EL MUNDO • SUBNOTA › PIñERA GANó INCLUSO EN REGIONES EMBLEMáTICAS DE LA CONCERTACIóN
La región norte, influenciada históricamente por los obreros del salitre y luego por los mineros, dio su respaldo a Frei, pero la distancia con el empresario se estrechó irremontablemente. El sur se afirma en el conservadurismo.
› Por Christian Palma
Desde Chañaral, III Región
Lejos de las urbes como Santiago, Concepción, Antofagasta, Coquimbo, Viña del Mar o Valparaíso, Talca o Puerto Montt, el ir a elegir al presidente en los pueblos pequeños es un viejo proceso republicano que en Chile no ha perdido una mística de años y que sólo se vio manchada en los 17 años que duró la dictadura de Augusto Pinochet.
Sin pasiones arrebatadas, peleas o grandes discusiones ideológicas, en el interior, las diferencias se superan al otro día con un par de chistes para gastar a los perdedores, pero al mediodía, a la hora del café de las doce, todo sigue igual. Son años de verse las caras, y para la mayoría de los pescadores, mineros, obreros, con los cuales este cronista conversó ayer en Chañaral, un diminuto puerto de la tercera región de Chile, bien al norte: “El trabajo igual debe hacerse como todos los días del año”, dicen todos, en una jornada, que con matices, se vivió ayer en las 15 regiones en que se divide este país.
Conscientes de la importancia del voto de la provincia o de la adhesión popular, los candidatos presidenciales, Sebastián Piñera y Eduardo Frei cerraron sus propagandas en regiones, prometiendo lo que muchos y que pocos han cumplido: “En mi gobierno se acabará el centralismo, Santiago no es Chile”, se escuchó en campaña.
Utilizando todos los recursos disponibles, ambos candidatos recorrieron Chile varias veces. Sobre todo en las zonas donde los votos en primera vuelta fueron más esquivos o se quedaron con Marcos Enríquez-Ominami y Jorge Arrate, los otros aspirantes que perdieron en primera vuelta.
Hasta ayer, el voto en regiones siempre fue claro y marcó tendencias. La zona norte hasta Valparaíso, apoyando mayoritariamente desde 1988, primero al plebiscito que le dijo no a Pinochet y luego a los candidatos de la Concertación de Partidos por la Democracia: Patricio Aylwin, el propio Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
Contrariamente, las principales regiones del sur siempre se inclinaron en su momento por Pinochet y más tarde por todos los candidatos de derecha, Hernán Büchi, Arturo Alessandri, Joaquín Lavín, y Sebastián Piñera, en las elecciones de 1989, 1993, 1999 y 2005, respectivamente.
A grandes trazos, este panorama se mantuvo así al menos hasta ayer. Si bien el norte, influenciado históricamente por los obreros del salitre y más tarde por los mineros, conglomerados en los partidos comunistas y socialistas dio su respaldo a Eduardo Frei, la distancia con Piñera se estrechó irremontablemente. No fue un triunfo demoledor. Incluso, los votos que lograron ME-O y Arrate, en esos lugares de estirpe concertacionista no alcanzaron para consolidar un triunfo del conglomerado que se mantuvo 20 años en el poder.
El sur en lo suyo. Ahí, donde Pinochet devolvió la tierra a los latifundistas, las mismas hectáreas que el ex presidente Salvador Allende había entregado a los campesinos en su gobierno, votó ayer por quien representa un sector que siempre ha ido de la mano con la derecha.
Llegado el día del ballottage, Piñera acudió a votar en un liceo de hombres del centro de Santiago, lejos de su barrio pituco y arribista de origen, ubicado lejos, allá en la parte alta y más acomodada de Santiago. La idea fue dar esa imagen de hombre popular y cercano, impronta que le fue esquiva, uno de sus flancos más débiles junto a su calidad de empresario-candidato. En su estilo “para la galería” al ingresar al colegio se agachó para hacerle cariño a un perro callejero, lo que fue celebrado y odiado al mismo tiempo por quienes estaban cerca.
Tras un difícil acceso a las urnas, dada la cantidad de gente y prensa que lo seguía, el candidato-empresario sufragó antes del mediodía. Acompañado de su esposa Cecilia Morel y dos de sus hijos, el abanderado de la derecha llegó bajo aclamaciones a favor y en contra, con gritos que decían “Piñera entiende, Chile no se vende” o “se siente, se siente, Piñera presidente”.
“Creo que hoy será un gran día para Chile y les quiero decir a todas las chilenas y chilenos, arriba los corazones porque vienen tiempos mejores... Votemos de acuerdo con nuestras conciencias en paz, con tranquilidad... Hoy es una fiesta de la democracia. Esta noche vamos a tener un gran triunfo, pero lo vamos a celebrar como lo hacen los demócratas, los hombres y mujeres de buena voluntad, con alegría, con esperanza, pero también con unidad”, dijo el dueño de Lan, Chilevisión y Colo Colo, en un anticipo de lo que estaba por venir.
El multimillonario acompañó más tarde a su esposa a votar a Las Condes, cuna principal de sus adherentes más fieles en medio otra vez de gritos de apoyo o repudio. Una vez que el candidato abandonó el lugar se produjeron incidentes entre adherentes de Piñera y Frei, los que se agredieron verbalmente y faltó poco para que dieran golpes, en una postal diametralmente opuesta a la vivida en regiones, donde las caravanas de los vencedores fueron aplaudidas por los derrotados.
Desde la otra vereda, Eduardo Frei, el aspirante que reunió a las fuerzas progresistas y democráticas, viajó al sur para votar en el pueblito de La Unión, lugar por el cual es senador en ejercicio.
Tras dejar en claro que de ganar su candidatura, las regiones serían potenciadas, el candidato de la Concertación gastó sus últimos cartuchos y apuntó a los adherentes de su rival como muy cercanos a la dictadura de Augusto Pinochet. “Nos han hablado mucho de los cambios”, dijo el senador DC en alusión al eslogan de la campaña del empresario. Pero “ya tuvieron 17 años”, agregó ligando a ese sector con el régimen militar.
También envió un mensaje a los chilenos para que “voten con tranquilidad, que lo hagan con el corazón y que lo hagan también con la razón, porque hoy tenemos una jornada importante, cada uno de ustedes conoce las propuestas”. Palabras potentes y llenas de convencimiento, pero que al final no alcanzaron. Anoche el candidato de la alianza por el cambio, que agrupa a los partidos de derecha Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente, Sebastián Piñera, se impuso por casi el 51,6 por ciento. Desde hoy, después de cincuenta años, la derecha retoma el poder democráticamente. Unos celebran, los más lloran. Se acaba un ciclo exitoso en la historia de este país, pero como todo en la vida, las cosas envejecen, se gastan, deben renovarse.
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