Mar 02.06.2009

EL MUNDO • SUBNOTA  › LOS RETOS EN EL PAíS CENTROAMERICANO TRAS EL FIN DE LA TRANSICIóN

Construir un pacto social

Funes toma el timón en un contexto de triple crisis: criminalidad e inseguridad extremas, crisis económica –la peor desde del crac del ’29– y crisis política de las fuerzas tradicionales.

› Por Blanche Petrich *

Desde San Salvador

El pollo de la niña Tránsito picotea sus granos en el patio de una casita de tejas en Suchitoto, ajeno a su destino. En horas morirá para ofrecer un rico caldo con el que la anciana piensa celebrar, a su humilde manera, la llegada del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) a la presidencia de la república.

Ella y la niña Chali, amorosas abuelas, prepararon durante la guerra muchos caldos para los compas, aunque fueran de puras hierbas, cuando ambas se convirtieron en el alma de la guerrilla que libró cruentas batallas en el frente de Guazapa, el cerro de cien vertientes que se avista desde la capital. Será un banquete íntimo, expresión de esperanza que Tránsito comparte con millones de salvadoreños en este momento. Llegó el cambio, dice con su boquita desdentada y se pone a llorar.

Eduardo Sancho, que se define como un ciudadano intelectual, ofrece en entrevista su propia interpretación del motivo que tiene la anciana de Suchitoto para sacrificar su pollo. Este es el momento para que Mauricio Funes pueda construir el pacto social que El Salvador nunca tuvo. No va a ser fácil que la historia nos regale otro momento como éste.

Sancho ha hablado poco en público en los últimos tiempos. Fue, con su seudónimo Fermán Cienfuegos, fundador del primer núcleo guerrillero en 1972; luego de una escisión por la ejecución del poeta Roque Dalton comandó las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional, una de las cinco organizaciones militares que conformaron en 1980 el FMLN, y después de construir uno de los ejércitos rebeldes más eficaces del siglo XX y llevar al ejército regular asesorado por Estados Unidos a una situación de empate en el teatro de guerra, participó con el resto de la comandancia nacional en las negociaciones de paz que culminaron en enero de 1992.

En el período de la posguerra, sin embargo, su liderazgo se desdibujó. Dentro del FMLN, reconvertido en partido político, dominaron las Fuerzas de Liberación Nacional –hoy en día el grupo que tiene mayores cuotas dentro del nuevo gabinete– y el Partido Comunista de Shafick Handal. El y Joaquín Villalobos fueron aislados. El optó por la academia. Villalobos tomó el camino hacia la derecha, asesor de Alvaro Uribe y del procurador Eduardo Medina Mora, entre otras consultorías.

En esta coyuntura, Cienfuegos no deja resquicio de duda sobre su aval a Funes: darle el beneficio de la duda me parece una posición mediocre. Lo que hay que hacer es apoyar activamente a este gobierno que, quiérase o no, la crisis global orilla a ser de unidad en la práctica.

Hace unos días, el periódico digital El Faro, que representa el producto mediático de la transición entre la guerra y la paz, definía su interpretación del momento con un editorial que tituló así, Fin de la posguerra. Su director, Carlos Dada, comenta que aquí la guerra terminó hace 16 años, un lapso mayor que los 11 años que duró el conflicto armado. Pero la retórica bélica nunca salió del vocabulario del grupo hasta ayer gobernante, de marcada factura anticomunista, porque durante dos décadas le dejó muy buenos dividendos para descalificar a la oposición del FMLN como los secuestradores, los que hicieron la guerra, los terroristas.

Viejas herramientas del voto del miedo que en el pasado funcionaron se vieron obsoletas en el actual proceso electoral. Las advertencias del caos por venir que esgrimieron el presidente Antonio Saca y su candidato Rodrigo Avila, los empresarios y los medios de comunicación conservadores ya no sintonizan ni con la sociedad ni con las empresas trasnacionales que dominan la economía salvadoreña. Vaya, ni con la Embajada de Estados Unidos, asegura Dada.

Carlos Dada, periodista e hijo del flamante ministro de Economía Héctor Dada Hirezi (ver aparte), advierte que Funes tomará el timón en un contexto de triple crisis: criminalidad e inseguridad extremas, crisis económica –la peor en la historia moderna del mundo– y crisis política de las fuerzas tradicionales.

Esta última crisis ha demolido, por lo pronto, la imagen de Saca. Su gestión es acusada de corrupción, al grado de que el ex ministro de Gobernación y fundador de Arena, Mario Acosta Oertel, reveló a El Faro que un grupo del partido evalúa solicitar que se le retire el título de presidente honorario. La factura que se le cobrará a Saca por perder las elecciones después de tres triunfos sucesivos de su partido ya le costó, por lo pronto, la dirigencia de Arena. En su lugar fue nombrado el ex presidente Alfredo Cristiani. A él le tocó ser el firmante de los acuerdos de paz, pero también consta en su hoja de servicio que, bajo su gobierno y en plena ofensiva guerrillera de 1989, fueron asesinados los seis sacerdotes jesuitas de la Universidad Centroamericana. Fue en este contexto el único mandatario latinoamericano que mandó bombardear intensivamente la ciudad capital, una de las ciudades de mayor densidad poblacional del continente. Es, además, uno de los hombres más ricos del país. Fue dueño de Banco Cuscatlán, que fue vendido luego a Citibank y domina el mercado de las farmacias en este país donde los medicamentos se venden a la población a los precios más altos de la región.

* De La Jornada de México. Especial para Página/12.

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