Mié 31.10.2007

EL MUNDO  › EXCEPTO ISRAEL, EE.UU. Y DOS DE SUS EX COLONIAS

Condenan el embargo a Cuba

La Asamblea General de la ONU votó por abrumadora mayoría en contra del bloqueo económico de EE.UU. a La Habana. Nicaragua esta vez también rechazó la política de Washington.

Por decimosexta vez, la Asamblea General de las Naciones Unidas condenó por abrumadora mayoría el bloqueo norteamericano contra Cuba. La isla sumó un nuevo aliado este año. Nicaragua, ahora con gobierno sandinista, se unió al resto del mundo, dejando a Wa-shington con apenas tres apoyos. Israel y las islas Palau y Mar-shall fueron los únicos países que ayer defendieron el bloqueo como una herramienta para forzar la democracia en la pequeña nación caribeña. Sus discursos fueron casi calcados del del embajador estadounidense y no es sorpresa. Israel es el país que más ayuda militar norteamericana recibe en el mundo y los dos archipiélagos son ex colonias de la superpotencia, que todavía hoy sigue controlando indirectamente su política exterior.

El resultado de la votación fue de 184 a 4, con una sola abstención. En 1992, la Asamblea General debatió por primera vez el bloqueo estadounidense y el ganador, entonces, fue la abstención, con 71 votos. Desde entonces, Cuba ha conseguido ir convenciendo a los indecisos año tras año, hasta que en 2005 sólo quedaba uno, Micronesia. Casualmente, la pequeña nación del Pacífico también es una ex colonia norteamericana, que todos los años recibe millones de dólares de Washington. Esta ayuda llegó a su apogeo en 2001, cuando alcanzó el 65 por ciento de los ingresos del empobrecido Estado. Dos años después, Micronesia y Estados Unidos firmaron un acuerdo para extender los fondos hasta el 2023.

A primera vista, tanto Micronesia como las islas de Palau y Marshall no parecen naciones soberanas como el resto de los 186 países que componen las Naciones Unidas. Para empezar, son Estados asociados a los Estados Unidos. Pero no como Puerto Rico, que depende legalmente de la Casa Blanca. Sino países reconocidos internacionalmente como independientes pero que, a través de un Tratado de Libre Asociación, aceptaron renunciar a sus Fuerzas Armadas y seguir los lineamientos de Washington en materia de política exterior, a cambio de cientos de millones de dólares anuales.

Las islas Marshall son la máxima expresión de esta dependencia. Desde que Estados Unidos sacó a los japoneses y se hizo cargo de ellas, después de la Segunda Guerra Mundial, el archipiélago se convirtió en un punto militar fundamental para la superpotencia. Allí se realizaron las pruebas nucleares más grandes de la historia norteamericana. En una de ellas, la prensa internacional pudo comprobar que cerca de 240 pobladores locales resultaron envenenados. Nada pasó y Washington continuó “ayudando al desarrollo del Pacífico”.

En 1986, las islas finalmente proclamaron ante el mundo su independencia y fueron aceptadas en la ONU. Sin embargo, el país sigue dependiendo principalmente de la ayuda económica de Estados Unidos y de la base militar que la superpotencia mantiene en el territorio (para construirla, el gobierno tuvo que desplazar a miles de habitantes de la segunda región más poblada del país). Además, el Tratado de Libre Asociación dejó en manos de un Alto Comisionado del gobierno norteamericano todas las decisiones relacionadas con la defensa, la seguridad nacional y, en muchos casos indirectamente, con la política exterior.

Haciendo ejercicio de su voz en la ONU, las islas Palau y Marshall sumaron dos apoyos cruciales a la debilitada causa estadounidense. De poco sirvió la resolución que presentó el secretario general Ban Ki Moon, en donde recordó las declaraciones de decenas de jefes de Estado de todo el mundo y de cumbres multilaterales en contra de los bloqueos o las sanciones unilaterales contra un Estado. A esto se sumaron las palabras de uno de sus asesores, el relator especial del Programa Alimentario de la ONU, Jean Ziegler. Desde La Habana, donde realiza una visita oficial, llamó a todos los países a rechazar el bloqueo contra la isla. “Es un ataque al orden internacional y a la Declaración de los Derechos Humanos”, aseguró. La condena de la Asamblea General no fue sólo un revés para el gobierno estadounidense, sino para el propio presidente George Bush, quien la semana pasada salió a defender el bloqueo ante las cámaras de televisión y prometió mantenerlo mientras la isla sea comunista.

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