El gobierno de Olmert ordenó dos bombardeos en la Franja, que representó la mayor ofensiva desde que Hamas tomó el control del pequeño territorio. Hace una semana, Tel Aviv denominó a Gaza “entidad hostil”, anticipando cómo será su política.
Nueve palestinos murieron y al menos veinte resultaron heridos ayer, en la mayor ofensiva israelí desde que la fuerza islámica Hamas tomó el control de la Franja de Gaza en junio pasado. El primer ministro israelí ordenó dos bombardeos y más tarde un ataque terrestre sobre el territorio palestino. Unos 40 tanques y vehículos blindados realizaron una incursión en el norte de la Franja, en lo que el gobierno de Hamas interpretó como la antesala de un futuro ataque. Sus sospechas no estaban tan erradas. Horas después de la ofensiva, el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, adelantó que no fue un ataque aislado. “Nos estamos acercando a una operación de gran escala en la Franja de Gaza debido al continuo fuego de cohetes,” advirtió.
Cinco de las nueve víctimas serían miembros del Ejército del Islam, el grupo armado que desde hace más de un año tiene como rehén al soldado israelí Gilad Shalit. Hace unos meses ganó fama internacional al secuestrar y luego liberar a un periodista de la BBC. Esta milicia palestina pertenece a una poderosa familia de Gaza, que antiguamente era uno de los pilares de la seguridad personal del presidente Mahmud Abbas. Sin embargo, con el acercamiento del gobierno de la Autoridad Palestina a Tel Aviv, el Ejército del Islam comenzó a distanciarse. Actualmente sus líderes se identifican con Al Qaida y coinciden con Hamas en reivindicar un Estado islámico para la Franja –aunque no es una fuerza totalmente alineada con el gobierno de Ismail Haniyeh–.
Según la milicia palestina, sus cinco miembros murieron cuando un misil disparado por un avión israelí impactó en el auto en el que viajaban en el barrio Zeitun, Este de la ciudad de Gaza. Más tarde, unos 40 tanques entraron en el norte de la Franja, en lo que calificaron como una “misión de rutina”. Según explicaron los militares israelíes, el objetivo era destruir la “infraestructura” que utilizan los palestinos para lanzar los Qassam. Los tanques patrullaron la ciudad de Beit Hanum y comenzaron a disparar artillería, a veces contra las casas. A los pocos minutos que se escucharon los primeros estruendos, decenas de milicianos palestinos salieron a las calles a repudiarlos. El saldo fue cuatro muertos, un miembro del grupo Comités de la Resistencia Popular que combatía a las fuerzas israelíes y tres civiles. Estos últimos se encontraban dentro de su casa, la cual fue totalmente destruida por un misil israelí.
La serie de ataques con la Franja se enmarcan en la nueva estrategia que anunció la semana pasada Olmert. La denominación del territorio palestino como “zona hostil” fue el primer paso legal para una nueva política más agresiva y contundente contra el gobierno de Hamas. Después del ataque contra una base israelí cercana a la frontera con la Franja, los sectores más duros del oficialismo y la derecha representada por el Likud comenzaron a presionar al premier para que responda militarmente a los cohetes Qa-ssam que diariamente caen sobre el otro lado de la frontera, la mayoría de las veces impactando en el desierto. Estos grupos responden no sólo a principios nacionalistas, sino también a las demandas de seguridad de los habitantes de Sderot, una de las ciudades fronterizas más golpeadas por los cohetes palestinos.
A pesar de estas presiones, Olmert se venía mostrando reacio a tomar represalias. En gran parte, porque por primera vez el gobierno estadounidense salió públicamente a pedirle que no lo hiciera. La Casa Blanca temía, según sus voceros, que un contraataque pusiera en peligro las actuales negociaciones de paz con la Autoridad Palestina, que aunque responde a la facción rival de Hamas sigue necesitando el apoyo de la sociedad palestina.
Sin embargo, las declaraciones de Barak de ayer dejaron en claro que las represalias comenzaron y no se detendrán. El ministro de Defensa israelí reconoció que una gran ofensiva contra Gaza será complicada y, seguramente, dejará muchas bajas entre las tropas. En la Franja viven 1,5 millón de personas, la gran mayoría amontonada en la ciudad de Gaza. Pero a Tel Aviv todavía le quedan cartas por jugar antes de una invasión a gran escala. Como advirtió Olmert la semana pasada, tienen planeado cortar la electricidad y el agua, lo que dejaría a la Franja al borde de una crisis humanitaria.
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