Anticipándose a la cumbre del G-8, el mandatario de EE.UU. presentó una estrategia contra el cambio climático para apaciguar las críticas por no adherir al Protocolo de Kioto.
› Por Antonio Caño *
Desde Washington
Crecientemente aislado del resto del mundo y sometido a una fuerte presión nacional e internacional sobre esta materia, el presidente norteamericano, George Bush, presentó ayer una estrategia de lucha contra el cambio climático que incluye una cumbre de los principales países emisores de gases contaminantes que debería celebrarse el próximo septiembre en Estados Unidos.
Esta iniciativa, que también aboga por la eliminación de barreras arancelarias para el intercambio de tecnología sobre medio ambiente, trata de salir al paso de las críticas recibidas por el gobierno norteamericano, que no es signatario del Protocolo de Kioto, en vísperas de la cumbre del G-8, los próximos 6 y 7 de junio en Alemania.
Hasta los mejores amigos de Bush, como el primer ministro británico, Tony Blair, le han pedido al presidente estadounidense un cambio de su posición contraria al establecimiento de cualquier objetivo preciso o fecha para la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. También la canciller alemana, Angela Merkel, y el nuevo presidente francés, Nicolas Sarkozy, que mantienen buena comunicación con la Casa Blanca en otros asuntos, han dejado oír recientemente sus discrepancias con la administración norteamericana en materia medioambiental.
El borrador de acuerdo preparado por Alemania para la cumbre del G-8 incluye la reducción de emisiones de gases en 2050 a niveles un 50 por ciento inferiores a los existentes en 1990, así como una reducción para 2020 del 20 por ciento de la energía para electricidad y transportes.
Bush, aunque presentó a comienzos de este año ante el Congreso de este país una propuesta para reducir un 20 por ciento el consumo de gasolina para el año 2020, no apoya el contenido de ese borrador. Así se lo expuso personalmente el presidente a Merkel en su última visita a Washington, hace dos semanas. Posteriormente, en su último viaje a esta capital como primer ministro, también Blair pidió a Bush mayor flexibilidad de cara a la cumbre del G-8. Ese movimiento ha resultado ser por ahora una iniciativa en la que al menos se reconoce la gravedad del problema y se ofrece la disposición de encontrarle una solución. “Nos tomamos este asunto muy en serio. Es importante que tengamos éxito y para eso queremos crear un sistema que permita seguir de cerca el cumplimiento de los compromisos por parte de cada país”, dijo ayer Bush al presentar sus propuestas.
La cumbre sobre el medio ambiente, en caso de salir adelante, intenta ser un nuevo punto de partida para Estados Unidos, una especie de Kioto 2 –el actual tratado expira en 2012– al que Washington tuviera oportunidad de reengancharse. Según un portavoz de la Casa Blanca que explicó la propuesta, el propósito es el de invitar a esa reunión, además de al anfitrión –el mayor emisor del mundo de dióxido de carbono– a los jefes de Estado de los países del G-8 y a otros grandes emisores, como China, India, Brasil, Australia o México. La propuesta sobre la eliminación de aranceles de la tecnología medioambiental supondría, según las mismas fuentes, la completa apertura de fronteras para esos productos en el plazo de seis meses.
En Bruselas, la Comisión Europea ha tirado la toalla y da por imposible que Estados Unidos se comprometa en la cumbre a un calendario de reducción de emisiones como el que propone Merkel, informa Ana Carbajosa.”Sería poco realista pensar que Estados Unidos adoptará un compromiso vinculante”, explicaron ayer fuentes comunitarias muy próximas a la negociación. “Sería demasiado optimista pensar en un acuerdo de ese tipo”, añadieron.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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