EL MUNDO • SUBNOTA › LES HABLó A TRAVéS DEL PROGRAMA RADIAL LAS VOCES DEL SECUESTRO
En su segundo día de su visita a Francia, se comunicó con los rehenes que permanecen en poder de las FARC a través de un programa radial que se transmite en la selva colombiana y que ella escuchaba cuando estaba en cautiverio.
Ingrid Betancourt no se olvidó de sus ex compañeros de cautiverio. La ex candidata presidencial, rescatada el miércoles pasado por el ejército de Colombia junto a otros 14 rehenes de las FARC, prometió desde París buscar apoyo internacional para los que aún siguen cautivos. “Los amo, los quiero, a cada uno de ustedes los llevo escritos en mi corazón”, dijo en el programa de radio Las voces del secuestro. De la transmisión también participaron cuatro policías colombianos que fueron rescatados junto a Betancourt. Uno de ellos lloró al relatar su desesperación por escuchar la radio.
Aunque se mantuvo pegada a su familia durante casi toda la jornada de ayer, Ingrid se hizo tiempo a la mañana para los rehenes que todavía siguen en manos de la guerrilla colombiana y les dedicó unas palabras cargadas de esperanza y solidaridad. “A los que están en la selva, ustedes saben que cuando yo me comprometo a algo, lo hago de verdad”, arrancó, teléfono en mano, desde Francia. “No voy a dejar un segundo de abogar por la libertad de ustedes y por lograr canales de comunicación con las FARC y con los países que podamos movilizar para que ustedes puedan volver rápidamente”, señaló en la radio.
Sus promesas de auxilio resonaron en la selva, donde los rehenes pueden seguir todos los fines de semana desde la medianoche hasta las cinco de la madrugada el espacio radial dirigido por Erwin Hoyos, un periodista obsesionado con aliviar la angustia del secuestro. “Ya lo estoy haciendo, lo seguiremos haciendo”, manifestó la ex candidata presidencial.
Por primera vez, Betancourt fue ayer una más de las voces del programa, en el que antes se había acostumbrado a escuchar con ansiedad y atención los mensajes de su madre durante sus seis interminables años y cuatro meses de cautiverio. “Me acuerdo de las marchas cuando nos encontrábamos y a los que no nos hemos encontrado, a los que no hemos estado juntos, es decir a todos los que no he podido ver pero que están allí, sepan que ahí estoy con ustedes, ahora y cuando nos podamos abrazar y eso va a ser muy pronto”, dijo en un mensaje a los rehenes.
Pero ella no fue la única de los secuestrados liberados la semana pasada que se mantuvo en vigilia radial. Los policías Armando Castellanos, Jairo Durán, Javier Rodríguez y Julio César Buitrago también participaron de Las voces del secuestro, que se transmite en la sede de la privada y oficialista cadena Caracol en Bogotá.
Allí, los ex rehenes fueron recibidos como héroes por familiares de otros ex rehenes, por los operadores de la radio y vigilantes de guardia. Medio centenar de enviados especiales llegados a Bogotá también estaban presentes en la emisora. “Yo quisiera decir que estamos muy felices y, claro, nuestra liberación es una felicidad. Pero tenemos un sabor agridulce porque mientras estamos aquí no sabemos cómo la estarán pasando nuestros compañeros”, dijo el subintendente Buitrago, mientras se acomodaba en la cabina de la radio.
“Bienvenidos al otro lado de la radio. Hoy este programa es suyo, Colombia y el mundo los reciben con júbilo y poco a poco vamos cumpliendo la meta de hacer que este programa, Las voces del secuestro, se convierta en las voces de la libertad”, aseguró Erwin Hoyos. El director pidió a la audiencia presente un aplauso para los recién liberados y se trenzó en un emotivo abrazo donde éstos no paraban de agradecerle el aliento que les envió en las frías y húmedas noches del cautiverio.
El más emotivo fue el suboficial Durán. “Esta emisora fue nuestro alimento en la selva. La radio era el único elemento ‘distractor’ que tuvimos y luego de las marchas, los maltratos, el dolor, escuchar los mensajes de nuestras familias a través de la radio era nuestra forma de cicatrizar”, dijo. Con lágrimas, Durán narró todos los trucos que aprendió en la selva, como dejar las pilas entre agua o darles golpes para prolongar su utilidad y poder escuchar la radio. “Los que no teníamos reloj nos despertábamos a escuchar radio gracias a que el compañero que estaba del otro lado de la cadena que teníamos en el cuello se movía con cada mensaje transmitido por su familia”, añadió.
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