Vie 13.12.2002

EL MUNDO • SUBNOTA  › DOS ESPECIALISTAS BRASILEÑOS OPINAN SOBRE LO QUE VIENE

“No vuelve el desarrollismo”

En el corto plazo: la reforma tributaria, el aumento de salarios, la creación de una agenda mínima de políticas públicas en salud y educación. En el largo plazo: atacar el problema de la desigualdad, lanzar una “apertura selectiva” en el marco de una reindustrialización que no podrá reeditar el sueño desarrollista y modificar la cultura política de un país “conservador y elitista”. Estos son los desafíos de Lula a partir del 1º de enero en Brasil para el politólogo Renato Raúl Boschi y la socióloga Maria Celi Ramos da Cruz Scalon, profesores del Instituto Universitario de Investigaciones de Río de Janeiro (Iuperj). Boschi se especializó en las relaciones entre el Estado y el empresariado brasileño y Ramos, en el análisis de la estructura social y los nuevos movimientos sociales. Ambos vinieron a Buenos Aires, junto a otros investigadores, invitados por la Fundación PENT para dar un seminario sobre los cambios que vinieron y vendrán en Brasil. Boschi y Ramos también hablaron de los condicionantes que tendrá Lula para lanzar este ambicioso programa, pero coinciden en que no va a cambiar, por ejemplo, la relación con el FMI y los organismos internacionales.
–Lula propone algo así como “una alianza entre el capital y el trabajo”. ¿Qué margen de acción tiene para realizarla?
Renato Raúl Boschi: –Con Lula, por primera vez, se logró traer al empresariado a una mesa de negociaciones donde expusieran sus intereses de manera unificada. Los empresarios brasileños tenían una visión muy sectorial, y podían hacerlo porque, hasta la apertura de la economía, estaban acostumbrados a los subsidios y los favores del Estado desarrollista. Ahora bien, Lula va a tener un problema importante en lo que los empresarios le demandan, que es, en primer lugar, la reforma tributaria. El gobierno de Cardoso no quiso cambiar la base tributaria porque tenía un costo político muy alto. Pero Lula se verá enfrentado a encarar esta reforma: ampliar la base de tributación y dejar de hacer presión sobre los asalariados. Brasil tiene un Estado que recauda muchos impuestos, mucho más que Argentina. Lo que sí es igual a la Argentina es la evasión fiscal. Por otro lado, los empresarios quieren eliminar impuestos en etapas para los sectores exportadores para elevar la competitividad de la economía. Lula tendrá que contentar a todos un poco y confiar en su capacidad de maniobra, pero no puede mantener el esquema tributario tal como está.
María Celi Ramos: –Lula fue electo justamente porque los intereses de la elite coincidieron con los del pueblo. Todos quieren volver a la senda del crecimiento económico. Pero Lula sabe que el principal problema de Brasil es la desigualdad, que está en un punto extremo. El primer punto de la agenda de Lula es el combate al hambre. Y nadie se opone al combate al hambre. No hace falta una revolución social para comenzar a combatir el hambre.
–Ahora bien, Brasil justamente se ha convertido en una economía muy dependiente del exterior. ¿Cómo hará Lula para mantener esta “alianza” interna si los condicionantes externos de Brasil son asfixiantes?
R. R. B.: –Es cierto que Brasil es muy dependiente de los capitales extranjeros, pero a diferencia de Argentina, no se desindustrializó durante la apertura económica. Además, Brasil tiene un inmenso mercado interno que le permite sostener algo de la reindustrialización. A partir de allí, habrá que buscar nichos de mercado donde Brasil sea competitivo en el mundo. Si hay algo en lo que coinciden los empresarios y el PT es en que hay que hacer una “apertura selectiva”.
M. C. R.: –En cuanto a la deuda externa, Lula no hará ningún cambio. Va a cumplir con todos los organismos internacionales en los mismos términos en que cumplió Cardoso.
–¿Lula está apostando tanto al Mercosur como una forma de ampliar ese mercado “interno”, ya que por su magnitud Brasil absorbería a sus socios?
R. R. B.: –Sí, y aquí entra a tener importancia la cuestión del ALCA. Lula primero quiere integrar a los mercados latinoamericanos: la Comunidad Andina, el Mercosur, etc. Pero el ALCA es una retórica de negociación a muy largo plazo. Se trata de crear un ambiente político. No habrá hechos significativos sobre el ALCA en los próximos cinco años.
–¿Cómo hará Lula para soportar las tensiones que provendrán del sindicalismo, de los Sin Tierra, o hasta de la izquierda del PT por soluciones rápidas a los problemas de salarios y tierras?
M. C. R.: –Lula puede tener una política de tierras que no sea una reforma agraria radical con un costo que puede asumir. Lo mismo ocurre con los salarios. Las discusiones con los sindicatos sobre la suba de salarios, en un país que tuvo una inflación elevada, es fuertísima, pero Lula puede empujar una pequeña suba, sobre todo teniendo en cuenta que aún resta aprobar el presupuesto del 2003 y el nuevo gobierno podrá plantear modificaciones respecto de este año. Otra cuestión es la de las políticas públicas. Con que Lula muestre que iniciará políticas públicas agresivas en salud y educación, que dé señales y unos pequeños pasos en ese sentido, que tenga una agenda de políticas públicas, será suficiente para que conserve su legimitidad. Lula no ganó porque se quiera hacer la revolución. Puede hacer pequeños cambios que le den plazos largos para hacer otros. No hay que olvidar la cuestión simbólica: que haya ganado un obrero, que viene de la seca del Nordeste, un migrante, no es poca cosa para un Brasil acostumbrado a ser gobernado por elites. Creo que los primeros tres meses van a ser fundamentales para lanzar señales.
–¿Y qué pasará con las negociaciones con los grandes partidos, que aún dominan el Parlamento?
M. C. R.: –Bueno, ahí hay un problema mayor. La llegada de Lula al poder significa un reacomodamiento del esquema político, porque ya no se tratará sólo de negociar en el Parlamento, sino de traer a los movimientos sociales al centro de la política.
R. R. B.: –Lula cambió el lenguaje político y las expectativas respecto de la política. Esto es muy importante. Lula tendrá que tratar con los partidos en el Parlamento, pero puede utilizar esta expectativa de cambio para transformar las relaciones políticas. No hay que olvidar que Brasil es un país conservador y elitista. No piense en Porto Alegre, San Pablo, el sur del país, donde surgió Lula, donde son fuertes los Sin Tierra. Piense en el norte. Hay una cultura política que Lula parece tener intenciones de cambiar. El triunfo de Lula significa, en este sentido, un triunfo de la política.

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