Dom 24.02.2008

EL MUNDO  › DESDE LA ISLA, UNA MIRADA DESCARNADA DE LA CUBA QUE DEJA FIDEL

Llegó el adiós largamente postergado

Los claroscuros que deja la presidencia de Fidel Castro incluyen una sociedad educada, diversificada y compleja, pero también un sistema político autoritario y una economía improductiva que premia a quienes entran en contacto con el sector externo.

› Por José Natanson

La Asamblea Nacional de Cuba designará hoy al nuevo presidente del Consejo de Estado y al jefe de las Fuerzas Armadas, cargos que probablemente recaerán en Raúl Castro, como un paso más en el proceso de recambio institucional iniciado hace dos años, cuando se conocieron las noticias acerca de la enfermedad de Fidel. Antes que nada hay que decir que el índice de mortalidad infantil en Cuba es el más bajo de América latina, la esperanza de vida se asemeja a la de los países desarrollados y la pobreza extrema no existe. Todos los niños reciben un litro de leche por día, todos van a la escuela –la Unesco declaró a la isla territorio libre de analfabetismo– y todos tienen igual derecho a ingresar en la universidad. Aclarados estos puntos, siguen algunos comentarios –menos halagüeños pero más interesantes– tras una visita a la isla.

El principal problema de Cuba no es la presión de Miami ni la disidencia interna, sino el insólito sistema de dualidad monetaria. Comenzó en los ’90, cuando el colapso del bloque soviético produjo un hundimiento automático de la economía de la isla: entre 1989 y 1993, según cifras oficiales, el PBI cayó 35 por ciento, el consumo de carne pasó de 39 a 21 kilos per cápita, el de pescado de 18 a 8 y el de productos lácteos de 144 a 53. Con apagones de hasta 14 horas y una oleada imparable de balseros huyendo a La Florida, el fin de la utopía subsidiada forzó a Fidel a ensayar una apertura regulada, que incluyó incentivos a la inversión extranjera, sobre todo en turismo, y una liberalización que autorizó el trabajo por cuenta propia.

El plan, que consistía en inyectarle dosis de mercado a un sistema hipercentralizado, incluyó la autorización a la libre circulación del dólar, que en el 2004 fue reemplazado por el peso convertible. Hoy en Cuba circulan dos monedas: la moneda nacional, con la que se pagan los salarios y se compran los productos básicos, y los pesos convertibles (equivalentes al dólar), a los que los cubanos tienen que recurrir para obtener todo aquello que no se puede conseguir en moneda nacional. La cartilla que el gobierno entrega a cada familia le permite acceder en pesos cubanos a la mitad, aproximadamente, de sus necesidades alimentarias: incluye, cada mes, 8 huevos, dos kilos de azúcar, 3 kilos de pollo, 3 kilos de arroz, un jabón, etc. El problema surge cuando un cubano, que recibe su salario en moneda nacional, quiere comprar zapatos, hojas de papel o un melón, para lo cual tiene que recurrir a los negocios especiales o al mercado negro, que venden sus productos en pesos convertibles a precios internacionales.

Cualquier persona tiene, por supuesto, salud y educación gratis, servicios públicos garantizados y vivienda (aunque probablemente un poco derruida). La cartilla cubre una parte de las necesidades alimentarias.

Pero un profesor universitario o un médico gana alrededor de 1000 pesos cubanos al mes, unos 40 pesos convertibles, con los que tiene que comprar todo aquello que el Estado no le provee. “Aquí todo el mundo sabe que el salario en pesos cubanos alcanza para lo mínimo, pero que todo lo demás hay que buscarlo de otra manera, tratando de conectarse de alguna forma con los extranjeros, con los que tienen los dólares”, me dijo un profesor de sociología de la Universidad de La Habana que gana 38 dólares al mes pero sobrevive con conferencias, consultorías y artículos para el extranjero.

Distorsiones

El sistema bimonetario amenaza uno de los grandes triunfos de la revolución, los altos estándares de educación universitaria, al romper la relación formación-salario, ya que un empleado de hotel puede triplicar, gracias a las propinas, el sueldo mensual de un cirujano cerebrovascular que ha estudiado 20 años pero que no tiene relación con extranjeros. Y es que la clave de la prosperidad en la Cuba de hoy ya no pasa por la vinculación con el exterior, a través del turismo o de las remesas, fuentes de los pesos convertibles que alimentan un creciente mercado negro. Un ejemplo: el gobierno prohíbe comprar y vender casas, que se asignan mediante herencia o complicados sistemas de calificación oficial, aunque está permitido canjearlas siempre y cuando se trate de propiedades de un valor similar. ¿Qué hace entonces el empleado de hotel después de tres años de acumular propinas? Busca una casa que le guste, negocia el canje con el dueño y paga un soborno al inspector, que certifica que se trata de un intercambio legítimo. Lo mismo con los autos, las tierras y hasta los locales comerciales.

En suma, la apertura de los ’90, permitió relanzar la economía, descomprimió los reclamos de apertura política y reactivó el consumo, como se comprueba fácilmente recorriendo las calles de La Habana, con trabajos de reconstrucción de fachadas históricas, nuevos negocios, el bullicio de los turistas. El costo, sin embargo, fue una creciente dualidad entre los cubanos vinculados con los circuitos internacionales y aquellos que no lo están. “La coexistencia de dos monedas es un desastre económico”, aseguró en una entrevista con la televisión cubana Pedro Monreal, del Centro de Investigaciones de Economía Internacional. “¿Cuál es el problema? La falta de productividad de la economía estatal. Si la economía estatal, que es la que respalda la moneda nacional, es improductiva, jamás podrá resolverse el problema de unificar la moneda”.

Elecciones

La Asamblea Nacional que sesionará hoy, además de designar a Raúl Castro como jefe de Estado, confirmará el esquema colegiado integrado por las primeras figuras del régimen. Desde 1993, el sistema electoral cubano permite elegir por voto directo a los integrantes de la Asamblea de una lista única propuesta por el Partido Comunista. Se puede elegir a uno, a varios, a ninguno o a todos los candidatos de esa lista. En los meses previos, el gobierno extrema su campaña por el voto a lista completa, que en las elecciones de febrero pasado superó el 90 por ciento. ¿Mucho? Seguramente, pero también significa que un millón de cubanos se negó a votar, votó en blanco o no votó la lista completa, junto a otros indicios más sutiles de descontento, como el hecho de que en cinco provincias los jefes locales del Partido Comunista quedaran en el último lugar de las preferencias. El apoyo es amplio, pero menos sólido de lo que se piensa: como recuerda Haroldo Dilla, poco después de las elecciones de 1998, en las que el voto unido llegó al 90 por ciento, el 30 por ciento de la población se presentó para obtener una visa de entrada a Estados Unidos.

Y además siempre es difícil calcular el peso real de la estructura autoritaria. Aunque nunca, ni en los tiempos más duros del quinquenio gris, hubo matanzas masivas o torturas, sí existieron momentos de represión selectiva: en marzo del 2003, el gobierno detuvo a 75 personas que habían participado en una reunión en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana y que fueron condenadas, en juicios sumarios, a penas de hasta 28 años de prisión. En abril de ese mismo año, un grupo de jóvenes secuestró una lancha con pasajeros e intentó llevarla a Miami, pero fueron detenidos y remolcados a La Habana. Los secuestradores iban armados pero no lastimaron a nadie. Fueron capturados el 4 de abril, procesados el 8 y tres de ellos fusilados el 10.

Pese a ello, sería un error creer que en Cuba existe una oposición fuerte: la disidencia interna tiene escaso arraigo social, se encuentra fragmentada y en buena medida cooptada por Washington, y la respuesta de los cubanos parece inclinarse más a una cierta actitud de apatía, estrategias de salvación económica individual o una vuelta a la religión.

On line

En Cuba no hay banda ancha. Aunque el gobierno dice que es por el embargo, los avances en áreas más complicadas que el tendido de redes indican que se trata de una forma más de control de la información. La conexión telefónica es lentísima y solo está accesible en ciertos lugares: los hoteles, algunas oficinas oficiales y los centros académicos. Pese a ello, los columnistas del periódico Juventud Rebelde ponen su mail a continuación de su firma, como si alguien pudiera responderles.

Algo similar ocurre con el cable. La televisión cubana y sus programas educativos no generan mucho entusiasmo en la población, que en los últimos años recurre cada vez más a los transmisores de Direct TV que llegan de contrabando. El dueño del transmisor ofrece el servicio a las casas vecinas, que le pagan una especie de abono. Se conecta todo el barrio, pero, como se trata de una misma señal, todos están obligados a mirar el mismo canal, por lo que se generan complicadas negociaciones acerca de la programación. “A nosotros no nos interesa la propaganda yanqui ni los programas educativos que pasan acá”, me dice Carlos, conductor de uno de los tantos bicitaxis que recorren las calles de La Habana. “¿Y qué ven?” “Baseball de la liga norteamericana, novelas, películas”, explica Carlos. Y pedalea.

El amigo americano

A lo largo de medio siglo, Washington lo ha intentado todo para derrocar a Fidel, desde el bloqueo hasta el intento de asesinato. La insistencia estadounidense es en buena medida resultado del lobby de la comunidad cubana de Miami, pero existen también factores moderadores, como los productores agropecuarios del Medio Oeste que venden trigo a Cuba y que también ejercen su presión, o los nuevos exiliados que, a diferencia de los que huyeron en los ’60, tienen vínculos más directos con la isla, en muchos casos hermanos o hijos, y quieren evitar las limitaciones al envío de dinero y flexibilizar la política de viajes. ¿Por qué emigra hoy un cubano? Por los mismos motivos que un haitiano, un dominicano o un mexicano: para buscar una vida mejor. Esto desbarata los argumentos de los anticastristas, que conciben a todos los emigrados como opositores convencidos, pero también los del gobierno, pues revelan que una buena parte de los cubanos no vive como le gustaría.

Transición hacia dónde

Me enteré de la decisión de Fidel Castro de renunciar a un futuro mandato por un vendedor del Granma, que gritaba sin mucha convicción el “Mensaje del Comandante”. Si no fuera por él, la mañana podría haber pasado sin noticias, pues no se produjeron ni manifestaciones ni discusiones y las calles de La Habana no registraban un movimiento especial. “El que piensa que acá va a haber grandes cambios no conoce Cuba”, opina Ismael, que vende tallas de madera en un pequeño negocio en el corazón de La Habana vieja.

Cuando la Asamblea Nacional designe hoy a Raúl jefe de Estado confirmará el pronóstico de una transición serena al estilo vietnamita (perestroika sin glasnost) y probablemente desprovista de sobresaltos, que deberá encarar los principales problemas del país: la unificación monetaria, la crisis del campo (Cuba importa el 70 por ciento de los alimentos de consume), la desigualdad creciente. Jugarán un rol central los militares, que controlan entre el 50 y el 70 por ciento de la economía y que ganaron fama de buenos administradores durante los ’90. Y también los nuevos aliados externos: China, con sus inversiones en las minas de níquel; Canadá, de donde proviene la mayor cantidad de turistas; y por supuesto Venezuela, que hoy envía a Cuba la misma cantidad de petróleo que aportaba la URSS y que paga muchísimo dinero a cambio de los 27 mil médicos cubanos que trabajan allí: 6000 millones de dólares al año, una fortuna si se compara con los 2000 que deja el turismo o los magros 500 millones que se obtienen por la exportación de azúcar. Asombrosamente, ni el lobby de Miami ni el gobierno de Estados Unidos parecen tener un lugar, al menos en el primer período de transición, y ésta tal vez sea la prueba más patente del fracaso de la estrategia norteamericana.

Perspectivas

Es notable la polarización que genera la simple mención de Cuba. De un lado, la defensa sin fisuras, la incapacidad de criticar lo evidente. Y del otro lado, la dificultad para reconocer los avances sociales, la solidaridad de los médicos cubanos diseminados por el mundo, el rol histórico en Angola.

Después de casi medio siglo, hoy comenzará formalmente la transición en Cuba. Será difícil, si no imposible, dejar las cosas como están: los mecanismos de control autoritario, el sistema económico centralizado, la propaganda, todo se debilita, fluye y cambia, un poco como consecuencia automática de la globalización y otro poco por presión de una sociedad educada, diversificada y compleja, resultado de las mejores ideas de una revolución que hoy dará el primer paso de un adiós largamente postergado.

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