EL MUNDO › SEÑALES DE UNA NUEVA ESTRATEGIA DEL REINO UNIDO CON EE.UU.
El premier inglés le reclamó a Bush que ponga en libertad a los extranjeros residentes en el Reino Unido que están detenidos en la base militar. Es un cambio de política respecto de Blair.
› Por Lourdes Gómez *
desde Londres
El gobierno británico ha reclamado formalmente a Estados Unidos la liberación de cinco extranjeros residentes en el Reino Unido y detenidos indefinidamente en Guantánamo. La petición representa la primera señal clara de la nueva estrategia en la relación con la Casa Blanca de Gordon Brown desde su nombramiento como jefe de gobierno y líder laborista. Su predecesor, Tony Blair, sólo intervino a favor de los presos nacionales británicos. El gobierno británico se había negado hasta la fecha a negociar la liberación de la base de Guantánamo de cualquier extranjero.
Con Tony Blair al frente del Ejecutivo, Downing Street defendió su polémica estrategia de negar la defensa de un extranjero en Guantánamo, independientemente de su relación con el Reino Unido o de su status legal de residencia en los Tribunales, argumentando que el gobierno no tenía ninguna obligación respecto de los presos de nacionalidad no británica. Los abogados gubernamentales argumentaron también que sería “fútil” reclamar la puesta en libertad de refugiados o residentes británicos, puesto que Washington no negociaba su situación ni futuro con terceros países. Brown ha dado un vuelco a la situación, reclamando el retorno de cinco extranjeros retenidos en Guantánamo. Con el cambio de estrategia, anunciado ayer, el primer ministro marca las distancias respecto de su antecesor y demuestra que la relación entre Londres y Washington no será tan comprometida como la seguida por Blair, al menos en lo que se refiere a la “guerra contra el terror”. El Foreign Office justificó ayer el cambio de postura en los pasos dados recientemente por EE.UU. para reducir el número de detenidos en Guantánamo. Entre ellos, se hace referencia a la aparente voluntad de la Casa Blanca a entablar negociaciones sobre el futuro de los presos con “terceros países”.
Amnistía Internacional calcula que aún quedan 370 de los 770 individuos retenidos en la base estadounidense desde su apertura en 2002. “Nuestra política –difundió ayer en un comunicado el Ministerio de Exteriores británico– se enfoca a asegurar el cierre de Guantánamo.”
El gobierno británico siempre ha sido crítico de Guantánamo y, el anterior responsable de Justicia, Lord Falconer, denunció su existencia y las condiciones de los retenidos como “un sorprendente ultraje a los principios democráticos”. La administración Blair luchó por sus presos y, para enero de 2005, había logrado el retorno de todos los británicos detenidos en la base. El único caso excepcional fue el del iraquí Bisher al Rawi, reclamado por Londres al trascender que había colaborado con los servicios secretos del MI5 y liberado el pasado abril.
En su cargo desde finales de junio, Brown extiende ahora la reclamación a extranjeros que “antes de su detención tenían lazos con el Reino Unido como antiguos residentes o por su status de refugiado o permiso indefinido de vivienda”. Son cinco los reclamados por Londres: Jamil el Banna, refugiado jordano, de 44 años; Omar Deghayes, refugiado libio, de 36; Shaker Abdur Raheem Aamer, original de Arabia Saudita, casado y con cuatro hijos británicos; Binyam Mohammed al Habashi, etíope de 28 años, detenido en Pakistán y conducido a Marruecos en ruta a Guantánamo; Abdulnour Sameur, argelino, de 33 años. De acuerdo con Amnistía Internacional, hay otros residentes británicos en la base estadounidense –entre ellos el argelino Ahmed Belbacha–, cuyo retorno aún no ha solicitado el gobierno ni tampoco ha justificado la omisión.
La petición se ha cursado al más alto nivel. La cuestión surgió durante el primer encuentro entre Brown y Bush en Camp David, el mes pasado. El ministro de Exteriores David Miliband, quien también se desplazó a Estados Unidos, solicitó formalmente el retorno de los cinco residentes británicos en correspondencia con su homóloga Condoleezza Rice. Según Robert Tuttle, embajador de EE.UU. en Londres, la reclamación se “estudiará seriamente y con deliberada rapidez”, porque, dijo ayer a una emisora de la BBC, “no deseamos ser los carceleros del mundo”. Así lo afirmó ayer el portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormak, quien, no obstante, definió a los cinco detenidos como “peligrosos”.
Brown avanza en su jefatura pisando firme. Dio una respuesta equilibrada a los dos fallidos atentados en Londres y Glasgow y, esta semana, hace frente con eficacia y premura al brote de fiebre aftosa detectado en el sur de Inglaterra. En su política exterior está sentando los cimientos de una nueva relación con EE.UU., distanciándose de la línea seguida por Blair, pero sin resquebrajar la confianza de la Casa Blanca.
En su primer viaje oficial como primer ministro se cuidó de no referirse a la “guerra contra el terrorismo” y habló del escenario iraquí como “una batalla, una lucha por el alma del siglo XXI”. La llegada de Brown al número 10 de Downing Street viene marcada por un horizonte en el que la “conquista de las mentes” y la regeneración económica en Irak tienen tanta prioridad como la estabilidad en materia de seguridad. Sin embargo, la retirada de las tropas británicas del país árabe sigue condicionada a la situación en el terreno, puesto que, según defiende el primer ministro, “sería un error” fijar una “fecha artificial” del repliegue de los soldados.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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