EL MUNDO • SUBNOTA › LA CANDIDATA DEMóCRATA FESTEJó LA VICTORIA EN ESE ESTADO
› Por David Alandete *
desde Columbus
A Hillary Clinton le dio por recordar algunas lecciones de historia en la comparecencia tras su victoria en Ohio, anteayer. Precedida de una lluvia de papel picado y vestida de rojo sangre, subió al escenario a matar. Sonriente, la revitalizada candidata dijo que “nunca un presidente ha llegado a la Casa Blanca sin ganar las primarias de Ohio”. Y aquí, en las pantallas de televisión del Ateneo de Columbus, estaban los resultados: 54 por ciento para ella, 44 por ciento para Barack Obama. Clinton, en un momento, se sorprendió al ver el papel picado. Once derrotas seguidas después del supermartes la habían desacostumbrado a estas celebraciones. Pero el martes, sus seguidores estaban eufóricos. Habían visto peligrar la candidatura de la senadora incluso en este estado, “su estado”, el que demográficamente más podía favorecer a sus aspiraciones electorales: mayoría blanca, ingresos bajos y elevados índices de desempleo. Al final, Ohio, el estado industrial por excelencia le regaló a Clinton otra oportunidad.
“Lo que hace Ohio lo repite la nación”, gritó la candidata. Otra lección de historia. Desde 1964, este estado ha escogido en las elecciones generales al candidato que acabaría llegando a la presidencia. Cuando la cadena CNN dio por ganadora a Clinton, sus seguidores entraron en algo parecido al éxtasis. Pataleaban contra el suelo. Gritaban su nombre. Algunos de los asistentes derramaban alguna lágrima. “Estoy muy emocionada”, decía Kimberley Cecil, afroamericana de 40 años. “Sólo quiero que esta mujer llegue a Washington y nos devuelva los buenos tiempos, aquellos en que yo podía llegar a fin de mes y ahorrar un poco, cuando su marido era presidente.” Fueron, de hecho, las mujeres las que le aseguraron a Clinton la victoria, con un 59 por ciento de sus votos. El gobernador de Ohio, Ted Strickland, bautizó a la senadora con el mismo apelativo con el que se conoció a Bill Clinton en su primera campaña de primarias: “The comeback kid” o “ganador inesperado”. “Estoy muy orgulloso de los ciudadanos de Ohio”, dijo Strickland. “Hoy Hillary ha demostrado que, cuando el juego es limpio, ella arrasa”. Se refería el gobernador a las quejas de la campaña de Clinton de que la prensa estadounidense mima en exceso a Obama. A Clinton la precedió en la tribuna todo un héroe del imaginario norteamericano, el astronauta reciclado en senador John Glenn. “Ohio le ha regalado a Hillary la grandeza de América”, dijo. “Este estado es un microcosmos que representa todas las razas, grupos sociales y religiones. Si alguien gana aquí, ganará en los demás estados”.
Lanzó la candidata algunos dardos envenenados contra Obama, el candidato que basa su campaña en promesas de cambio y una oratoria brillante. “Ya está bien de esperanzas y discursos bonitos. Queremos hechos”, dijo. Se vivía en estos pasillos el resentimiento contra el contrincante de la senadora. Un votante independiente acudió al mitin con una camiseta en la que se veía a Obama vestido con un turbante y se leía “Osama vota a Obama”. En el escenario, Clinton tomó la frase más célebre de su contrincante y la hizo suya. “Hay quien les promete: sí que podemos. Pues yo les digo: no basta con eso. Hay que decir: sí que voy a cumplir”. La multitud repitió: “Ella va a cumplir”. No estuvo todo tan claro durante la larga noche de recuento. Durante las cuatro horas que precedieron a la declaración de victoria, se mascaba la impaciencia en los pasillos del Ateneo. Algunos se temían una noche de tragedia y veían demasiado en juego. Pero al final tuvieron motivos de sobra para celebrar. “¡Nos vemos en Pensilvania!”, gritaba un seguidor. En este estado, demográficamente similar a Ohio, van a concentrarse ahora los Clinton.
- De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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