EL MUNDO • SUBNOTA › PREOCUPA LA CRECIENTE INFLUENCIA DEL EJéRCITO NORCOREANO
› Por Kerry Brown *
Lo previsible de Corea del Norte es que continúa dando desagradables sorpresas. El lanzamiento de un “satélite” a comienzos de abril resultó ser el preludio de otra prueba nuclear, esta vez provocando la condena desde Beijing a Washington. Desde que su economía comenzó a implosionar en la década de 1980, Pyongyang ha tenido la mano más agarrada para jugar, pero la ha jugado con gran habilidad. Con un cuarto de su Producto Bruto Interno dedicado a las fuerzas armadas y un ejército en pie de dos millones –lo que significa una décima parte de toda su población– ha llevado a algunos comentaristas a llamarlo un “estado guerrilla”.
El presidente Barack Obama puede pensar que ya tiene demasiado por el momento con los problemas económicos globales. Pero en Pyongyang, eso es irrelevante. Uno de los estímulos para la última actividad será un afilado recordatorio de que la República Democrática Popular de Corea (RDPC) está todavía ahí, es todavía un problema y capaz de preocupar a los líderes mundiales desproporcionadamente en relación a su tamaño.
Para China, ésta será otra oportunidad para usar su legendaria influencia en su pequeño y conflictivo vecino, una influencia que muchos funcionarios chinos niegan ferozmente, pero en la que –quizás a falta de otra cosa– el resto del mundo confía. Para Estados Unidos y la Unión Europea, sirve como un escalofriante recordatorio de que el último Estado estalinista de línea dura en el planeta podría querer seguir hasta el final.
Los asuntos internos de la RDPC no ofrecen mucha tranquilidad. Kim Jong-il, el líder supremo, después de desaparecer durante meses, reapareció en televisión a comienzos de este año con aspecto frágil y enfermo. Su ataque parece haber sido verdadero. A los 67 años, no hay gran claridad sobre su sucesión, con el primer (a pesar de las fuertes protestas). el segundo y el tercer hijo y hasta una hija marcados como potenciales sucesores. La creciente influencia del ejército preocupa a muchos analistas y hay señales de descontento en el país mismo. Así surge la pregunta de quién en realidad está ejerciendo el poder. Al final, sin embargo, puede ser que las negociaciones sean la única opción para la RDPC, como lo son para todos los demás. Buscar una salida al conflicto querría decir, aun para el liderazgo de línea dura, el fin de todo por lo que han luchado. Para China, sería terriblemente desestabilizante y para Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia, lo último que desean.
Esperemos que después de este desagradable shock la RDPC revertirá y actuará racionalmente durante un tiempo. Simplemente no hay otra opción para salir del lío actual.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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