Erick Priebke, detenido y extraditado por Argentina a Italia en los ’90, ayer tuvo su primera salida al trabajo, mientras cumple su condena. Más de un centenar de personas protestó por el permiso dado al ex oficial de las SS.
El ex oficial nazi Erich Priebke, detenido y extraditado por Argentina a Italia a mediados de los noventa, volvió ayer a convulsionar Roma. Nueve años después de ser condenado a cadena perpetua por la matanza de las Fosas Ardeatinas, la mayor masacre de las tropas hitlerianas en la entonces aliada Italia, Priebke pudo salir a trabajar por primera vez. El fallo que autorizó las salidas laborales del ex oficial nazi provocó un rechazo generalizado entre la comunidad judía y el resto de las víctimas de aquella época. Más de un centenar de personas se concentraron ayer delante del estudio del abogado de Priebke y se encontraron cara a cara con el ex oficial de las SS, de 93 años, que llegó en una motocicleta. En medio de la polémica, el fiscal general militar revocó las salidas laborales, argumentando que el detenido no había cumplido con todos los requisitos formales.
La explicación del fiscal militar no terminó de convencer. Según lo citaba la prensa italiana, Priebke perdió temporalmente su beneficio porque no cumplió con la condición de comunicar los horarios y las modalidades de sus salidas laborales al estudio de su abogado y dirigente de derecha, Paolo Giachini. La semana pasada el juez militar de control penitenciario Isacco Giorgio Giustiniani había decidido darle permiso al ex oficial de las SS para que empezara a trabajar, al menos algunas horas por día. El recurso presentado por el fiscal no anula el fallo anterior, sino que lo deja en suspenso hasta que Priebke cumpla con todos los requisitos legales.
La noticia provocó un rechazo inmediato sobre muchos romanos, especialmente la comunidad judía y las víctimas de la masacre de las Fosas Ardeatinas, y el asombro del resto. Los manifestantes que lo esperaban afuera del estudio de abogados gritaban al unísono “¡Vergüenza!” y “¡Justicia!”, mientras el anciano con supuestos problemas de salud llegaba junto a su abogado en moto. El propio ministro italiano de Justicia, Clemente Mastella, se había mostrado sorprendido al enterarse de la noticia. “Si yo fuese miembro de la comunidad hebrea no estaría contento, pero como ciudadano de la República italiana también me quedo bastante perplejo”, había señalado el miércoles pasado. Ante la ola de cuestionamientos, Giachini defendió a su cliente y amigo. “Quien se maravilla de que Priebke tenga ciertos derechos es un racista”, aseguró.
De lo que Giachini no quiso hablar, en cambio, fue de las muertes que se le adjudican a su defendido. El 24 de marzo de 1944, Priebke y otros oficiales de las SS que operaban en Roma cometieron la peor masacre que conoció Italia durante esos años de convivencia con las tropas hitlerianas. Fusilaron a 335 civiles, 75 de ellos judíos, en represalia por un atentado que había realizado la Resistencia Italiana en la víspera contra un contingente de agentes de las SS que dejó 33 soldados alemanes muertos. Lo hicieron en las afueras de Roma, en la cantera conocida como Fosas Ardeatinas. Cada oficial mató a cinco rehenes –que habían sido sacados de las cárceles y los centros de detención–, y cuando terminaron, dinamitaron las fosas. Esta suerte de tumba colectiva fue desenterrada sólo después de la Segunda Guerra Mundial y los cuerpos identificados.
Priebke siempre sostuvo que no estaba de acuerdo con la orden, que provenía directamente de Adolf Hitler. Según aseguraba, obedeció por miedo a sus superiores. Sin embargo, la justicia militar italiana consideró que no hubo coacción y que el ahora anciano de 93 años actuó según su conciencia. En la sentencia, los jueces también destacaron que Priebke era uno de los oficiales de las SS más activos en las operaciones de la policía italiana, como arrestos e interrogatorios. Sus víctimas lo calificaron como un “teniente feroz”, que disfrutaba torturando a los detenidos. Según determinó el tribunal militar, cumplió un rol central en la temida sede de la Gestapo –la policía del régimen nazi– en Roma.
Con el fin de la guerra, Priebke se escapó del país y –posiblemente con alguna ayudita del Vaticano– encontró refugio en la Argentina. Pasó 40 años como un habitante más de San Carlos de Bariloche, hasta que Reinhard Kops, un vecino y ex oficial de Inteligencia del régimen nazi, lo delató en una entrevista con un canal estadounidense. La suerte del hombre que había sido temido por cientos de romanos quedó sellada en un instante. Fue detenido casi inmediatamente y después de un largo proceso legal fue extraditado en 1995 a Italia, donde fue juzgado por delitos de lesa humanidad. La condena fue contundente. Después de algunas sentencias más suaves, el ex oficial de las SS terminó recibiendo cadena perpetua en 1998. Sin embargo, por su edad y sus supuestos problemas médicos, al año le otorgaron el beneficio de prisión domiciliaria, que actualmente cumple en la casa de su abogado en la capital italiana.
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