EL MUNDO
› EL OPTIMISMO DE GEORGE W. BUSH NO DETIENE LA CAIDA EN PICADA DE LA ECONOMIA
Ultimos trucos antes de la recesión (o algo peor)
El presidente George W. Bush presidió esta semana un foro económico en el que esencialmente predicó ante sus creyentes, pero la economía no mejora y la posición de los republicanos puede estar seriamente comprometida en las legislativas de noviembre.
Por Charlotte Denny *
La mayor universidad bautista del mundo fue un lugar a la vez apropiado y desafortunado para que la administración Bush la eligiera para su cumbre sobre la economía de Estados Unidos de esta semana. Para sus detractores, la elección de Baylor University en Waco, Texas, a media hora de automóvil del rancho en Crawford del presidente Bush, reforzó la imagen de un presidente demasiado indolente para alejarse de su casa de vacaciones, aun para un tema tan serio como la situación económica.
Pero el mensaje inexorablemente optimista desde la cumbre era el adecuado para el contexto evangélico de Baylor. Las invitaciones para la reunión del martes fueron limitadas a los auténticos creyentes, que se pasaron el día alabando enérgicamente el manejo de la economía por la administración. Van Eure, dueña del restaurante Angus Barn en Raleigh, Carolina del Norte, uno de los “norteamericanos comunes” invitados a la cumbre, le dijo al presidente que apoyaba la eliminación de los impuestos a la herencia, una política favorita de la Casa Blanca. “Estoy honrada por estar sentada al lado de uno de mis héroes”, dijo la señora Eure.
El presidente Bush puede haber recibido una cálida respuesta en Waco, pero corre el peligro de ir de héroe a cero en los ojos del americano medio. A medida que sus ahorros de pensión se desvanecen en medio de las revelaciones de la corrupción empresaria, los trabajadores y los inversores se están tornando cada vez más pesimistas ante la perspectiva económica. Su pesimismo es compartido por Wall Street, donde los precios de las acciones han caído un tercio desde que estalló la burbuja puntocom en marzo de 2000, y el dólar ha perdido algo de su brillo. Los economistas están advirtiendo que la mayor economía del mundo está en peligro de una recesión de caída doble.
El mes pasado, el Departamento de Comercio publicó una revisión de sus cálculos de crecimiento que reescribieron la historia económica reciente. No sólo la recesión de 2001 fue más profunda y larga que lo que se había pensado en primer lugar, sino que el tan alardeado milagro de productividad de Estados Unidos se ha evaporado en gran parte en las revisiones. Las esperanzas que la trabajosa marcha del crecimiento en los primeros tres meses del año constituyera una señal que la economía se había sacado de encima el bajón del año pasado resultaron ilusorias. Gran parte del rebote fue un crecimiento temporario nacido de la reposición de inventarios. El crecimiento se desaceleró dramáticamente en el segundo trimestre, subiendo sólo el 0,3 por ciento.
La tibia recuperación ha fracasado hasta ahora en crear empleos, lo que contribuye a los temores de que los gastos del consumidor pueden bajar. Golpeada por la caída de los mercados y los escándalos de las corporaciones, la confianza del consumidor cayó el mes pasado a su punto más bajo desde después de los ataques terroristas de setiembre pasado. Los economistas dicen que la disposición de los hogares para seguir gastando será crucial para evitar que la economía caiga nuevamente en la recesión. Con los negocios todavía castigados por los miles de millones de dólares de inversiones malversadas durante el boom del puntocom, el gasto del consumidor es el único factor que mantiene a la economía a flote.
El equipo económico del presidente Bush tuvo pocos remedios serios para ofrecer esta semana. La cumbre parece haber sido un truco diseñado por los asesores de imagen para lograr un impacto máximo en las horas pico de audiencia, reforzando la percepción de que los funcionarios económicos de Bush son un grupo de segunda sin mucha influencia en la Casa Blanca. Sus propuestas, un seguro contra el terrorismo apoyado por el gobierno, la exploración de la energía nacional y la abolición del impuesto a la herencia, fracasaron en su propósito de dar confianza a un mercado preocupado por temas mucho más sustantivos, como el resurgimiento del déficit fiscal y la creciente brecha comercial de Estados Unidos.
Gracias a la reducción de impuestos por 1300 millones de dólares, la mayoría de los cuales fueron para el 10 por ciento más rico de la población, la Casa Blanca no puede darse el lujo de más laxitud impositiva para ayudar a gatillar el crecimiento. Mientras tanto, los inversores extranjeros se están retirando de Wall Street y también de la calle principal, presionando así al dólar hacia abajo.
Mientras la audiencia elegida a dedo se reunía en Waco para escuchar al secretario del Tesoro, Paul O’Neill, explicar en qué forma la agenda económica del presidente ayudaría a “cada americano a ser parte del sueño americano”, el directorio de la Reserva Federal de Estados Unidos se estaba reuniendo. Los slogans banales no estaban en la agenda; las mentes más brillantes de la FED estaban considerando si la economía de Estados Unidos no está por seguir el mismo camino que Japón.
La segunda mayor economía del mundo ha sido atrapada en una espiral deflacionaria desde la caída de su mercado de propiedades hace 10 años. Los estrategas de la Fed están preocupados por la posibilidad de que la implosión del puntocom podría causar un pozo de deflación similar en Estados Unidos. La caída de los precios puede sonar como el sueño de un banquero central, pero en realidad la deflación es mucho más dañina y difícil de controlar que la inflación. Con los precios cayendo permanentemente, no hay incentivo para que los consumidores salgan y gasten: las cosas estarán más baratas mañana. La economía entera sufre el equivalente de un ataque de capitalización negativa. Cualquier endeudado está en problemas, porque el valor nominal de su préstamos sigue siendo el mismo.
Los precios en Estados Unidos todavía están subiendo, pero a su tasa más lenta en 40 años y la FED se toma muy en serio la amenaza de deflación. Un artículo de altos economistas de la FED el mes pasado advierte que los períodos de deflación pueden sorprender a los augures. “El fracaso de los economistas y los mercados financieros para prever la caída deflacionaria de Japón a comienzos de los 90 es una advertencia para los estrategas que se encuentren en circunstancias similares: la deflación puede ser muy difícil de predecir. En consecuencia, a medida que las tasas de interés y las tasas de inflación se acercan a cero, la política monetaria quizás debería responder no solo a los pronósticos básicos de actividad y precios futuros, sino también al riesgo especial, en particular, la posibilidad de deflación, de aquellos pronósticos.” En otras palabras, es mejor recortar las tasas y arriesgar un poco de inflación extra que dejar que la economía caiga en la deflación.
La lección, concluyen estos economistas, es que la autoridades japonesas deberían haber actuado antes y con mayor vigor para evitar la caída de los precios a comienzos de los 90. Pero hasta ahora, este diagnóstico no ha podido impulsar a la FED a la acción: en su reunión esta semana, el comité mantuvo lo que ha sido la tasa de interés más baja desde hace 40 años durante seis meses seguidos.
Probablemente haya dos factores detrás del enfoque excesivamente cauteloso de la FED. Un recorte de tasas podría haber alarmado a los ya nerviosos mercados al revelar el grado de preocupación de la FED sobre el panorama. La segunda es que la deriva de la administración republicana hacia el déficit ha dejado a la FED con pocas opciones. Con la política fiscal ya muy laxa, la FED se siente poco inclinada a dar más estímulo a la economía por medio de un abaratamiento del costo de los préstamos. El recorte impositivo que la administración proclamó el año pasado como salvador de la economía parece ahora un gran error político. Si la recuperación sigue siendo lenta, el gobierno no puede aumentar los gastos o recortar los impuestos para impulsar la economía sin ser castigado por los mercados por su laxitud fiscal. La mayoría de los economistas esperan que la FED recorte las tasas más adelante este año. Sin embargo, las autoridades monetarias se están quedando sin municiones: con las tasas ya a 1,75 por ciento no hay mucho más que la FED pueda hacer.
Los próximos meses serán un tiempo de prueba para la economía de Estados Unidos. El presidente Bush puede creer que las fuerzas que sustentan al país son mayores que los desafíos por venir. Para sus consejeros, la preocupación real debe ser que la frase que hundió las chances de reelección de Bush padre –“Es la economía, estúpido”– pueda resultar igualmente perjudicial para su hijo.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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