Vie 01.06.2007

EL MUNDO

Mayo, el mes más rojo para los soldados en Irak

Murieron 122 militares norteamericanos, un número solamente superado a fines de 2004. Estados Unidos prepara una estadía larga en ese país, informó el jefe del Pentágono, Robert Gates.

Ayer terminó uno de los peores meses para las tropas estadounidenses en Irak. El número de soldados muertos en mayo alcanzó los 122, una cifra sólo superada en noviembre de 2004, cuando las fuerzas norteamericanas se enfrentaron en un largo y cruento combate con los rebeldes en Faluja. En estas últimas semanas no hubo ninguna ofensiva importante ni una confrontación como la de tres años atrás. Consciente de ello, el comando militar estadounidense anunció que está negociando un cese del fuego con algunos grupos insurgentes. Al mismo tiempo, el secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, anunciaba que la Casa Blanca está preparando una presencia militar a largo plazo en Irak, al estilo de su alianza con Corea del Sur o Japón.

Mientras la sociedad estadounidense conocía las últimas cifras de los soldados muertos en Irak, en la Casa Blanca el presidente iraquí Jalal Talabani aseguraba que su par George Bush era considerado un héroe en su país. Según el mandatario, Bush los “liberó” en 2003 y todavía lucha por asegurar la libertad en Irak. Así justificó la incesante violencia que desde la invasión de 2003 azota al país. Ayer 30 iraquíes y seis soldados norteamericanos murieron. Los primeros fallecieron cuando hacían cola para anotarse en un centro de reclutamiento policial en la ciudad de Faluja, al oeste de Bagdad. El atentado además dejó más de 50 heridos. Los soldados norteamericanos murieron en diferentes explosiones, mientras hacían tareas de vigilancia y patrullaje en distintas zonas del país. Con ellos ya suman más de 3740 soldados muertos en acción desde la invasión de 2003.

A esto hay que agregarle el posible secuestro y ejecución de dos empleados de la embajada estadounidense en Bagdad. El Departamento de Estado los dio por desaparecidos ayer. Unos minutos después un grupo cercano a Al Qaida reivindicaba la captura de los dos estadounidenses y anunciaba su ejecución. Anoche Washington todavía no había autentificado el mensaje. Según informes de la prensa estadounidense, el número de civiles –contratistas y funcionarios– norteamericanos muertos en el conflicto también está creciendo en lo que va del año.

Ya pocos dudan, en Estados Unidos y en Irak, de que la nueva estrategia de seguridad de la Casa Blanca no ha logrado detener la ola de atentados, explosiones y enfrentamientos en el territorio iraquí. El mismo Bush reconoció la semana pasada que todavía quedan fuertes enfrentamientos por delante. El presidente norteamericano aseguró que agosto será un mes aún más duro para las fuerzas internacionales y las iraquíes. En su discurso, el mandatario no demostró ninguna señal de que cambiará su estrategia. A pesar de que los comandantes norteamericanos en Irak ya hace un tiempo le han advertido sobre la necesidad de construir una estrategia que no sea meramente militar, sino que contenga también herramientas políticas.

Pero una cosa es la que se dice en Washington y otra la que se hace en Irak. El general Raymond Odierno, el número dos del contingente estadounidense en Irak, anunció ayer que representantes norteamericanos están dialogando con grupos insurgentes. “Creo que alrededor del 80 por ciento está dispuesto a la reconciliación, ya sea el Ejército del Mehdi –chiíta– o los insurgentes sunnitas”, estimó el oficial, quien reconoció por primera vez un contacto con las milicias rebeldes. “Pero también hay elementos que no están dispuestos”, aclaró, refiriéndose a Al Qaida.

Sin embargo, estas negociaciones tendrán que sortear muchas dificultades. El ministro iraquí de Relaciones Exteriores, Hoshyar Zebari, acusó ayer al ejército del Mehdi, dirigido por el clérigo del dirigente radical chiíta Muqtada al Sadr, de estar detrás del secuestro de cinco británicos, un operativo que dejó al desnudo las ineficiencias de la estrategia de seguridad estadounidense en Bagdad. La milicia chiíta, férrea opositora del gobierno iraquí, negó las acusaciones.

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