Dom 03.06.2007

EL MUNDO  › OPINION

Peligros ignorados

› Por Robert Fisk *

Mirado superficialmente tiene sentido. Un grupo de islamistas radicales combatiendo al ejército libanés en medio de las ruinas del campo de refugiados Nahr el Bared. Nahr el Bared significa “el río frío”, aunque allí no hay tal río. Sólo hay bombardeos del ejército libanés. De hecho, los helicópteros Gazelle estuvieron disparando durante todo el día ayer. Aparentemente, otro capítulo de la guerra contra el terrorismo.

En realidad, se trata de otra tragedia dentro del mismo conflicto (aunque deberíamos borrar la palabra terrorismo). Los Gazelles no tienen cohetes –-una cortesía de Estados Unidos en respuesta al temor de Israel de que fueran utilizados contra sus fuerzas–. Los belgas incluso habían ofrecido tanques Leopardos, pero Estados Unidos vetó la iniciativa para evitar que los libaneses eventualmente los usaran contra los israelíes. En conclusión, los libaneses están suficientemente armados para combatir a los palestinos, pero no para enfrentar a sus enemigos de la frontera sur.

¿Siria apoya a Fatah al Islam? Probablemente sí. Pero un discurso familiar empezó a escucharse ayer. La Cruz Roja Internacional llamó a “todas las partes” a acordar un cese de fuego, una frase usada promiscuamente durante la guerra civil de 1975-1990 en el Líbano, como si los milicianos palestinos fueran combatientes en un conflicto civil, en vez de los asesinos de veinte soldados libaneses. Ayer la BBC se sumaba a este clima de guerra, al referirse al “laberinto de edificios de concreto y angostos pasillos” que es Nahr el Bared, como si los campos de refugiados en Medio Oriente no fuesen todos iguales.

Entonces, ¿puede el ejército libanés realmente pelear la guerra estadounidense en el norte de su país? A pesar de estar compuesto por chiítas, sunnitas, drusos y cristianos, el ejército se ha mantenido unido. Sin embargo, no fue creado para pelear las guerras de Occidente en Medio Oriente. Hace sólo una semana, en el sur del país, se reunieron en secreto oficiales de inteligencia franceses, italianos y españoles –designados a las embajadas en Beirut– con importantes jefes del movimiento guerrillero Hezbolá, el mayor enemigo de Israel en el Líbano.

Hezbolá les aseguró –como ellos esperaban– que sus soldados, que participan de la renovada misión de paz internacional en el sur libanés, serían protegidos de Al Qaida y de sus amigos en Fatah al Islam. También les dijeron que si Israel volvía a atacar en los próximos meses, habría una guerra mucho más cruenta que los 34 días de conflicto en junio y julio pasado. Al norte del río Litani, Hezbolá está construyendo nuevas rutas y bunkers, estratégicos en una eventual futura batalla con Israel –este avance pasó inadvertido gracias al nuevo conflicto que estalló en el norte del país en las últimas semanas–.

Como los campos de refugiados en el norte están muy aislados, y como Beirut sobrevive a pesar de los ataques nocturnos de desconocidos (como siempre se los llama), el país todavía presenta una imagen de paz y relativa normalidad. Pero la verdad es que está en grave peligro y –como en Afganistán e Irak– nosotros seguimos ignorándolo.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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