EL MUNDO › HABLA OLMERT
› Por Luis Prados *
desde Jerusalén
Pocos líderes del mundo sobreviven en condiciones políticas tan adversas como las del primer ministro israelí, Ehud Olmert. Con un índice de popularidad por los suelos –el 3 por ciento– y con él mismo y alguno de sus ministros salpicados por diversos escándalos sexuales o casos de corrupción, Olmert gobierna pese a todo una democracia próspera en las siempre violentas y movedizas arenas de Medio Oriente.
Irónico, displicente y astuto, este abogado de 62 años se convirtió en 1973 en el diputado más joven de la Knesset y fue alcalde de Jerusalén entre 1993 y 2003. Olmert desarrolló toda su carrera política entre los halcones del Likud hasta su ruptura y la de su mentor, Ariel Sharon, con el partido derechista en 2005. Contrario a los acuerdos de paz de Camp David con Egipto de 1978 y al proceso de paz abierto en Oslo en 1993 con los palestinos, inició su viraje al centro en 2003 cuando defendió que su país debía retirarse de Gaza y Cisjordania en aras de preservar a Israel como un Estado democrático y judío.
Tras la ruptura, Olmert se convirtió en líder del nuevo partido, Kadima, al ingresar Sharon en un hospital en enero del año pasado víctima de un ataque cerebral y, en abril de 2006, lo condujo a la victoria en las elecciones. Pero la alegría no iba a durar mucho y la guerra de hace justo un año contra la milicia libanesa chiíta de Hezbolá parece marcar el comienzo del fin de su carrera política. La Comisión Winograd, que examina la gestión del conflicto por el gobierno, calificó su actuación de “falta de juicio, responsabilidad y prudencia” y llevó a su propia ministra de Exteriores, Tzipi Livni, a pedirle que dimitiera. Olmert recibió el lunes a El País y al Corriere della Sera en su oficina de Jerusalén.
–Hoy se cumple un año de la guerra de Líbano. ¿Qué conclusiones ha sacado?
–Primero de todo, la situación sobre el terreno es completamente diferente de la de julio de 2006. Entonces, Hezbolá controlaba la frontera, disponía de posiciones que amenazaban a los israelíes que vivían a lo largo de la frontera. Eran libres de ir a todas partes en el sur de Líbano y eran un poder militar agresivo y violento. Ahora ya no está Hezbolá en la frontera, no hay amenaza directa a los israelíes que viven allí, está el ejército libanés y además hay casi 12.000 soldados de Finul. Hezbolá perdió casi por completo tanto su libertad de movimientos como su libertad de acción en el sur de Líbano. También ha perdido las ganas de tener otro enfrentamiento con Israel.
–Parece ser que las elites israelíes no quieren más guerras. Que están cansadas de nacionalismo y quieren llevar una vida normal.
–No creo que haya contradicción entre el deseo de muchos israelíes de vivir una vida normal, de prosperar, de convertir Israel en una de las sociedades más avanzadas, y la necesidad de defendernos de nuestros enemigos. No creo que luchar contra Hezbolá sea nacionalismo; combatir a Hezbolá y Hamas es la más natural expresión del básico deseo de los seres humanos de defender el derecho a vivir.
–¿Acepta la idea de un poder nuclear civil iraní?
–En teoría, se pude hablar y distinguir entre la capacidad nuclear civil y otra militar. Pero el discurso iraní sobre la posesión de armas nucleares revela explícitamente el mismo entusiasmo que cuando hablan de liquidar Israel. Me pregunto si puedes liquidar a otro país con energía nuclear pacífica. La experiencia del pueblo judío es que cuando alguien nos amenaza con liquidarnos, como mínimo debemos tomarlo en serio.
–¿Podría una acción militar israelí acabar con las instalaciones nucleares de Irán?
–Hay otras medidas que pueden ser muy efectivas. Los iraníes están teniendo problemas con el racionamiento de gasolina, uno de los más grandes productores de petróleo del mundo carece de refinerías y debido a las sanciones económicas tiene que racionar la gasolina.
–¿Cree posible la reconciliación entre Hamas y Fatah y la vuelta a un gobierno de unidad palestino?
–Personalmente no creo en la reconciliación de Hamas con Abu Mazen. Hamas es una fuerza destructiva, extremista, una organización militar fundamentalista cuyo objetivo es continuar el enfrentamiento violento con Israel. El propio Abu Mazen ha sido testigo de cómo se preparaban para matar palestinos con un grado de brutalidad que no había visto en mi vida. Un compromiso con Hezbolá y Hamas es un compromiso con el terrorismo. La unidad con el terrorismo es lo contrario a traer la paz a Oriente Próximo. La frase que Abu Mazen me ha dicho de manera más explícita, más clara ha sido: nunca haré la paz con ellos, siempre los combatiré. Espero que mantenga este compromiso.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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