EL MUNDO • SUBNOTA
› Por Gerardo Albarrán de Alba
Mientras la lucha entre los principales cárteles del narcotráfico que se enfrentan entre sí y con fuerzas policiales y militares por el control de las rutas de trasiego hacia Estados Unidos siembra el terror en México, el poder político luce impotente para controlarlo.
“Es casi como un combate militar”, dijo Jayson Ahern, subcomisionado de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense, al comentar la escalada de violencia en su frontera con México y que llega a su territorio, como parte del contexto que explica la solicitud de asilo político que hicieron tres jefes policiales mexicanos en los últimos meses.
Aun cuando no identificó a los policías que han cruzado a Estados Unidos en busca de refugio, uno de los solicitantes de asilo puede ser Javier Emilio Pérez Ortega, jefe de la policía de Palomas (poblado fronterizo con el mítico Columbus, el pueblo texano que atacó Pancho Villa durante la revolución mexicana), quien pidió asilo político en abril pasado porque temía por su vida. No es para menos: todos sus subalternos se habían dado a la fuga tras recibir amenazas de muerte por parte de personas relacionadas con el narco. Las posibilidades de que se les otorgue el asilo político parecen buenas, si se consideran las declaraciones de Ahern: “Creo que en general los estadounidenses no tienen una cabal idea del nivel de violencia que existe en la frontera”.
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