EL MUNDO
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Un payaso grotesco y fascista
Por el subcomandante Marcos
La fecha (12 de octubre) en la que empiezo a escribirte estas líneas no es accidental (nada es accidental en los zapatistas), ni tampoco lo es el absurdo puente que, en este día, trato de tender hasta donde ustedes trabajan para preparar la inauguración del Aguascalientes en Madrid.
Estoy seguro de que les va a ir muy bien y que la ausencia del imbécil de Aznar (al que, su nombre lo indica, sólo le falta rebuznar) y del estreñido del reyecito Juan Carlos pasará desapercibida hasta para la revista ¡Hola! (...).
Así que nada de lloriqueos si no asiste la realeza. En cambio, creo, abundarán hombres, mujeres, niños y ancianos, no sólo de la península ibérica, pero sobre todo de ella. Si están ellos y ellas todo será un éxito.
Pero debo advertirte que detrás del éxito de los de abajo siempre aparece la policía. Porque los de abajo sólo deben llorar y resignarse, lo dice el bando no sé qué número que la corona expidió no sé cuándo, pero al ritmo de los garrotes de la Guardia Civil se marchan todos con su Aguascalientes a la cárcel, o al cementerio, que es el lugar que la “democracia” española tiene para los rebeldes ibéricos. (...)
Claro que tú no le digas a nadie que vamos a invadir la península ibérica (previo paso por Lanzarote, donde nos echaremos un cafecito con el Saramago y la Pilar) porque ya sabes cómo es la monarquía, que luego luego empieza a ponerse nerviosa y le da por irse de vacaciones con las infantas y los bufones (o sea que me refiero a Felipillo González y a Pepillo Aznar, que, repito, en el nombre lleva la penitencia).
Además, hablar mal de la monarquía te puede costar, lo mínimo, que te desalojen del local, porque clavado que se les ha ocurrido hacer el Aguascalientes en un lugar de okupás, porque la sede debe ser de gente digna, y, que nadie lo dude, hay más nobleza en cualquier casa de okupás que en El Escorial.
¡Chin! Ya me metí otra vez con la realeza y no debo hacerlo, porque cuando uno se mete en el bote de la basura acaba oliendo a mierda, y ese olor no se quita ni con esas botellas de perfume adulterado que venden en El Corte Inglés. (...)
¿Qué? ¿Que he dejado fuera a los del País Vasco? No, quiero pedirte que me permitas que haga una mención especial de estos hermanos y hermanas.
Bien sé que ese payaso grotesco que es el autodenominado juez Garzón, de la mano de la clase política española (que es tan ridícula como la corte, pero sin ese discreto encanto que da el ¿cómo ha estado duquesa? –Bien, barón, no extraño para nada al bufón de Felipillo porque el Pepillo es tan gracioso como aquél. Por cierto, haría bien subirse la bragueta, barón, no vaya a ser que coja usted un resfriado, que es lo único que se puede coger en la corte –etcétera), está llevando adelante un verdadero terrorismo de Estado que ningún hombre y mujer honestos pueden ver sin indignarse.
Sí, el clown Garzón ha declarado ilegal la lucha política del País Vasco. Después de hacer el ridículo con ese cuento engañabobos de agarrar a Pinochet (que lo único que hizo es darle vacaciones con los gastos pagados), demuestra su verdadera vocación fascista al negarle al pueblo vasco el derecho de luchar políticamente por una causa que es legítima.
Y no lo digo nada más porque sí. Sino porque acá hemos visto a muchos hermanos y hermanas vascos. Estuvieron en los campamentos de paz. No vinieron a decirnos qué hacer, ni nos enseñaron a hacer bombas ni a planear atentados. (...)
Pero, bueno, resulta que acá han estado los hermanos del País Vasco y se han portado con dignidad, que es como de por sí se portan los vascos. (...)
En fin, que lo que no saben ni Garzón ni sus patiños es que hay veces que la dignidad se convierte en erizo, y ¡ay! de aquel que pretenda aplastarla. Fiesta de la rebeldía. (...)
Y, hablando de mariposas y rebeldías, se me ocurre que, cuando estén todos ustedes en el circo, o sea en el juzgado, frente al payaso Garzón, y les pregunten que qué hacían en el Aguascalientes, ustedes respondan: volando.
Aunque te manden volando deportado a Chechenia, la risa se va a escuchar hasta las montañas del Sureste Mexicano. (...)
Y ya que estamos en manecillas, si ves a Manuel Vázquez Montalbán dale un apretón de manos de parte nuestra.
Nota madre
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