Desde Londres

El Reino Unido expulsó a dos diplomáticos iraníes en respuesta a la decisión del gobierno de Mahmud Ahmadinejad de echar a dos miembros de la embajada británica en Teherán. “Irán tomó esta decisión injustificable en base a alegaciones que no tienen fundamento alguno. En respuesta le informamos al embajador iraní que expulsaríamos a dos diplomáticos”, anunció el primer ministro Gordon Brown a la Cámara de los Comunes.

Según la versión británica, el gobierno iraní había justificado la expulsión diciendo que los dos diplomáticos estaban involucrados en “actividades incompatibles con su status”. En otras palabras, espionaje. El lunes por la tarde la cancillería británica había anunciado que retiraría a los familiares de los diplomáticos y que desaconsejaba los viajes a Irán salvo que fueran “esenciales”. En el marco de estas expulsiones y de un deterioro vertiginoso de las relaciones diplomáticas, la cancillería dijo que las acciones adoptadas por el gobierno iraní tienen un impacto potencial “inaceptable para la seguridad de nuestro personal”.

El ayatolá Ali Jameini y el presidente Ahmadinejad han acusado en repetidas ocasiones al Reino Unido de inmiscuirse en los asuntos internos de Irán. En la televisión estatal iraní, que cae bajo la esfera de control del ayatolá, se tilda habitualmente al Reino Unido de “pequeño Satanás”, “zorro” y el “más traidor de todos los países occidentales”. La memoria histórica del golpe de Estado de 1953 –complot conjunto de Estados Unidos y el Reino Unido contra el gobierno nacionalistasecular de Mohammed Mossadeq que había osado nacionalizar el petróleo– ayuda para estos fines, pero la verdadera espina para el gobierno iraní es el canal persa que la BBC lanzó este año y que ha sido uno de los referentes informativos más importantes de la oposición.