EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Es lugar común decir en espacios como éste que al mundo poco le importa cuando se elige presidente en la Argentina. Como todo lugar común, tiene su parte de verdad, pero también es cierto que las elecciones argentinas importan, especialmente a los vecinos. Y si tomamos a los tres candidatos con chances, hay diferencias importantes.
Quizás el más interesado de todos los vecinos sea Evo Morales, el presidente de Bolivia. El apoyo del gobierno de los Kirchner al ambicioso proceso de transformación que ha encarado el líder indígena en Bolivia se ha dado a distintos niveles. Desde la renegociación para arriba de los precios del gas boliviano y su triangulación con Chile, hasta la mediación con Brasil por la privatización de las refinerías de Petrobras, pasando por innumerables intercambios entre los movimientos sociales oficialistas, por llamarlos de alguna manera, de uno y otro país: el gobierno de los Kirchner ha sido un firme aliado del de Morales en momentos cruciales. Bolivia no es un tema menor. Limita y comparte etnias con Chile, Argentina, Paraguay, Brasil y Perú. Un incendio boliviano podría propagarse en cualquier dirección, y combustible sobra: gas, cocaína, movimientos secesionistas, sindicatos combativos, indigenismo y una historia plagada de guerras civiles y levantamientos.
Los embajadores Miguel Angel Espeche Gil y Abel Posse, asesores de política exterior de Lilita Carrió y Roberto Lavagna, respectivamente, dicen que mantendrán el apoyo al gobierno de Morales, pero con algunos reparos. El principal es la alianza de Morales con el presidente venezolano Hugo Chávez. “Lo de Evo Morales es de una inestabilidad interna gravísima, agravada por una dependencia peligrosa de Venezuela. El supuesto eje Caracas-La Paz, más que un eje es un palo en la rueda. Chávez causó una división.
Hay que dejar que se serene la situación. Morales está dividido por su pasión justiciera indigenista por un lado y por el otro la realidad económica, que limita su capacidad de acción. Las relaciones con Bolivia pueden ser muy buenas, hasta mejores que ahora, pero hay que ser muy prudentes”, opinó Posse.
Está claro que Chávez es la figura de política exterior que más separa a Cristina Kirchner de Lavagna y Carrió. Un importante asesor de política exterior de la senadora oficialista, que no es el canciller, dijo que los adversarios de Chávez en Argentina y el mundo exageran su presunta peligrosidad. “El mundo cambió, la guerrilla ya no es una opción en la región. ¿A quién va a desestabilizar Chávez? ¿Qué hace que es tan malo? ¿Reunirse con el presidente de Irán? Putin también lo hace, muchos presidentes lo hacen. Cuando los norteamericanos me dicen que dejemos de hacer negocios con Chávez, yo les contesto: ¿por qué no dejan de hacer negocios ustedes con Chávez? Venezuela tiene 14.000 estaciones de servicio Citgo en Estados Unidos. En todo el mundo, en donde cuenta, nadie se toma en serio la supuesta amenaza de Chávez.”
Espeche Gil no opina lo mismo. “Chávez es una versión exacerbada del Perón de los ‘50. Es difícil de encasillar porque hizo cosas muy valiosas en su país, como la salud y la educación, pero ha vulnerado el Estado de derecho y ha llevado las cosas hasta un punto lamentable.”
Para el asesor de Cristina, el probable enroque entre el matrimonio Kirchner traerá nuevos aires a la política exterior argentina. “Primero, cambia la personalidad. Cuando sale del país, Néstor se aburre. A él le gusta reunirse con intendentes. En cambio, Cristina cuando viaja siempre encuentra algo para hacer y le encanta conocer gente. Segundo, cambió el país. Néstor siempre decía: `qué voy a salir a vender si tengo un país destruido’. Ahora podemos ir a Alemania a discutir inversiones de igual a igual, como socios, porque el país volvió a ser atractivo.”
Según el consejero de la primera dama, la política de derechos humanos que viene desarrollando el gobierno kirchnerista será clave en la próxima etapa de inserción en el mundo. “Los franceses han hecho de la cultura su bandera. Sudáfrica es conocida por su lucha contra la discriminación racial. Israel es una autoridad en genocidios. Nosotros tenemos a las Madres y a las Abuelas, que son referentes, están en el imaginario mundial. Cuando se hable de terrorismo de Estado en cualquier lugar del mundo, Argentina tiene que estar involucrada, tiene que estar en las reuniones. Así podemos ser jugadores a nivel internacional.”
Posse plantea una diplomacia más tradicional. Resolver el problema con los bonistas, escuchar los reclamos de las privatizadas y evitar rencillas desgastantes con los vecinos son algunas de sus propuestas. “Irán y Estados Unidos están a punto de desatar un conflicto gravísimo por el armamento nuclear y no existe una posición latinoamericana al respecto porque Argentina no dialoga ni con Brasil ni con Chile ni con Perú para crear una opinión regional. No estamos preparados para conflictos mundiales que no podemos enfrentar a solas. Hace falta una diplomacia de país mayor y no de nene aislado.”
Los tres candidatos comparten el anhelo de lograr la Unión Sudamericana a través de un acuerdo entre el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones.
Espeche Gil dice que el camino pasa por profundizar la alianza con Brasil. “Hay que hacer una especie de Unión del Carbón o Tratado de Roma (las iniciativas encabezadas por Francia y Alemania para dar nacimiento a la Unión Europea). Hay unanimidad entre los principales referentes de política exterior de Brasil, Helio Jaguaribe, Luis Alberto Muniz y Samuel Pinheiro Guimaraes, en la necesidad de integrarse con Argentina, por eso ese país ha sido tan paciente con nosotros. Unidos con Brasil ganamos capacidad de maniobra sin resignar soberanía. Por eso apoyo el ingreso de Brasil al Consejo Permanente de la ONU”, dijo el asesor de Carrió, que además se declaró un admirador de las reformas que Rafael Correa impulsa en Ecuador.
Por lo demás, las diferencias planteadas parecen más de estilo que de fondo. Pero el estilo en la diplomacia no es algo menor. Los opositores le achacan al Gobierno cierta falta de tacto en las relaciones con vecinos y empresarios extranjeros. El caso paradigmático es Uruguay, donde los problemas políticos y ambientales crearon un encono personal entre Kirchner y Tabaré Vázquez.
También le critican al Gobierno la utilización de una suerte de diplomacia paralela en países clave como Venezuela, Estados Unidos, España y Francia, donde las riendas de la relación la llevan funcionarios políticos que tienen línea directa con el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. “Todos los presidentes, al asumir, desconfían de la Cancillería, hasta que se dan cuenta de que un profesional bien instruido puede ser muy útil. En cambio, (Néstor) Kirchner nunca perdió esa desconfianza”, dice Espeche Gil. El asesor kirchnerista confirma: “Lo que pasa es que Néstor dice que en Cancillería siempre filtran todo (a la prensa)”. Y tira una idea que su candidata todavía no evaluó: “Sería bueno desarrollar un cuerpo de diplomacia civil, por ejemplo para que sindicalistas se reúnan con sindicalistas de otros países para discutir el ALCA, o ambientalistas de Argentina y Uruguay discutan las papeleras”.
Llamativamente, los especialistas de la oposición, ambos embajadores de carrera, no critican al canciller Jorge Taiana. Espeche Gil hasta lo elogia: “Tiene experiencia e hizo un muy buen trabajo habilitando el archivo de la Cancillería, que hacía mucha falta”.
La elección argentina no cambiará la impronta de centroizquierda que ha adoptado la región en los últimos años, más allá de los matices y del bloque liberal conformado por México, Colombia, Perú y algunos países centroamericanos. Para Argentina seguirá la cooperación con Estados Unidos en la lucha antiterrorista, el conflicto con Irán, el compromiso con el Mercosur, la búsqueda de nuevos mercados. Estados Unidos, mientras siga empantanado en Irak, seguirá ignorando a la región. Europa seguirá siendo Europa. Asia todavía está lejos y Medio Oriente es un hierro caliente que nadie quiere tocar.
No habrá cimbronazo pero sí diferencias. Un triunfo opositor haría más fácil la relación con Uruguay y quizá Chile y Perú, pero también causaría incertidumbre en Bolivia, Venezuela y quizá Brasil.
En un hipotético futuro gobierno es de esperarse que Lavagna privilegie la relación con Europa después de su experiencia de embajador en Bruselas. Y que venda su serenidad, su experiencia como negociador, su capacidad para convertir a la Argentina en un país más previsible y normal.
En cuanto a Carrió, cabe imaginarse una agenda que incluya reuniones con los “líderes morales” del mundo que reflejen el espíritu de Gandhi y Mandela. También es plausible que establezca relaciones casi carnales con Brasil. La suya sería una diplomacia de más alto perfil, más osada y heterodoxa, con un fuerte componente ético, quizá como la de Jimmy Carter.
Cristina Kirchner marcó la impronta que pretende darle a su política exterior cuando aprovechó un acto de campaña en Mar del Plata para rescatar el legado de la cumbre interamericana que se celebró en esa ciudad. En esa cumbre el tratado de libre comercio regional que proponía Estados Unidos fue derrotado por el frente unido del Mercosur. Temperamental y desafiante con sus oponentes, seductora y curiosa entre amigos, con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo como emblema, en alianza con Chávez y Lula más algunos guiños para el mundo empresarial, Cristina Kirchner impondrá su estilo particular, manteniendo los alineamientos geopolíticos que trazó el gobierno de su marido.
Cada cual, a su manera, buscará un lugar en el mundo para la Argentina.
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