Mar 22.01.2008

EL MUNDO

Bajo presión, Israel frenó un poco el corte de suministros para Gaza

La difícil situación de los palestinos que viven el bloqueo suscitó el reclamo mundial. Hace días que no entran alimentos a la Franja.

› Por Luis Jiménez *
desde Jerusalén

La presión de la comunidad internacional, desde las Naciones Unidas, la Unión Europea y la Cruz Roja hasta un sinnúmero de organizaciones humanitarias, forzó en la tarde de ayer a Israel a aliviar un poco la difícil situación que los palestinos de Gaza soportan desde hace cuatro días, cuando el ejército israelí cerró todos los pasos fronterizos en represalia por los cohetes artesanales Kasam que los milicianos de Hamas disparan sobre Israel.

El ministro de Defensa israelí, el laborista Ehud Barak, ha autorizado la entrada de fuel para producir electricidad y medicamentos. Sin embargo, de momento se niega a permitir la entrada de comida y de gasolina para los vehículos o simplemente para aguantar el frío. Sin carburantes no pueden circular los camiones de la Unwra que distribuyen harina, azúcar, aceite y otros alimentos en los campos de refugiados. “Desde el pasado viernes no entran mercancías ni abastecimientos a la Franja de Gaza; ésta es una situación muy difícil, un castigo colectivo inaceptable”, dice Adnan Abu Hasan, portavoz de John Ging, director de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (Unwra). Los refugiados de la primera guerra árabe-israelí de 1948 representan un 70 por ciento del millón y medio de los residentes de la Franja de Gaza, la mayoría menores de edad. “Nosotros condenamos el disparo de cohetes contra los civiles israelíes”, señaló el portavoz de la Unwra, “pero ello no justifica la imposición de restricciones a los civiles palestinos” que no intervienen en las hostilidades.

La decisión del gobierno israelí de permitir la entrada de fuel y medicinas costó bastante. El primer ministro, Ehud Olmert, arrancó la jornada arremetiendo contra las críticas internacionales por el cerco de Gaza. “Mientras nuestros civiles se vayan a dormir con miedo, que se levanten con miedo y con miedo manden a sus hijos a la escuela, no será cómoda la vida de los palestinos en Gaza; y si no tienen gasolina, por mí que anden a pie”, declaró. El gobierno islamista de Hamas “ha hecho de todo esto un teatro para ganarse la simpatía del mundo”, dijo el veterano presidente de Israel, Simon Peres. “La solución es muy simple: que dejen de disparar sus cohetes”, añadió.

Pero mientras Olmert y Peres endurecían sus discursos contra Hamas y justificaban el cierre de los pasos fronterizos, Barak decidió dar marcha atrás y anunciar que “por una única vez” se permitirá el paso del combustible para seguir produciendo electricidad, vital para el funcionamiento de los hospitales, y de medicinas. Aunque Ehud Barak autorizó el cerco contra Gaza, a nadie escapa que el líder del Partido Laborista rivaliza por el poder con el conservador Olmert y que en lo posible no quiere verse salpicado por ningún escándalo interno, ni por una crisis humanitaria palestina.

La impresión en Israel es que el Poder Ejecutivo, que se niega a “terminar con los terroristas”, como exigen los afectados por los ataques con cohetes –esto es, lanzando una invasión masiva a la Franja de Gaza–, empieza a perder los estribos. A diario, mientras siguen cayendo los Kasam, especialmente en la ciudad de Sderot, de donde se marcharon ya tres mil habitantes, Olmert y Barak escuchan las airadas diatribas del pueblo que los acusa de “abandonarlos a su suerte”.

El destino político de Olmert pende de un hilo en vísperas de la publicación de la última parte de una investigación sobre su conducta y sus fallos, y los de las fuerzas armadas y sus jefes, durante la guerra contra la milicia libanesa de Hezbolá en el verano de 2006.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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