EL MUNDO › UNA FUERZA PALESTINA PARA FRENAR LA VIOLENCIA
› Por Georgina Higueras *
desde Beirut
Un rayo de esperanza asomó ayer en el deteriorado panorama libanés. Tras dos días de intensas negociaciones las facciones palestinas alcanzaron un acuerdo para pacificar el campo de refugiados de Ain al Helue, el mayor de los 12 existentes en Líbano, situado junto a la sureña ciudad de Sidón. Fue un respiro en la sofocante tensión que encierra en sus casas a la absoluta mayoría de los libaneses en cuanto cae la tarde.
Las distintas fuerzas políticas del País de los Cedros han aplaudido el acuerdo que, al menos de momento, frena el temor a que el enfrentamiento entre el ejército libanés y la milicia de Yund al Sham hiciera incontrolable la violencia en Ain al Helue e incendiara no sólo los campos de refugiados palestinos sino todo Líbano. Este grupúsculo de radicales sunnitas, que ni tan siquiera tiene líderes conocidos y que, según fuentes del espionaje, tiene poco más de 50 miembros en su mayoría libaneses fugitivos de la Justicia, declara su simpatía por Al Qaida y utiliza las web de los extremistas islámicos para la difusión de sus comunicados.
Mientras, en el norte del país, en el campo de refugiados de Naher el Bared, donde se produjo el estallido del conflicto hace 19 días, el ejército estrecha el cerco sobre los milicianos de Fatah al Islam. Los combates prosiguen pero con menos intensidad. El gobierno libanés y la Organización para la Liberación de Palestina –OLP–, que supervisa a los más de 400.000 refugiados establecidos en Líbano desde 1948, coinciden en que la única salida posible es “la rendición sin condiciones de los terroristas”.
El acuerdo de Ain al Helue prevé que mañana mismo se despliegue una fuerza tapón de 150 hombres entre el ejército libanés, que tiene rodeado el campo, y los jihadistas. La fuerza la integrarán las distintas facciones palestinas, desde las principales –Al Fatah y Hamas–, a las más pequeñas y radicales, como el Movimiento Jihadista Islámico, Ansar Alá y Ustab al Ansar. Precisamente una facción escindida de este último grupo dio origen a Yund al Sham. “Nosotros necesitamos la pacificación de los campos tanto como el ejército libanés, porque una ruptura de los difíciles equilibrios sobre los que se sostiene el país supondría una nueva guerra civil y el estallido de toda la región”, declara en una entrevista Hesham Dibsi, portavoz de la OLP en Líbano.
Los servicios de inteligencia libaneses son conscientes de que en los últimos tiempos se han infiltrado en los campos palestinos numerosos simpatizantes de Osama bin Laden, sobre todo en la zona norte de Líbano, de mayoría sunnita, y en el valle de la Bekaa, por su proximidad con Siria. Estos jihadistas suelen entrar ilegalmente a través de Siria, por las mismas rutas montañosas que utilizan los traficantes de armas.Ayer mismo fue descubierto en un control militar en la Bekaa un camión procedente de Siria cargado de ametralladoras, cohetes, rifles automáticos y municiones. El gobierno, que no ha dado muchas explicaciones, asegura que la carga estaba destinada a “prolongar la lucha” de Fatah al Islam, el grupo que combate en el campo de Naher el Bared.
El martes, en la misma zona, fueron capturados poco después de infiltrarse en el país ocho milicianos armados de origen sirio, iraquí y sudanés, según informó el periódico libanés en inglés, The Daily Star. La mayor preocupación tanto del gobierno como de los ciudadanos es el interés de Al Qaida por desestabilizar Líbano. “No creo que vuelva a estallar una guerra civil generalizada como la que vivimos –1975-1990–, pero hay una amenaza cada día más palpable de miniguerras entre los distintos partidos y de explosiones, atentados y todo tipo de violencia”, afirma Yamil, de 47 años y médico naturista.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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