Documentos recientemente desclasificados muestran un costado desconocido de Winston Churchill: estaba convencido de que había que frenar la inmigración “de color” por razones de seguridad.
› Por Marcelo Justo
desde Londres
El ex primer ministro británico Winston Churchill propuso bloquear toda inmigración en la década del ‘50 por temor a que la “población de color” amenazara la estabilidad social del país. Según documentos oficiales del Archivo Nacional que se acaban de dar a luz, Churchill estaba convencido de que los negros iban a aprovecharse de las ventajas del sistema de seguridad social y aumentarían drásticamente los índices de criminalidad.
En las minutas de la reunión de gabinete del 3 de febrero de 1954, el primer ministro plantea el problema con crudeza: “Vamos a tener serias dificultades si mucha gente de color empieza a residir aquí. ¿Por qué vamos a cargar nosotros con los problemas que trae la gente de color?”. Según las minutas, el gobierno consideró tres opciones para resolver el tema. Churchill favorecía el bloqueo total de la inmigración, pero admitía que por razones políticas, se podía elegir temporalmente otras dos posibilidades: un sistema de cuotas fijas para la inmigración y la deportación de los “elementos antisociales”.
Para Churchill y su gabinete, la opinión pública no estaba preparada para una política de puertas cerradas a la inmigración. El entonces ministro del Interior, David Maxwell Fyfe, reconocía que iba contra la tradición histórica británica. “Estaríamos revirtiendo nuestra tradicional política de conceder el derecho de ingreso a los países que forman parte de nuestro imperio. Ofenderíamos a los liberales y a los sentimentales”, argumentaba Maxwell Fyfe. Hacía rato que el Reino Unido había dejado de ser el imperio en el que “nunca se pone el sol” (era el segundo) y el Commonwealth, la Mancomunidad de Naciones, era el último resabio de su antigua gloria: la adhesión más simbólica que real de un número de naciones al vínculo histórico con la corona se deterioraría irreversiblemente si se mostraba que no eran bien recibidos.
El ministro delInterior basaba sus ideas en algunos datos “alarmantes”. La población negra había aumentado de unos 7 mil antes de la guerra a 40 mil, de los cuales 3666 eran desempleados, 1870 vivían de la seguridad social y un porcentaje no determinado “tenía ingresos inmorales”. El problema era particularmente grave en Manchester, según apuntaba la ministra de Educación, Florence Horsbrugh. Churchill quería darle tiempo a la opinión pública para hastiarse de los problemas que estaba trayendo la “población de color”: “La opinión pública no tolerará este fenómeno una vez que pase ciertos límites....tenemos que darle tiempo a que avance en esta dirección”.
La propuesta es coherente con su colorida carrera política y un temor que parecía obsesionarlo tanto como sus depresiones: la decadencia nacional por el impacto degradante de un grupo marginal. En 1910, siendo ministro del Interior del Partido Liberal (Churchill cambió dos veces de partido), propuso la esterilización de más de 100 mil personas a quienes acusaba de “débiles mentales” y “degenerados morales”. Se trataba de una amalgama que incluía a locos, delincuentes, desempleados, prostitutas e indigentes y que, en la visión del futuro primer ministro, constituían una amenaza porque se reproducían a mayor velocidad que las clases superiores y con el tiempo podrían destruir el entonces imperio y su misión civilizadora.
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