EL MUNDO
• SUBNOTA › UNA VIDA DE LUJOS AL LADO DE LA GRAN MURALLA
La comuna de los ricos rojos
Por José Reinoso
Una pared cubierta con 20.000 plumas de pavo, un salón de té sobre un pequeño estanque entre cortinas de bambú, un cuarto zen con cojines para meditar frente a un ventanal... Y de fondo, la Gran Muralla China, serpenteando como un dragón sobre la cresta de las montañas.
Son algunos de los secretos que esconde un pequeño valle situado apenas a 60 kilómetros de Pekín, junto a Badaling, la sección más visitada de la monumental obra de defensa edificada durante la dinastía Ming. En este valle recóndito y umbrío, una pareja de jóvenes promotores inmobiliarios, el matrimonio formado por Pan Shiyi y su mujer Zhang Xin, ha construido 11 viviendas vanguardistas y un club social que se han convertido en la última fantasía de la nueva clase empresarial china. Las edificaciones han sido diseñadas por 12 de los más brillantes arquitectos asiáticos del momento. Es “la comuna”.
Nada que ver con aquellas unidades administrativas creadas en China a partir de la fusión de las cooperativas agrícolas durante el Gran Salto Adelante, lanzado por Mao Zedong en 1958, y que integraban desde la gestión del campo a la actividad bancaria, la educación o la construcción de carreteras. “La comuna” es hoy La Comuna Junto a la Gran Muralla, un nombre astuto para un proyecto emplazado en un lugar privilegiado, con el que sus creadores dicen que pretenden “influir a toda una generación de arquitectos, promotores y consumidores en China”.
El conjunto, concebido como “una colección de arte de arquitectura”, pero con un claro objetivo comercial, es un observatorio privilegiado de la evolución de la pujante clase capitalista. Son los llamados capitalistas rojos, la mayoría entre 35 y 45 años, muchos de los cuales, según Antonio Ochoa, autor de otra de las casas, “han salido de vivir en pequeños departamentos compartiendo cocina”. “Es una elite que tiene el dinero, pero no la cultura”, dice este venezolano, arquitecto jefe de la promotora de la urbanización, que trabaja en Pekín desde 1993.
La falta de clientes ha impulsado la transformación de las primeras 11 villas de “museo contemporáneo de la arquitectura” a hoteles, que cobran entre 1000 y 1500 dólares por noche en un país donde la renta per cápita anual es de 840. En ellas, que abren también al público algunos días, se organizan recepciones, presentaciones empresariales, banquetes. En ellas duermen embajadores y millonarios. A la búsqueda del cliente dispuesto a pagar el millón de dólares que cuesta cada una.
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