EL MUNDO • SUBNOTA › LOS PRIMEROS PASOS DE OBAMA MUESTRAN ESA DIRECCIóN
› Por Rupert Cornwell *
En una primera mirada, la victoria de Barack Obama se asemeja a una “restauración de la administración Clinton”. De hecho, las elecciones de Obama sobre varios funcionarios asociados con el último presidente demócrata obedecen a una lógica más profunda de asegurarse que su gobierno comience a trabajar de inmediato, algo que Bill Clinton no logró alcanzar cuando llegó al poder en enero de 1993.
De acuerdo con el periódico Político, 31 de los primeros 47 miembros de la transición o puestos del gabinete que se han completado correspondieron a compañeros de los Clinton. A excepción de uno, todo el Consejo de Asesores de Transición del presidente electo (compuesto por doce personas) cayó en esta categoría.
Eso sucede con Gregory Craig, abogado de Washington y oficial número tres en el Departamento de Estado de Clinton, designado para el puesto clave de consejero de la Casa Blanca. Se suma a Rahm Emanuel, un referente de la Casa Blanca durante el gobierno de Bill Clinton, quien ahora es el jefe de Gabinete de Obama, y a John Podesta, líder del equipo de transición y último jefe de Gabinete de Clinton entre 1998 y 2001.
En unos pocos días la “restauración” podría quedar completada, cuando Hillary Clinton reciba la designación de secretaria de Estado. El principal obstáculo para que ello suceda, según algunos funcionarios demócratas, serían los negocios financieros del ex presidente. Aún el equipo de investigación de antecedentes que registrará estos records posee un sabor distintivo del anterior régimen. Está liderado por Christine Varney, otra veterana y alta funcionaria del gobierno de Clinton.
A pesar de que Obama se posicionó como un “outsider” no contaminado por las formas de la capital, su acercamiento hacia el pasado reciente de Washington tiene sentido. No sólo lo ayudará a arreglar las divisiones internas entre los sectores de Obama y de Clinton luego de una de las elecciones primarias más duras, sino que también muestra que el próximo presidente está decidido a no repetir un error crucial de sus dos predecesores demócratas: él reconoce que la experiencia en el gobierno es esencial para que un nuevo equipo de la Casa Blanca sea efectivo.
En 1977, Jimmy Carter trajo consigo a los denominados “Georgia Mafia”, súper leales con el nuevo presidente, pero que rápidamente se enfrentaron con los Barones Demócratas, que por entonces manejaban el Capitolio.
Bill Clinton arribó dieciséis años después y optó por sus viejos socios de Arkansas (como Thomas “Mack” McLarty), un amigo de su infancia que pronto quedó fuera de su cargo de jefe de Gabinete y fue reemplazado con apenas 18 meses en su puesto.
No puede decirse lo mismo sobre los hombres que son la mano derecha de Obama. Emanuel y Podesta saben cómo funcionan las cosas en Washington. Por cierto, la ambición de Emanuel al aceptar el cargo de jefe de Gabinete dice mucho sobre dónde yace el actual poder real en el sistema de gobierno de los Estados Unidos. Si bien ha sido ampliamente señalado como el futuro presidente de la Cámara de Representantes, él ha tomado una posición no elegida, sirviendo únicamente a los deseos del presidente.
Los primeros pasos de Obama no significan tanto una restauración de Clinton como sí un renacer de Chicago. La Ciudad del Viento (Chicago) es la ciudad del próximo presidente, y Emanuel y Podesta son nativos de allí. Desde hace tiempo, Chicago ha tenido un complejo de inferioridad con Nueva York, Washington y Los Angeles. Finalmente, ella también está disfrutando de su momento dorado.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.
Traducción: Diego A. Llorente.
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