La visita del mandatario brasileño tiene como objetivo reafirmar la alianza estratégica con su par de Venezuela. Petrobras y Pdvsa firmaron un acuerdo para la construcción de una refinería en Pernambuco. Pero casi no mencionaron el Gasoducto del Sur.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez se reunieron ayer en Caracas para discutir sobre comercio y energía, y brindarse mutuo apoyo después de los fracasos que ambos vivieron recientemente. Mientras el presidente venezolano todavía trata de recuperarse del golpe que significó la victoria del No en el referéndum de la reforma constitucional, su par brasileño sufrió una derrota política en el Congreso que lo obligará a reformular todo su presupuesto para el año próximo. Apenas horas antes de subirse al avión, Lula se enfrentó a una rebelión sin precedentes de los senadores del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), quienes pusieron en jaque la principal fuente de financiamiento de los planes sociales brasileños.
La visita de Lula de ayer ocurre en un momento en que las relaciones entre los dos gobiernos se encontraban deterioradas en términos políticos. Uno de los temas que más acusó este desgaste fue la parálisis de los proyectos energéticos. Desde hace tres meses, el presidente venezolano viene haciendo explícita su indignación. Sus reclamos parecen haber surtido efecto. Según un comunicado de Petrobras difundido por la red Globo, la empresa brasileña y Pdvsa firmaron un acuerdo para hacer realidad la construcción de una refinería en Abreu de Lima, en Pernambuco, el estado natal del mandatario brasileño. El texto adelanta que la planta, con capacidad para refinar unos 200 mil barriles diarios, sería en un 60 por ciento de Petrobras y un 40 por ciento, de su contraparte venezolana.
El otro proyecto es el llamado Gasoducto del Sur. A pesar de que algunos en la región se apuraron en anunciar su muerte, la megainiciativa sobrevive, aunque –es cierto– agoniza. Ayer, a diferencia de la última reunión que habían mantenido en Manaos en septiembre pasado, la palabra gasoducto casi ni fue mencionada.
El vocero presidencial brasileño ya había adelantado en una conferencia de prensa el viernes pasado cuál sería el objetivo de Brasilia. Desde su llegada, Lula enfatizó la necesidad de reequilibrar el déficit venezolano en el área comercial, y dejó en un lejano segundo plano los reclamos venezolanos por reactivar el Gasoducto del Sur. A diferencia de visitas anteriores, esta vez Lula contaba con una fortaleza extra para negociar con el gigante petrolero venezolano: el descubrimiento de ocho mil millones de barriles de crudo en aguas brasileñas.
A pesar de las diferencias, la visita de Lula a Caracas también tiene como objetivo reafirmar la alianza estratégica entre ambos países y, principalmente, entre ambos gobiernos. Después de todo fue el mandatario brasileño quien salió a apoyar públicamente a Chávez después del cruce que había mantenido con el rey español durante la Cumbre Iberoamericana en Santiago, gesto que muchos vieron como un guiño al presidente y a su reforma constitucional.
Chávez no era el único que necesitaba el apoyo de su aliado regional esta vez. Lula llegó a Caracas realmente golpeado por la derrota en el Senado del miércoles a la noche. El boicot de la bancada socialdemócrata contra la prórroga del llamado impuesto al cheque dejó al gobierno sin una partida mensual de más de 20 mil millones de dólares y sin la principal fuente de financiación de sus planes sociales y de algunas áreas de salud y del sistema previsional.
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