EL MUNDO • SUBNOTA
› Por Matti Steinitz
Los comienzos de la llamada “revolución pacífica” que culminó en el 9 de noviembre no tuvieron lugar en la RDA, sino en otros países del bloque socialista. El presidente soviético Gorbachov con su política de reforma había alimentado esperanzas de cambio en todas partes: había fuertes movimientos de protesta en Checoslovaquia y Polonia, y Hungría ya había liberalizado su política de migración hacia el estado “enemigo” de Austria en mayo del 1989, lo que motivó a miles de alemanes del Este a tratar de llegar al Oeste por esta vía. Esos desarrollos tuvieron un fuerte impacto en la RDA, donde el descontento crecía de día a día mientras que el gobierno se negaba a adherirse a las políticas de reforma de Gorbachov. “Nosotros no nos queríamos ir al Oeste como muchos otros, queríamos quedarnos acá y cambiar el sistema desde adentro, darle una cara democrática al socialismo”, recuerda una mujer que fue activista del movimiento opositor, que empezaba a ganar fuerza en la segunda mitad del 89. En el mes de octubre, en el cual también se festejaba el 40º aniversario de la RDA las manifestaciones de protesta en Berlín Oriental, Leipzig y otras ciudades de la RDA juntaban cientos de miles que proclamaban “¡Nosotros somos el pueblo!”.
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