Después de insultar a un ciudadano que no quiso saludarlo y de promover una controvertida e inconsulta medida educativa, quiso pasar por encima del prestigioso tribunal constitucional.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Nicolas Sarkozy ha vuelto al firmamento de la polémica con los insultos que lanzó este fin de semana contra una persona y con el enfrentamiento que mantiene con el Consejo Constitucional. Ambos gestos, sumados a una ininterrumpida serie de desaciertos, llevaron al presidente francés a invertir la pirámide de la popularidad institucional: por primera vez en la historia, los índices de confianza en los gobernantes muestran que el jefe de gobierno francés supera al presidente. Los sondeos de opinión destilan cifras constantes e implacables. François Fillon –primer ministro– está 20 puntos por encima de un Nicolas Sarkozy que ha acumulado salidas poco elocuentes, propuestas lanzadas sin consulta, exhibición de su vida personal y decisiones que le valieron una caída en el abismo del rechazo. Los últimos dos episodios no han hecho sino empeorar las cosas: las injurias proferidas contra una persona durante la inauguración del Salón de la Agricultura de París: “Rajá de acá, pobre boludo”, y un áspero enfrentamiento con el Consejo Constitucional, a propósito de una ley censurada parcialmente por el Consejo sobre la extensión de las penas a los criminales peligrosos, han llevado a Nicolas Sarkozy a la cúspide del antagonismo.
El clima empezó a tornarse denso cuando hace unos 10 días Sarkozy propuso que a cada alumno de la escuela primaria se le confiara la memoria de uno de los 11.000 niños franceses exterminados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Se trataba de hacer que los niños que terminaban el ciclo primario conocieran el nombre y la existencia de un niño muerto durante la guerra. La idea y la manera en que fue puesta ante la opinión pública suscitó una polémica de muchos argumentos.
El enfrentamiento con las instituciones llegó a su paroxismo el jueves pasado, luego de que el Consejo Constitucional validara con modificaciones la ley sobre la “retención de seguridad”. Este dispositivo, inédito en el derecho francés pero aprobado por el 80 por ciento de la opinión pública, estipulaba que los criminales peligrosos condenados a más de 15 anos de cárcel pudiesen ser trasladados a “centros socio-médicos-judiciales” una vez que hubieran cumplido su pena. Los criminales debían verse internados allí por un período de un año renovable de manera indefinida. Los sabios del Consejo Constitucional aceptaron la ley, pero no su aplicación inmediata, es decir, que la ley obre la “retención de seguridad” no podía tener valor retroactivo. Ello equivalió a un fracaso para el gobierno y la presidencia por cuanto la ley no podía ser aplicada a los criminales que cumplieron ya su pena y están a punto de recuperar la libertad, sino a las personas que serían sentenciadas a partir de ahora.
En un gesto sin precedentes en Francia, Sarkozy quiso pasar por arriba de la palabra del Consejo Constitucional –que es sagrada– y escribió al presidente de la Corte de Casación pidiéndole que estudiara una fórmula a fin de que, por encima del juicio del Consejo Constitucional, la ley encontrara una aplicación inmediata.
La iniciativa presidencial levantó una muralla de críticas entre los sindicatos de la magistratura, la oposición socialista y los constitucionalistas del país. Frédéric Rolin, profesor de derecho público, constató que “es la primera vez que se interpela directamente una autoridad para decirle busque los medios de decir exactamente lo contrario de lo que acaba de decir el Consejo Constitucional”. Robert Badinter, ex ministro socialista de Justicia y promotor central de la abolición de la pena de muerte en Francia, también fustigó la actitud de Nicolas Sarkozy: “Resulta singular solicitar al más alto magistrado de Francia los medios de dar vuelta una decisión del Consejo Constitucional, cuyo respeto se impone a todas las autoridades de la República”. Sarkozy perdió el lunes la primera batalla. Vincent Lamanda, primer presidente de la Corte de Casación, aceptó el principio de una “reflexión” sobre dicha ley, pero se negó a poner en tela de juicio a decisión del Consejo Constitucional. La sesión de toreo de los sabios del Consejo estaba en todos los labios cuando Sarkozy pasó otra línea roja: “Raja de acá, pobre boludo”. Con esa expresión poco presidencial, Nicolas Sarkozy respondió a un visitante del salón de la agricultura que se negó a estrecharle la mano. El hombre estaba entre la multitud y Sarkozy, como es la costumbre, extendió sus manos a ciegas para saludar a la gente. Pero el hombre le dijo al presidente: “No me toques que me ensucias”. Este le dijo entonces: “Raja de acá, pobre boludo”.
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