EL MUNDO › OMAR KHADR, PRESO EN GUANTANAMO DESDE LOS 15 AÑOS
A pedido del gobierno canadiense, un miembro del Tribunal Constitucional francés mandó un escrito al juzgado militar estadounidense protestando por el juzgamiento como adulto de Khadr.
› Por Eduardo Febbro
desde París
La historia del joven canadiense Omar Khadr es uno de esos episodios fomentados por dos extremos sucesivos: el de la red terrorista Al Qaida y el del sistema judicial norteamericano remodelado para combatir el terrorismo sin las garantías que debe proporcionar toda democracia. Omar Khadr está en vías de ser juzgado por un tribunal de excepcional, tal como ocurre con las personas que están detenidas en la base norteamericana de Guantánamo bajo los cargos de terrorismo. Pero si Khadr tiene hoy 21 años, cuando fue arrestado en Afganistán por las tropas estadounidenses no tenía más de 15. Khadr es lo que se conoce como un “niño soldado”, un status perfectamente definido por el Protocolo Facultativo de la Convención que trata de la implicación de los niños en los conflictos armados (OPAC). Este protocolo es una medida de las Naciones Unidas ratificada en 2002 por los Estados Unidos que protege a los jóvenes de menos de 18 años.
Sin embargo, Washington lo va a juzgar según los criterios con que se procesa a un adulto y no al menor que era en el momento de su detención. Las autoridades norteamericanas lo acusan de haber fabricado explosivos y de ser el responsable directo de la muerte de un soldado estadounidense.
Khadr debe comparecer el próximo 4 de febrero ante el coronel Peter Brownback, el juez militar del Tribunal de Excepción encargado de su legajo. Los abogados de Khadr presentaron un recurso para anular el proceso con el argumento central de que éste viola el texto de la ONU. Sus defensores argumentan que los procedimientos jurídicos deben apuntar a rehabilitar en la sociedad a los niños soldados y no a juzgarlos. La defensa recalca que si el juez militar Peter Brownback decide que Omar Khadr puede ser juzgado, Brownback “será el primero en la historia occidental en presidir un juicio por crímenes de guerra contra un niño”. Los abogados de Khadr solicitaron la intervención del ex Ministro francés de Justicia Robert Badinter, actual miembro del Consejo Constitucional francés. Badinter es una figura irreprochable de la jurisprudencia mundial. Entre muchas otras cosas, Badinter propulsó la abolición de la pena de muerte en Francia luego de la elección del presidente socialista François Mitterrand (1981-1995). Los defensores del canadiense le pidieron a Robert Badinter que redactara lo que se conoce como un amicus curae brief, literalmente “memoria de los amigos de la corte”. Ese texto fue publicado esta semana por el diario Le Monde y en ese alegato extenso y preciso el ex ministro francés de Justicia defiende la validez de los argumentos de la defensa: “Omar tenía 15 años el día de su arresto por parte de las tropas norteamericanas, el 27 de julio de 2002 (...). Omar había sido enrolado en los rangos de Al Qaida mucho antes de esa fecha, sin dudas desde la edad de 11 años y por voluntad de su padre (...). Y en tanto que niño soldado, Omar Khadr no es entonces un enemigo combatiente voluntario. Es ante todo una víctima”.
Omar Khadr es producto de su entorno. Khadr nació en Toronto, Canadá, el 19 de septiembre de 1986. Su padre de origen afgano, Ahmd Saïd Khadr, se fue con su familia a vivir a la ciudad paquistaní de Peshawar en el año 1988. Durante su estadía dirigió una organización caritativa canadiense musulmana hasta que en 1992 resultó herido por la explosión de una mina. Enseguida regresó a Canadá con toda su familia para recibir atención médica y volvió a Peshawar un tiempo después. Tanto en Canadá como en Pakistán, Omar Khadr fue inscripto en las escuelas islámicas. Cuando Omar cumplió 11 años su familia se trasladó desde Pakistán a la ciudad afgana de Jalalabad. En los años de residencia en Afganistán la familia Khadr vivió en uno de los campos de Osama Bin Laden. Los hijos Khadr fueron enviados a los campos de entrenamiento militar de Al Qaida. A Omar Khadr se le atribuye la participación en un combate contra las fuerzas norteamericanas desplegadas en Afganistán, que tuvo lugar en un edificio situado en la ciudad afgana de Khost. Omar fue el único sobreviviente del bombardeo aéreo lanzado contra el edificio. Una vez arrestado, el muchacho fue llevado a un hospital de la base aérea de Bagram, donde fue interrogado varias veces. Según narra el texto firmado por Robert Badinter, “al menos una vez sus interrogadores le pusieron bolsas de plástico en la cabeza y utilizaron perros para asustarlo”. En octubre de 2002 los norteamericanos lo trasladaron a la base de Guantánamo y lo encerraron en el Campo Delta. Omar contó que sus guardias lo golpearon, lo estrangularon y amenazaron con violarlo. En julio de 2004 Omar Khadr vio su vida cambiar otra vez: lo llevaron del Campo Delta al Campo V, adonde estaban detenidos los hombres “no cooperativos”. El Campo V es conocido por las condiciones extremas que imperan: las celdas están por ejemplo iluminadas día y noche con luces de neón.
El caso de Omar Khadr fue examinado en septiembre de 2004 por un tribunal que determinó que era “un combatiente enemigo”. Recién en noviembre de 2004, es decir, más de dos años después de su arresto, Omar fue autorizado a recurrir a un abogado. El 7 de noviembre de 2005 Khadr fue remitido ante la comisión militar que funciona en Guantánamo. Con todo, Robert Badinter recuerda que el 29 de junio de 2006 “la Corte suprema de los Estados Unidos juzgó que el presidente (Bush) había sobrepasado sus poderes al instaurar las comisiones militares especiales sin el acuerdo del Congreso y que esas comisiones violaban el derecho militar norteamericano así como las convenciones de Ginebra”. Nada cambió el destino judicial de Omar: el 2 de febrero del año pasado, el fiscal Jeffrey D. Groharing estableció la lista de cargos siguiente contra Omar Khadr: “asesinato, intento de asesinato, conspiración, apoyo material al terrorismo, espionaje”. El ex ministro francés de Justicia reitera hoy dos hechos esenciales: Omar era un niño soldado y “la práctica de enrolamiento de niños en las fuerzas armadas o en los grupos armados está considerada como un flagelo moderno por la comunidad internacional”. Por ello, cuando interpela a las autoridades estadounidenses, Robert Badinter afirma: “No se injuria a la gran democracia norteamericana si se recuerda aquí esta verdad histórica y esta exigencia moral: la causa de la libertad no se defiende nunca violando los principios de la libertad”. En lo concreto, al igual que sus abogados defensores, Badinter considera que la presencia de Omar en los campos de Al Qaida cuando tenía once años es perfectamente asimilable a un “enrolamiento forzado” por cuanto fue decidido por su padre y no por él mismo. El jurista francés puntualiza luego todos los convenios internacionales violados por Estados Unidos en este caso: régimen carcelario inadecuado para un menor de edad, ausencia de abogado durante el lapso legalmente establecido, detención de un menor junto a los adultos cuando esto está prohibido por principio, inculpación de un menor con cargos de los que no puede ser responsable, aplicación de una jurisdicción (militar) inadaptada al caso de un menor, violación de los derechos de la defensa. Robert Badinter concluye diciendo: “Omar Khadr era un niño cuando sufrió tratamientos crueles, inhumanos y degradantes. Ninguna de las declaraciones de Khadr obtenidas con semejantes procedimientos deplorables deberían ser consideraba como pruebas admisibles”. En suma, como lo han hecho con todos los presuntos terroristas transferidos a Guantánamo, Estados Unidos aplicó a un menor de edad los mismos métodos utilizados con los adultos. La historia de Omar Khadr demuestra hasta el hartazgo los dos abusos, las dos violaciones, a las que fue sometido: la de su familia primero y ahora y la de la primera potencia mundial, que hace del acusado adulto un culpable retroactivo.
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