Mar 09.10.2007

EL MUNDO  › LA ONU ALERTA SOBRE SU INDUSTRIALIZACION A ESCALA MUNDIAL

Riesgos sociales del biocombustible

Un informe presentado ante la Asamblea General advierte que la producción de las nuevas energías “limpias” implica la escasez de alimentos y más hambre en el Tercer Mundo.

› Por María Laura Carpineta

La ONU encendió todo tipo de alarmas y le pidió al mundo que detenga por ahora la producción de biocombustibles. Así de categórico fue un informe del relator especial sobre el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, presentado recientemente ante la Asamblea General. El documento destaca sin rodeos los peligros que puede provocar la industrialización a escala mundial de la producción de estas nuevas fuentes de energía “limpias”, principalmente bioetanol y biodiésel, el primero proveniente de alimentos como la caña de azúcar y el maíz y el segundo, de aceites vegetales. “La producción de agrocombustibles es inadmisible si lleva a los pobres de los países en desarrollo más hambre y escasez de agua”, sostuvo Ziegler, que se basó, entre otras fuentes, en las críticas de Fidel Castro.

Para evitar que lo tilden de fatalista, Ziegler comenzó su informe describiendo los problemas de desnutrición que ya existen en el mundo. Según los datos de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de la ONU, hay 854 millones de personas que no pueden alimentarse todos los días, mientras que se estima que unas cien mil mueren a diario de hambre. Según aseguró Ziegler en una conferencia días atrás, la producción actual alcanza para alimentar a toda la población mundial. Este escenario se completa con una monopolización de la tierra en pocas manos en los países pobres y en desarrollo y la consecuente explotación de millones de campesinos en todo el globo.

En este mundo donde hay comida para todos pero algunos mueren de hambre, la transformación de alimentos en combustibles –como lo sintetizó Castro en uno de sus editoriales– ineludiblemente acentuará la escasez. “Se calcula que para llenar un tanque de un auto (50 litros) con biocombustible se necesitarían unos 200 kilogramos de maíz, lo cual es suficiente para alimentar a una persona durante un año”, explicó Ziegler en el informe. Lo cierto es que por el momento los autos comunes sólo toleran gasolinas que tengan hasta un diez por ciento de bioetanol. Sólo Brasil cuenta ya con autos especiales que aceptan naftas hechas 100 por ciento con bioetanol.

Aun con estas proporciones, Europa y Estados Unidos deberían utilizar la mayoría de sus cultivos agrícolas para poder alcanzar los plazos propuestos para las próximas décadas. “Estas metas no se pueden alcanzar mediante la producción agrícola de los países industrializados”, explicó Ziegler. Y ahí es donde empiezan a jugar un rol fundamental los países principalmente agrícolas del tercer mundo. En primer lugar son más baratos. Según el informe, producir un litro de etanol en Brasil cuesta 0,15 dólares, en Estados Unidos 0,30 y en Europa 0,50. En segundo lugar, tienen una distribución de la tierra que permite una transición más fácil. Como sostiene el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, y retoma Ziegler, la producción de los biocombustibles se basa en la apropiación de la tierra, la concentración de la propiedad y la explotación de la fuerza de trabajo.

El informe de la ONU recuerda aquí la experiencia de la soja en países latinoamericanos como Paraguay, Argentina, Brasil y Colombia. En los cuatro casos, el ingreso de un cultivo con alta demanda internacional provocó casi de inmediato un desplazamiento de la agricultura tradicional, e incluso de subsistencia, a favor de los grandes terratenientes y las empresas transnacionales. Utilizando la Argentina como un ejemplo, Ziegler destacó el surgimiento de grupos paramilitares y la connivencia de la policía en la lucha de los campesinos en Santiago del Estero. “Hay que extraer enseñanzas de esta expansión”, advirtió el relator de la ONU.

El otro efecto negativo que tendría la masificación de la producción de los biocombustibles en los países del tercer mundo es el encarecimiento de los alimentos. Según proyecciones del Instituto Internacional sobre Políticas Alimentarias (IIPA), si los países productores de biocombustibles –por ahora principalmente Estados Unidos, Europa y Brasil– cumplen con las metas que se impusieron, el precio internacional del maíz podría aumentar en un 20 por ciento para el año 2010 y un 41 por ciento para el 2020. El de la soja y las semillas de girasol –materia prima para el aceite vegetal que se utiliza para producir el biodiesel– podría aumentar un 26 por ciento en 2010 y hasta un 76 por ciento diez años después. Siguiendo estas cifras, dentro de veinte años el número de personas desnutridas treparía hasta los 1200 millones.

El presidente estadounidense, George Bush, y su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva (ver aparte), siempre intentaron centrar su campaña a favor de los biocombustibles en dos virtudes: más empleo y menos contaminación. Para Ziegler ninguna de las dos son seguras. Como sucedió con la soja, sostiene, pasará con los biocombustibles. “En Brasil se calcula que 100 hectáreas dedicadas a la agricultura familiar generan al menos 35 puestos de trabajo, mientras que 100 hectáreas dedicadas a la agricultura industrial de la caña de azúcar y las plantaciones de aceite de palma proporcionan únicamente 10. Lo mismo aplicado a la soja provee sólo medio puesto de trabajo”, explicó en el informe. Ziegler no logra derribar el presupuesto más fuerte que tienen los biocombustibles, es decir, su carácter de “energía limpia”. Sin embargo, se anima a ponerlo en duda. “Siguen necesitando combustibles fósiles para plantar, recolectar y elaborar los cultivos”, sostuvo.

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