EL MUNDO › LOS CANDIDATOS DEMOCRATAS IGNORARON A EDWARDS
La interna demócrata se está poniendo divertida. Después de tres primarias, todavía es imposible adelantar un desenlace y eso está empezando a impacientar a los dos candidatos con más posibilidades, los senadores Hillary Clinton y Barack Obama. Esta semana, por primera vez, los dos se entrelazaron en una discusión que, a pesar de las sonrisas intermitentes de la ex primera dama, terminó pareciéndose mucho a una pelea. Clinton lo acusó de simpatizar con las ideas republicanas y Obama le recordó sus años como abogada de la cadena de supermercados Wal Mart. Uno y otro recibieron aplausos y chiflidos del auditorio convocado por la cadena CNN en Carolina del Sur a cinco días del caucus. Con una de las mayores comunidades negras del país, Obama ya se perfila como favorito.
La escena era muy parecida al debate que protagonizaron Mauricio Macri, Daniel Filmus y Jorge Telerman antes de la primera vuelta de la última elección para jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Clinton y Obama eran Filmus y Telerman, ambos obsesionados por minar la credibilidad de su contrincante. Como los dos candidatos porteños sabían en aquel entonces que debían pelear para llegar a la segunda vuelta, los senadores de Nueva York e Illinois saben que la interna se dirimirá entre ellos dos. John Edwards, el tercer candidato demócrata que participó del debate del lunes, era Macri, el rival ignorado. Con un discurso muy PRO, el ex senador de Carolina del Sur intentó acaparar la cámara durante al menos unos minutos con su programa progresista. “¿A cuántos niños va a curar este tipo de discusión? ¿A cuántos adolescentes les va a asegurar una educación universitaria? Esta elección no es sobre nosotros, sino sobre el futuro del país”, dijo ganándose una lluvia de aplausos. Pero su protagonismo duró, apenas, hasta el próximo round de sus compañeros.
A pesar de los retos de Edwards, Clinton y Obama volvieron a trenzarse. La ex primera dama, después de una racha ganadora en las últimas dos primarias, fue la primera en golpear. “Es difícil saber lo que el senador Obama piensa porque no bien dice algo, luego se desdice”, dijo y comenzó a enumerar. Lo acusó de simpatizar con las ideas republicanas de Ronald Reagan, de haber apoyado la guerra y al propio George Bush y de no tener idea de cómo pagar todos los programas sociales que propone. A medida que la lista se agrandaba, Obama perdía la calma.
Cuando finalmente le tocó hablar, ya no dudaba como al principio del debate ni hablaba pausado. “Es gracioso que la senadora me acuse de simpatizar con las ideas de Reagan cuando en esa época ella era abogada corporativa de Wal Mart. Yo, en cambio, trabajaba para ayudar a los que veían que sus puestos de trabajos se trasladaban a otro país”, retrucó Obama. “Un momentito”, interrumpió Clinton. “Yo estaba trabajando contra esas ideas republicanas cuando tú eras un abogado y representabas a tu contribuyente Rezko en sus negocios inmobiliarios a costa de los pobres de Chicago”, contraatacó la ex primera dama. Tony Rezko es un empresario de Illinois que, según la prensa de Chicago, ayudó a Obama a comprar su casa. Las idas y vueltas continuaron hasta que el periodista que oficiaba como moderador no pudo continuar ignorando a Edwards. “¿Hay tres personas en este debate o sólo dos?”, cuestionó sin dejar nunca de sonreír. El ex senador aprovechó su momento para repartir algunas críticas propias. Primero salió al rescate de Obama. Sostuvo que es Clinton quien en realidad no explica bien cómo pagará sus políticas sociales. “Vamos a ser honestos. Hillary no quiere hablar de aumentar los impuestos a los sectores más ricos”, dijo.
Pero el llamado a la honestidad de Edwards también golpeó al candidato negro. “Hablemos claro. Acá hay sólo dos planes de salud que aseguran una cobertura universal, el mío y el de Hillary”, agregó el ex senador, el único que centra su discurso en la lucha contra la pobreza. Cada acusación provocó una nueva reacción, una nueva lluvia de aplausos y chiflidos y un nuevo intento del moderador por encauzar el debate. Pero sus esfuerzos fueron en vano. “Recién estamos entrando en calor”, le advirtió Clinton con una sonrisa.
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