Si bien la campaña oficial recién empieza, la disputa entre el PSOE y el Partido Popular empezó hace meses. El objetivo es superar los diez millones de votos para formar gobierno con mayoría en el Congreso.
› Por Pablo Ordaz *
Desde Madrid
Lo llaman el huevo frito y se sirve en La Moncloa todos los lunes por la mañana. Se trata de un folio apaisado lleno de cuadrículas de colores donde, de un solo vistazo, Zapatero y sus íntimos analizan la semana. El rojo indica un acto del presidente. El azul, una intervención de Rajoy. En amarillo aparecen reseñadas las distintas actividades de los ministros, de ahí que sea el color predominante, una mancha amarilla sobre un folio blanco, un huevo frito. Pero, conforme se acercaba la campaña, el rojo y el azul iban adueñándose del papel. Y, a partir de hoy, ya serán los únicos colores que importen. Rojo contra azul. Zapatero contra Rajoy. De esa guerra sin cuartel dependerá quién desayune los próximos cuatro años en La Moncloa.
La campaña que oficialmente se inicia hoy para las elecciones generales del nueve de marzo lleva mucho tiempo en cartelera, y todo, absolutamente todo, desde los indicadores económicos hasta las redadas de la Guardia Civil, se interpreta desde hace tiempo en clave electoral. Se trata de un espectáculo en pos de los 10 millones de votantes, verdadera tierra prometida para unos y para otros. Zapatero y Rajoy se saben esas cifras de memoria. En España votan 25 millones de personas. Y el Partido Socialista (PSOE) y el Partido Popular (PP) se reparten 20 millones de esos votos. Así que el que supere los 10 millones de votos podrá formar gobierno. Según los cálculos socialistas, para que Zapatero siga en La Moncloa la participación debe superar el 71 por ciento (en 2004 fue del 75 por ciento). Así que su primer enemigo es la abstención.
Cualquier recurso es lícito para atraer la atención de las cámaras. Desde las nuevas tecnologías –videos colgados en YouTube, webs que permiten darse un paseo por el despacho de Rajoy– hasta los métodos más antiguos. Ya se ha visto a Zapatero practicando el viejo arte de besar a niños, a Rajoy acercándose a los más pobres o a Manuel Pizarro, número dos del PP en Madrid, visitando un mercado de fruta. Visita que sirvió al ministro de Economía, Pedro Solbes, para meterse con él: “Compró cerezas fuera de temporada. ¡A 20 euros el kilo!”.
El ministro tan alicaído en los últimos tiempos por culpa de los indicadores económicos tuvo el jueves un respiro. Mientras preparaba el debate con Pizarro se conoció que el superávit de 2007 representó el 2,23 por ciento del PIB, el mayor de la democracia. Ese dato lo debe haber ayudado para ganar el primer debate de la campaña y reavivar las esperanzas en el oficialismo.
* De El País de España. Especial para Página/12.
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