Mié 10.10.2007

EL MUNDO  › EN UN POLEMICO FALLO LAS CONSIDERO INCLUIDAS EN LOS SECRETOS DE ESTADO

La Corte de EE.UU. avala cárceles ocultas

La Corte Suprema estadounidense rechazó el planteo de un ciudadano alemán que fue detenido ilegalmente y por error en una cárcel secreta de la CIA, donde fue torturado, y ahora exige una reparación. El tribunal determinó que la denuncia atañe a secretos de Estado.

› Por Yolanda Monge *
desde Washington

El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha rechazado el recurso presentado por el ciudadano alemán de origen libanés Jaled el Masri, en el que alegaba que la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en sus siglas en inglés) lo secuestró por error y lo retuvo ilegalmente durante seis meses como sospechoso de pertenecer a la red terrorista Al Qaida. El Masri fue detenido en mayo de 2004 en la frontera de Serbia y Macedonia cuando se encontraba de vacaciones y, según su versión de los hechos, fue torturado por agentes de la CIA en una cárcel secreta de Afganistán. La negativa del Supremo a revisar el caso supone la confirmación definitiva de que la denuncia atañe a secretos de Estado.

La querella de El Masri asegura que los agentes lo interrogaron durante tres semanas. Le desnudaron, golpearon y sodomizaron con una de las armas que habían empleado para golpearlo. Según su versión de los hechos, posteriormente lo anestesiaron y primero lo trasladaron a Bagdad y luego a Afganistán, donde pasó cuatro meses en una cárcel secreta de la CIA. Después lo liberaron en una región montañosa de Albania. En un relato de los hechos publicado por él mismo en el diario Los Angeles Times, El Masri detalló cómo fue violado y golpeado en repetidas ocasiones. Sólo le daban de beber agua sucia y lo hacían dormir en una celda de dimensiones mínimas. El detenido argumentó en su apelación ante el Supremo que el entonces director de la CIA, George Tenet, lo retuvo durante semanas aun después de haberse enterado de la confusión de identidad.

Tras ser liberado, El Masri llevó su caso a las autoridades alemanas, que abrieron una investigación que todavía no ha culminado. También presentó una denuncia en los juzgados de Estados Unidos. El argumento de la administración republicana es que la investigación sobre este caso podría revelar secretos de Estado, datos críticos en la llamada guerra contra el terrorismo. Según la CIA, el caso debía desestimarse para “proteger fuentes y métodos de información clasificada y evitar daños a la seguridad nacional”. Un juzgado de primera instancia de Virginia desestimó la denuncia con los argumentos esgrimidos previamente por el gobierno. Los abogados del ciudadano alemán adelantaron entonces que si el Supremo no intervenía en este campo, “el gobierno podía cometer actos de tortura, simplemente declarándolos secretos de Estado”.

El caso de este ciudadano europeo ha suscitado tensiones diplomáticas entre los gobiernos de Alemania y Estados Unidos. En 2005, la canciller Angela Merkel reveló en privado a la secretaria de Estado Condoleezza Rice su preocupación por casos como éste e intentó que la administración Bush admitiera que se había cometido un error. Sin embargo, lo que hubo en Washington fue indignación cuando en enero pasado un juzgado alemán ordenó la detención de 13 agentes de la CIA sospechosos de haber detenido a El Masri. Hasta ahora no ha habido ningún pedido de extradición.

La detención podría haberse debido al parecido del apellido del detenido con el de Jalid al Masri, uno de los terroristas que continúan siendo buscado por Estados Unidos por ser uno de los responsables de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Al Masri, nacido en la antigua Unión Soviética, perteneció a la célula alemana que planeó los atentados. El caso de El Masri no sólo se refiere a las detenciones ilegales que autorizó el gobierno estadounidense después del 11-S, sino también a todo el esquema de cárceles y vuelos secretos de la CIA. Según las investigaciones de organizaciones civiles y de la Unión Europea, hubo alrededor de 800 vuelos secretos y se trasladaron más de cien supuestos sospechosos de terrorismo, que después de varias paradas terminaban en cárceles clandestinas donde eran torturados sin limitación alguna.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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