La iniciativa prevé normalizar relaciones con Israel y darle garantías de seguridad a cambio de su retirada de los territorios ocupados en 1967. Blair representa al Cuarteto.
› Por Eric Silver *
desde Jerusalén
La bandera de la Liga Arabe no flameaba junto a la Estrella de David ayer sobre Jerusalén. Ese sello de aprobación tendrá que esperar hasta un acuerdo de paz. Pero hubo un atisbo de optimismo, un sentido de oportunidad, en el aire veraniego. Los próximos meses dirán si es un espejismo o es realidad. Tony Blair, en su nueva encarnación como enviado de paz internacional, lo sintió a comienzos de esta semana. También lo sintieron los cancilleres de Egipto y de Jordania, quienes llegaron ayer para persuadir a Israel de que acepte la iniciativa árabe de paz de 2002, que ofrece el reconocimiento por todos los 22 estados árabes a cambio de la evacuación de los territorios ocupados desde la guerra de 1967.
La visita fue anunciada por Israel como la primera en la historia. Sean lo que fueren las sutilezas de los diplomáticos, ambos fueron enviados por la Liga Arabe e informarán a su regreso a su consejo de ministros el próximo lunes. Esperan volver con nuevas ideas. Ehud Olmert, el primer ministro, dijo a los ministros árabes que Israel estaba dispuesto a discutir la iniciativa con “un corazón y una cabeza abierta”, aunque todavía tiene reservas sobre algunos de sus detalles, especialmente el “derecho” de los refugiados palestinos a regresar a sus antiguos hogares en Israel.
Tzipi Livni, la canciller, negó que Israel estuviera ilusionando a los palestinos. “El estancamiento no es una opción”, insistió. “Un gran segmento de la población israelí se esfuerza por llevar adelante un proceso que conducirá a que los dos estados existan lado a lado. Este es un punto crucial en el tiempo. La iniciativa árabe es una oportunidad histórica para el proceso de paz árabe-israelí e israelí-palestino. No debemos perder esta oportunidad.”
Ahmed Aboul Gheit, el canciller egipcio, dijo: “Pensamos que es un intento de Israel de trabajar seriamente para ayudar a los palestinos a que logren una categoría de Estado. Pero las conversaciones solas no bastan. Debemos seguir adelante de tal forma que los palestinos sientan que hay esperanza”. Abdel Ilah Khatib, el canciller jordano, reforzó el mensaje: “Hoy, más que nunca, la gente debe ver los resultados. Vinimos aquí para proponer una iniciativa árabe para una paz total que le dé legitimidad al establecimiento de un estado palestino con continuidad territorial. Para seguir adelante con el proceso de paz debemos crear la atmósfera necesaria”. Israel, sostuvo, antes que nada, tiene que devolverles a los palestinos la libertad de movimiento.
Tanto el ministro israelí como el árabe señalaron, sin embargo, que la Liga Arabe no estaba negociando en nombre de los palestinos. Hubo muchas discusiones, acuerdos y parámetros, declaró Aboul Gheit. “Ahora es necesario”, dijo, “relanzar las negociaciones con nuestra ayuda. Hacer lo que es necesario con los palestinos”. En público, por lo menos, nadie mencionó el embarazoso hecho de que hay dos gobiernos palestinos, uno en Cisjordania leal al presidente Mahmud Abbas, que apoya una solución de dos Estados, y uno en la Franja de Gaza comandado por Hamas, que se niega a reconocer a Israel.
Khatib prometió “total apoyo a Abbas. Pero como Shlomo Ben-Ami, un ex canciller israelí, sostuvo anteriormente esta semana, si los radicales quedan fuera del proceso, seguirán actuando como saboteadores. Después de dos días de conversaciones en Jerusalén y Ramalá, Blair voló ayer para consultar a los líderes árabes moderados en Bahrein y en los Emiratos del Golfo. Entregará un informe inicial a sus patrocinadores –Estados Unidos, la Unión Europea, las Naciones Unidas y Rusia– a principios de septiembre antes de regresar para una segunda vuelta. Planea establecer una oficina en Jerusalén, con una docena de empleados, y pasar por lo menos una semana al mes en la región. Su tarea es ayudar a los palestinos a construir sus instituciones y darle la patada inicial a su economía. Pero piensa estirar los límites. “No se puede hablar de economía”, dijo uno de su equipo, “sin hablar de libertad de movimiento y seguridad”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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