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› QUE PASO CON EL LIDER DE AL-QAIDA Y CON SUS HUESTES DESPUES DE LA CAMPAÑA AEREA NORTEAMERICANA
A dónde se escapó Bin Laden
Después del estruendo de la guerra y del desmantelamiento de las bases de Al-Qaida en Afganistán quedaron dos interrogantes: qué pasó y a dónde fueron los entre 3000 y 4000 milicianos de Al-Qaida entrampados en las montañas de Tora Bora, en el Este afgano. Entre ellos estaba la presa más codiciada: Osama bin Laden. Estas son dos investigaciones sobre el tema.
El aplastamiento de los campamentos afganos de Al-Qaida fue como dar un pisotón sobre un hormiguero de termitas: destruyó una base pero envió a sus miembros en distintas direcciones para montar nuevas colonias. La campaña militar estadounidense se probó altamente exitosa en la empresa de destruir los viejos campos de Al-Qaida, pero también fue un sorprendente fracaso en la tarea de detener y capturar a los hombres de Osama bin Laden.
Hasta ahora sólo se ha sabido del paradero de dos integrantes del liderazgo de Al-Qaida: Mohammad Atef, el jefe de operaciones que fue muerto cuando un misil lanzado por un avión no tripulado destruyó su escondite cerca de Kabul en noviembre, y Abu Zubaydah, jefe de reclutamiento y entrenamiento, detenido en Pakistán. En los cinco años en que Bin Laden dirigió Al-Qaida en Afganistán se entrenaron allí hasta 25.000 aspirantes a guerrilleros y terroristas provenientes de 70 países. Observadores de Al-Qaida creen que el centro de combatientes plenamente formados, que constituían el núcleo duro de la red, estaba entre los 3000 y los 10.000 miembros. De ellos, varios cientos pueden haber muerto en el bombardeo de Afganistán. Los arrestos de individuos y de pequeños grupos de supuestos miembros en Europa y Asia llegan a unos cientos. Pero esto aún deja sin contar a varios miles. ¿Dónde están ahora?
Se cree que Bin Laden, su vice Ayman Zawahiri y cientos de la elite de Al-Qaida, de lejos el grupo más grande y más importante, están en las áreas tribales de Pakistán, en la frontera afgana más allá del alcance del gobierno de Islamabad. Hay testigos que declaran haber visto a Bin Laden en Shah-i-kot, un baluarte de Al-Qaida, en febrero. Algunos informes posteriores lo ubican en Waziristan, Pakistán, pero de ahí en más se le pierde el rastro.
La CIA y la inteligencia alemana creen que Bin Laden no se ha ido lejos de su antigua guarida, y en días recientes las fuerzas de Estados Unidos han enfocado su búsqueda en las cavernas y cañadas de la frontera afganapaquistaní. Esta es una conclusión, sin embargo, construida más en la lógica que en la evidencia pura. Los analistas creen que viajar más lejos, afuera, sólo lo expondría a un mayor riesgo de ser descubierto. Peter Bergen, cuyo libro, Holy War Inc. (Guerra Sagrada Inc.) es un análisis de la mentalidad y métodos de Bin Laden, dijo: “Pakistán fue el segundo hogar para Bin Laden y Zawahiri. Lo conocen muy bien”.
Islamabad, inicialmente ansiosa de quitarle importancia a la presencia de Al-Qaida, ahora la admite abiertamente. Hasta 50 sospechosos de pertenecer a Al-Qaida, en su mayoría árabes, han sido entregados a Estados Unidos en los últimos tres meses sin aparecer en tribunales. Desde que el bombardeo de Estados Unidos comenzó en Afganistán en octubre pasado, Pakistán arrestó a 400 talibanes y sospechosos de Al-Qaida. “La gente alberga a Al-Qaida por motivos religiosos, étnicos y sobre todo financieros –dijo un alto funcionario paquistaní–. El gobierno se enfrenta a una falta de cooperación de la gente local.”
Un elaborado sistema de protección ha salido a la luz. Justo después de la caída de los talibanes, los operativos de Al-Qaida estaban pagando hasta 10.000 dólares por mes a los líderes tribales para que los albergaran. Recientemente, sin embargo, estos alquileres se han consolidado en un solo pago como garantía de que los combatientes de Al-Qaida buscando albergue no sufrirán daño. “La gente tribal es codiciosa pero una vez que hay un garante de por medio el tema de la confianza está arreglado. Sus huéspedes nunca serán traicionados”, dijo un funcionario paquistaní desde la zona.
El código de silencio ha sido reforzado por el temor. El mes pasado la policía encontró panfletos en la ciudad de Wana que tenían los nombres de 120 supuestos informantes paquistaníes y afganos. “Los mataremos a todos”, decía el panfleto.
Los aliados de Al-Qaida parecen capaces de moverse libremente en partes del norte de Pakistán. Varios altos comandantes talibanes, algunos conconexiones cercanas con Al-Qaida, están viviendo ahora abiertamente en Peshawar. En una entrevista con este diario, un comandante talibán advirtió que los combatientes de Al-Qaida ocultos en Pakistán estaban listos para luchar. “Tienen equipos más sofisticados que lo que tuvimos jamás nosotros. Si sienten que están acorralados matarán porque creen que es mejor morir por su causa”, dijo.
Diez mil tropas paquistaníes han sido enviadas a rastrear Al-Qaida, junto con militares norteamericanos y agentes de la CIA. Pero un funcionario paquistaní que ha pasado muchos años en la zona dijo que la barrida podía ser contraproducente. Los allanamientos, en particular, habrían causado una indignación generalizada.
Si bien Pakistán es ciertamente el escondite clave de Al-Qaida, una cantidad de pruebas parciales sugiere que los sobrevivientes de la red se las han arreglado para encontrar otros refugios. La atención se ha enfocado recientemente sobre Irak, donde el grupo islamista Ansar al-Islam está librando una campaña guerrillera contra la Unión Patriótica de Kurdistán, que controla gran parte del nordeste del país. Los combatientes de Ansar se entrenaron en los campamentos de Al-Qaida en Afganistán. Entrevistas con cautivos de Ansar confirman que fugitivos de Al-Qaida han llegado a la remota región de montañas que, como está más allá del control del gobierno central, es perfecta para las necesidades de Al-Qaida. También han habido informes árabes y estadounidenses de que “docenas” de combatientes de Al-Qaida han encontrado refugio en las ciudades iraníes de Mashad y Zabol. Se piensa que entre ellos están los jefes de los comités militar e ideológico de Al-Qaida.
La atención también está empezando a desplazarse al este, por temor a que Al-Qaida esté empezando a usar en su favor las insurgencias de Filipinas e Indonesia. En noviembre, un tribunal español que estaba investigando a la red recibió la versión de que hasta 400 combatientes habían sido enviados a Indonesia para recibir entrenamiento. Fuentes filipinas de seguridad creen que docenas de miembros de Al-Qaida han usado un campo de entrenamiento del Frente de Liberación Islámico Moro en Mindanao. “Van a abrir un segundo frente, y veo al sudeste asiático como mucho más vulnerable que Europa”, dice Minh Luong, director adjunto de Estudios de Seguridad Internacional de la Universidad de Yale.
Hay otras pistas interesantes de dónde puede ser que Al-Qaida esté sembrando nuevas raíces. Las fuerzas estadounidenses que allanaron la casa de Mohammed Atef encontraron una fotografía tomada del otro lado del planeta: en la “Triple Frontera” donde se cruzan Paraguay, Brasil y Argentina. Es el hogar de una extendida comunidad, principalmente libanesa, que tiene una historia de simpatías con el movimiento chiíta radicalizado Hezbolá. Para algunos analistas que apuntan a los contactos entre Bin Laden y Hezbolá a comienzos de los ‘90, hay buenas razones para sospechar que la Triple Frontera, así como el valle libanés de Bekáa, pueden surgir como nuevas plazas fuertes.
Es probable que el alcance global de la red, que ya era impresionante antes del 11 de setiembre, se haya extendido por las necesidades creadas por la guerra de Afganistán. A corto plazo esta dispersión es un signo de debilidad, de la falta por Al-Qaida de lo mismo que le dio su nombre: La Base. Sin embargo, puede hacer que esa fragmentación se vuelva en su favor.
“Ahora es más impredecible. Puede lanzar un ataque contra trabajadores occidentales o contra una Iglesia. Puede hacer cualquier cosa en cualquier momento –dice Vincent Cannistraro, ex jefe de antiterrorismo de la CIA–. En algunos aspectos, estamos peor que antes.”
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Equipo de investigación:
Julian Borger, Luke Harding, Rory Carroll, Rory McCarthy. Desde Washington, Kabul e Islamabad *
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