EL MUNDO • SUBNOTA
El 1o de marzo entrará en vigencia el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Perú y China. El gobierno latinoamericano esperaba que sus pares chinos dieran la luz verde final al acuerdo, que venía siendo discutido hacía meses. En el tratado sólo quedaron afuera un diez por ciento de los aranceles de las dos naciones, que representan sectores estratégicos que tanto Lima como Pekín prefirieron preservar. El ingreso peruano al gigantesco mercado de 1300 millones de consumidores es la prueba más acabada de la estrategia de diversificación comercial que adoptó el país en los últimos años, siguiendo los pasos de Chile. El año pasado el gobierno de Alan García (foto) había inaugurado otro largamente buscado TLC, con Estados Unidos. Ayer funcionarios peruanos y norteamericanos se reunieron en Washington para analizar los resultados después del primer aniversario. Las conclusiones fueron todas positivas, aunque en el interior peruano las organizaciones campesinas y los movimiento sociales se quejan por la imposibilidad de competir con los productos del primer mundo. Convencidos que la apertura comercial producirá un mayor desarrollo social –lo que aún no se registró–, Perú está acelerando las negociaciones con la Unión Europea para firmar un TLC antes de mitad de año. Ayer Bruselas hizo un guiño al adelantar que no hay obstáculos para cerrar el trato, ni con Perú ni con Colombia. Por el contrario, sus dos aliados de la Comunidad Andina de Naciones, Bolivia y Ecuador, quedaron marginadas de todas las negociaciones comerciales con las grandes potencias.
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