canciller alemana como alternativa a la adopción de la Constitución Europea, que había sido aprobada por el 76 por ciento del voto en España, pero luego derrotada en Francia y Holanda.

› Por Oscar Guisoni

Desde Madrid

Nicolas Sarkozy enterró ayer en Madrid de modo definitivo la malherida Constitución Europea con la ayuda inesperada del primer ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero. En su primera visita oficial al país, el “hiperpresidente” francés, como comienzan a llamarlo los principales medios de comunicación del continente por su apretada y ambiciosa agenda política durante sus primeros días en el gobierno, logró convencer a su reticente par español de la conveniencia de dejar de lado su defensa acérrima del Tratado Constitucional aprobado durante el 2006 en España por un plebiscito con el respaldo del 76 por ciento de los votos. Zapatero se suma así a la iniciativa de la alemana Angela Merkel, secundada recientemente por Sarkozy, de propiciar la aprobación de un “tratado de mínima” que rescate los puntos en los que los 27 países de la Unión se ponen de acuerdo, dejando de lado aquéllos más conflictivos.

Rodríguez Zapatero se oponía fervientemente a esta opción “de mínima” por considerar que era una falta de respeto a los 18 países que ya habían dado su aprobación al texto a través de referéndum o por votación parlamentaria.

La ambiciosa Constitución Europea fue aprobada a duras penas el 18 de junio de 2004 en un pleno de la Unión realizado en Roma, luego de que el ex presidente francés Valéry Giscard D’Estaing visitara durante meses todas las capitales del Viejo Continente tratando de redactar un texto que convenciera a los por ese entonces 25 socios comunitarios. Pero el tratado sólo tenía previsto entrar en vigor luego de que los países miembros dieran su aprobación parlamentaria o por medio de referéndum popular. En el 2005 el proyecto quedó herido de muerte luego de que los ciudadanos de Holanda y Francia lo rechazaron en las urnas. A partir de ese momento, Europa entró en una de las mayores crisis políticas desde su fundación hace medio siglo, de la que no ha logrado salir todavía.

Con la llegada de la conservadora Angela Merkel al poder en Alemania comenzó a instalarse la idea de parir un tratado de mínima, o “minitratado” como lo llama la prensa francesa, que contenga los puntos que no despiertan objeciones, al menos de los países con mayor peso, vale decir: Inglaterra, Italia, Francia, Alemania y España. La idea fue rechazada de plano por el gobierno socialista en Madrid, que se terminó transformando en el último bastión de defensa de la fallida Constitución. Con el ascenso al poder en Francia del conservador Nicolas Sarkozy, la propuesta alemana ganó espacio y ayer el nuevo mandatario galo terminó de ponerle el broche de oro al proyecto al sumar al reticente Rodríguez Zapatero a la movida.

Zapatero afirmó ayer, en conferencia de prensa junto a un sonriente Nicolas Sarkozy, que “nos hemos conjurado para llegar a un acuerdo lo más rápido posible”, lo que en términos de política continental significa darle carta blanca a Angela Merkel para que ponga sobre la mesa un texto con su propuesta en la próxima cumbre europea que se celebrará en Bruselas el 21 y 22 de junio. Merkel se había fijado el ambicioso proyecto de destrabar el proceso constitucional durante el presente semestre en el que Alemania ha dirigido los destinos de la Unión. A la vista de los inconvenientes con los que se encontró en enero, muy pocos apostaban a que pudiera cumplir con su proyecto de alto vuelo. Uno de esos escollos era José Luis Rodríguez Zapatero y ayer Sarkozy se lo borró de un plumazo.

Zapatero aclaró de todos modos que España aceptará “un tratado simplificado, menos largo”, pero no renunciará a los puntos que considera centrales para dotar a Europa de mayor presencia política internacional, instituyendo una presidencia continental y creando la figura de un ministro de Asuntos Exteriores, un punto al que se oponen férreamente los siempre díscolos ingleses. El premier socialista también ha insistido en que se debe mantener el voto cualificado a la hora de tomar decisiones de envergadura, a la vez que se debe proceder a una reforma del Consejo Europeo. En el olvido quedarán seguramente los aspectos tendientes a lograr una efectiva ciudadanía europea o aquellos que pretendían establecer una Justicia de última instancia que unificara las legislaciones nacionales. Queda ahora por ver si el texto que presentará Merkel en la cumbre de junio logra convencer a los 27 países miembro o si Europa continuará sumida en una crisis política que le quita credibilidad internacional al tiempo que paraliza a sus principales instituciones a la hora de llevar adelante las reformas urgentes que necesita la Unión para no perder el tren de la historia.

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