EL MUNDO › EL GENIAL AJEDRECISTA HABLO CON PAGINA/12 HORAS ANTES DE SER DETENIDO
Kasparov es hoy uno de los más acérrimos opositores políticos del presidente ruso Vladimir Putin. Principal figura del partido La Otra Rusia, Kasparov fue designado candidato a las elecciones presidenciales de marzo del año que viene. En París presentó el libro La vida es un juego de ajedrez, y habló de la crisis rusa.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
El ex campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov fue nuevamente detenido ayer en su Rusia natal cuando participaba de una manifestación contra el gobierno de Vladimir Putin. Esta vez la Justicia no se limitó a ficharlo, sino que lo condenó a cinco días de prisión. Horas antes, había hablado con Página/12 en París por la presentación de su nuevo libro, La vida es un juego de ajedrez.
Para Garry Kasparov, la vida parece moverse en dos planos intensos que convergen en un punto inamovible: la victoria. Los tableros de ajedrez y los incalculables parámetros de la acción política han sido para Kasparov dos pasiones convergentes, como si, a diferencia de otros jugadores de ajedrez de la difunta Unión Soviética, sin la complementariedad del ajedrez y la política la existencia careciera de sentido. Los años han transcurrido desde que el ex campeón del mundo de ajedrez encarnaba los cambios políticos que se avecinaban en la era del ex presidente Mijail Gorbachov. Su rival de entonces, Anatoly Karpov, tenía la imagen opuesta de Kasparov: Karpov era el hombre del sistema, el apparatchik del ajedrez, el soviético de alma, serio, encerrado en sí mismo, poco afecto a las palabras y de una frialdad que lo acercaba a los círculos de la hoz y el martillo. Garry Kasparov, en cambio, era comunicativo, sonreía, defendía los cambios en la URSS y era oriundo de un lugar que vivía bajo la bota de Moscú, Bakú, en Azerbaiján. Kasparov, la minoría oprimida, contra Karpov, el alfil del sistema opresor.
Kasparov no ha perdido nada de su carácter de entonces. Los tableros de ajedrez ya no ocupan el lugar preponderante pero sí la política. Garry Kasparov es hoy uno de los más acérrimos opositores políticos del presidente ruso Vladimir Putin. Principal figura del partido La Otra Rusia, Kasparov fue designado candidato a las elecciones presidenciales de marzo del año que viene. Se trata, para él, de derrocar al rey, de poner en jaque a un régimen que Kasparov describe así: “mezcla de Marx y Adam Smith”. Quienes se acercaron a él en los años ’80 notan que el hombre tiene la misma mirada penetrante, la misma intensidad, la energía de un águila que sólo tiene un blanco: comerse a su presa.
Elegante y comunicativo, Kasparov vuelve a asumir una suerte de postura similar a la que tenía en la época de jugador de ajedrez: estar contra el sistema. El sistema soviético de antaño, el sistema de Vladimir Putin en la actualidad: “Putin ocupa el centro del sistema de corrupción que tenemos en Rusia. Putin no tiene nada para proponer a la sociedad rusa”. Los sondeos de opinión no reconfortan a Kasparov. La popularidad de los partidos de oposición, entre los cuales está el de Kasparov, está a años luz de la del partido pro Kremlin, el cual, según una encuesta del instituto independiente Levada, suma 67 por ciento de las intenciones de voto para las elecciones legislativas de este domingo.
El partido La Otra Rusia no participa en ellas. La inscripción fue rechazada por falta de simpatizantes. Kasparov, sin embargo, no cree en las encuestas: “No se les puede atribuir ningún valor a estos sondeos de opinión porque fueron realizados en un Estado policial. El Kremlin instauró una suerte de ilusión de estabilidad, un bienestar y una prosperidad que no existen. Lo único que hizo Putin fue multiplicar por diez los capitales de los millonarios rusos. La fortuna acumulada por las cien familias más ricas del país equivale al doble de los recursos anuales del Estado. La vida cotidiana de la gente común es muy distinta a esta realidad. Ellos no viven en lo virtual”.
Las cifras están contra Kasparov como, a su manera, lo estuvieron en el legendario primer partido que disputó en 1984 contra Anatoly Karpov cuando tenía 19 años. El encuentro, que fue la final del campeonato del mundo, figura en los anales del ajedrez y de la política: Kasparov empezó perdiendo, rápidamente, por 5 a 0. De manera genial, en el curso de los cinco meses que duró el encuentro, Kasparov empezó a alcanzar a Karpov: 5 a 1, 5 a 2, 5 a 3. En ese puntaje y por obscuras razones, el entonces presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, la FIDE, el filipino Florencio Campomanes, interrumpió la partida. Ese episodio le sirvió a Kasparov para lanzar su cruzada contra la FIDE y contra Anatoly Karpov, a quien acusó de ser un hombre del pasado, apoyado por el régimen.
Un año después, en 1985, Kasparov derrotó a Karpov por 13 puntos a 11 y, a los 22 años, se convirtió en el campeón del mundo de ajedrez más joven de la historia. Los dos partidos siguientes contra Karpov también terminarán con la victoria de Kasparov: el primero en Londres, el segundo en Leningrado. Dos años más tarde, en el campeonato del mundo organizado en Sevilla, Kasparov conservó su título pese al empate 12 a 12. Su rival no era cualquiera. Anatoly Karpov también había visto mezclarse las líneas del ajedrez y la política y es, pese a las acusaciones que pesaron sobre él, uno de los ajedrecistas más impresionantes de la historia.
Kasparov fue campeón del mundo entre 1985 y 2000. En 2005 se retiró del ajedrez y fundó su primer movimiento político, el Frente Ruso Unificado. De madre armenia y padre judío, Kasparov hizo del ajedrez el instrumento de su sed de victoria. El libro que presentó en París, La vida es un juego de ajedrez, traza un paralelismo entre el ajedrez y la forma en que los seres humanos toman las decisiones.
Según Kasparov, los ingredientes de una gran crisis rusa se están propagando para desembocar en otra gran tragedia, similar a la que azotó al país a principios de los años ’90: “el destino del régimen actual ya está escrito. No va a durar más de dos o tres años. Después vendrá la caída y será muy duro para Rusia. No vamos a vivir una revolución sino un colapso. Todos podemos constatar que la inflación se traga las ganancias de la mayoría de los ciudadanos al tiempo que la distancia entre ricos y pobres se hace cada vez más grande. Vivimos en un sistema de privilegiados gestionado por un hombre, Vladimir Putin. Eso tiene un nombre: ‘el Estado Putin’. Los capitales más importantes que circulan van hacia las compañías controladas por el poder. Gazprom, Rosneft... Esos grupos semipúblicos, semiprivados, se reparten el dinero gracias a los privilegios consentidos por el Estado. Todo lo que es gasto se nacionaliza y lo que es beneficio se privatiza. Eso es precisamente el Estado Putin”.
En su libro, Kasparov afirma que los asesinatos de la periodista Anna Politkovskaïa –opositora– y de Alexandre Litvinenko, el ex expía del KGB asesinado en Londres, mostraron claramente que el régimen ruso no era lo que los occidentales pensaban, es decir, “una autocracia estable”. Según el ex campeón del mundo de ajedrez, “el Kremlin está más cerca de una dictadura que de una democracia. Pese a ello, el régimen no es estable. Esa es la debilidad misma del régimen, que es la debilidad de toda dictadura: se acaba porque ya no tiene nada que ofrecer”.
La situación política actual de Kasparov es delicada. Su fama internacional no encuentra el mismo eco en Rusia, pero el hoy hombre político asegura que, en esta etapa, la esencia de su combate no es la victoria propiamente dicha: “Para mí, el elemento más difícil e importante es desarrollar una estrategia que les aporte energías a las fuerzas que están contra Vladimir Putin. Es un poco como sentarse delante de un tablero de ajedrez para jugar una partida empezada y descubrir que mi campo estaba a punto de caer en un jaque mate en todas las variantes posibles. Además, en este tipo de juego, nuestros adversarios siempre cambian las reglas del juego en su propio beneficio”.
El Genio de Bakú, el hombre que desafió a más de un sistema, que llenó los libros de historia con partidas de ajedrez que son leyenda, tiene hoy un adversario que le deja pocos espacios para desarrollar su juego. Antes fue Brezhnev, después Kasparov, luego las instancias oficiales del ajedrez, ahora su rival es Putin. Un jugador nuevo, con otras reglas elaboradas en una época nueva. Pero Kasparov permanece fiel a su estrategia. En una partida, se gana por el propio esfuerzo y, también, con la alianza del otro, del adversario: “Hay que crear situaciones donde el adversario se vea sometido a los nervios. Entonces comete errores que uno puede aprovechar para llegar al jaque mate”.
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